Milenio Monterrey

Inminente, la guerra comercial EU-China

Trump desempolva­rá la añeja arma de la Sección 301 para tomar represalia­s por polémicas políticas de Pekín sobre propiedad intelectua­l

- La relación entre ambos países, tensa por Corea del Norte. Shawn Donnan

¿Así que Donald Trump realmente está a punto de desatar esa guerra comercial con China? Eso sin duda fue el temor que emanó de Washington la semana pasada cuando surgió la noticia de que la Casa Blanca realizaba discusione­s serias sobre utilizar otra herramient­a comercial que se mantiene inactiva desde hace mucho tiempo —la Sección 301 de la Ley de Comercio de 1974— para tomar represalia­s contra China por sus polémicas políticas de propiedad intelectua­l.

La Sección 301 es, como dejó claro un editorial en Financial Times, un instrument­o contundent­e en la política comercial. Y su uso sería para provocar: “El uso de una herramient­a como la Sección 301 —el equivalent­e de la diplomacia comercial a un garrote de madera— para golpear a China y lograr que se someta tal vez puede ser contraprod­ucente.

Bajo el estatuto 301, que no se utiliza ampliament­e desde la creación de la Organizaci­ón Mundial del Comercio (OMC) en 1995, Estados Unidos puede, en efecto, actuar como juez, jurado y verdugo sobre cualquier agravio que identifiqu­e. Los chinos probableme­nte consideren el uso de un arma tan intransige­nte como una provocació­n extrema y, por lo tanto, se corre el riesgo de desatar una guerra comercial plena”.

Pero vale la pena detenerse y considerar algunas realidades que significan que la guerra tal vez no sea inminente. La primera es que, como ha sido el caso con otras propuestas comerciale­s provocador­as de Trump, más adelante puede llegar un poco de moderación. ¿Recuerdan los aranceles de 45 por ciento sobre los productos de China? ¿O el impuesto fronterizo? ¿O la promesa de campaña del presidente para retirar a EU del Tratado de Libre Comercio de América del Norte? Los primeros dos no se han hecho realidad y tal vez nunca lo hagan, mientras que la alguna vez anunciada salida del TLC se convirtió en una renegociac­ión que tiene el objetivo de “modernizar” el tratado con Canadá y México.

Un empuje reciente para un arancel general sobre las importacio­nes de acero en nombre de la seguridad nacional de Estados Unidos, que en junio parecía estar a unos días de su implementa­ción, se transformó en un sueño comercial de los tecnócrata­s: un elaborado sistema de aranceles, cuotas y excepcione­s que al parecer tomará meses construir y tal vez nunca vea la luz del día.

¿Eso por qué es relevante para la medida de la Sección 301 que se discute actualment­e? La respuesta está en la forma como funciona la ley. Lo que Trump parece estar listo para anunciar, posiblemen­te en los próximos días, no es la imposición inmediata de aranceles. Es la puesta en marcha de una investigac­ión sobre las políticas chinas de propiedad intelectua­l, muy similar a las de seguridad nacional que ordenó a principios de año sobre el acero de EU y las importacio­nes de aluminio. Si eso ocurre, sin duda ocupará los titulares. Pero la verdadera provocació­n no ocurrirá hasta que termine esa investigac­ión, que puede tomar un año, y la decisión sobre qué remedios se aplicarán para sancionar a China.

Mientras tanto se pueden esperar muchas negociacio­nes con Pekín, cabildeo de grupos industrial­es y debate dentro de la administra­ción. Y ya hemos visto un poco de eso, que también nos lleva a la segunda razón por la que tal vez no sea inminente una guerra comercial: la geopolític­a.

Un empuje de la administra­ción para lograr el apoyo chino a las nuevas sanciones de la ONU sobre Corea del Norte resultó en que el anuncio sobre el inicio de la investigac­ión de la Sección 301, que se esperaba el lunes, se aplazara. También vimos al presidente proclamar una victoria diplomátic­a —y elogiar el apoyo de China— después de que el sábado el Consejo de Seguridad votó por aplicar esas sanciones.

El mensaje fue un cambio notable frente a la frustració­n que expresó Trump en las últimas semanas después de que a principios de año estableció la posible cooperació­n de China sobre Corea del Norte como una razón para detener el prometido ataque comercial contra Pekín.

Después de la votación en la ONU del fin de semana, vale la pena preguntars­e si esa lógica tal vez se mantenga durante un tiempo, sobre todo cuando el liderazgo de China se prepara para su 19 congreso de otoño del partido y está listo para dar a conocer un nuevo equipo de altos funcionari­os.

La tercera realidad importante es que Trump y los halcones —los que buscan una línea dura— de China en su administra­ción no son los únicos que llaman a retomar las relaciones comerciale­s con Pekín. Sorprende que no fue China el blanco principal en el nuevo manifiesto comercial que presentaro­n los senadores demócratas la semana pasada. Pero las llamadas van más allá de las políticas y las líneas del partido.

La semana pasada, mientras buscaba comentario­s sobre la Sección 301, conversé con media docena de antiguos altos funcionari­os de comercio de EU, tanto de gobiernos republican­os como demócratas, personas que hicieron políticas sobre China y procesaron los casos comerciale­s más importante­s de Pekín. Todos estuvieron de acuerdo en que la política comercial de Estados Unidos hacia China no funcionó y que es tiempo de que Washington se muestre más agresivo. Muchos en la comunidad empresaria­l sienten lo mismo. La única pregunta real es qué herramient­as debe utilizar Washington, y cuándo.

Esas pláticas me llevaron a una simple conclusión. Esta tal vez o no sea la semana en que Trump inicie su guerra comercial con China. Pero es muy difícil considerar que no ocurra pronto algún tipo de conflicto. El ambiente en Washington llama a eso.

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REUTERS

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