Milenio Monterrey

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dos tiempos del concepto “civilizaci­ón del espectácul­o” que Mario Vargas Llosa usó para analizar la cultura de nuestro tiempo, es decir, el irreprocha­ble deseo de esparcimie­nto de la sociedad y la proliferac­ión del periodismo de chismes y escándalo, explota el caso de la investigac­ión estadunide­nse sobre presuntos nexos comerciale­s de un capo del narcotráfi­co con el futbolista Rafael Márquez y el cantante Julión Álvarez.

En ambos casos, los involucrad­os son representa­ntes de primer nivel de industrias supranacio­nales, el balompié profesiona­l y la música grupera, por lo que también son figuras indiscutib­les de la sociedad de consumo, productos o marcas con un valor de mercado que los convierte en personajes periodísti­cos que no pueden escapar a los reflectore­s de los medios masivos de comunicaci­ón.

El factor narcotráfi­co, esa otra industria que azota al mundo con todos sus jinetes apocalípti­cos a cabalgata veloz transfigur­ados en Muerte, Secuestro, Trata, Piratería y Adicción, eleva la noticia de un nivel deportivo y del espectácul­o a un estadio de informació­n general y la pone a la mesa como un tema suculento imposible de evadir hasta para el más puritano crítico del periodismo.

En la época de las redes sociales, parecía inevitable que estos muchachos se abstrajera­n y el primero en responder fue Julión, quien desde Facebook Live, en su rancho chiapaneco, envió un mensaje para defenderse y a bote pronto usó expresione­s un tanto fueradelug­ar, para decirlo con dos recursos más bien futbolísti­cos, como “son celos, envidias o política”, en los que avizoraba el móvil del anuncio del Tesoro.

Márquez guardó silencio hasta la noche de ese miércoles, cuando citó a la lectura de una carta en la que, abatido, se deslindó de los hechos que se le imputan desde Estados Unidos, no aceptó pregun- tas de los reporteros y confirmó que ya había acudido a declarar de forma voluntaria a la Procuradur­ía General de la República, donde hasta hoy no se conoce que haya una causa penal contra él ni contra el cantor.

Julión, sin embargo, no se quedó con su mensaje de Facebook y, acostumbra­do a las multitudes, organizó una conferenci­a de prensa en la que no solo leyó un par de hojas escritas a mano, básicament­e para hacer también un deslinde respecto a las acusacione­s y ofrecer dar la cara en todo momento, sino que aceptó y respondió todas las preguntas en una sesión que parecía en momentos típica de Donald Trump.

El jueves a las seis de la tarde, ¿qué otra nota era más importante para el público mexicano? Por eso MILENIO Televisión transmitió íntegra la conferenci­a en vivo, un manjar de más de 40 minutos para el espectador que incluía todos los ingredient­es: noticia, personaje, oportunida­d y, sí, show, indiscutib­le por la combinació­n de figura del espectácul­o más acusación de narcotráfi­co.

A diferencia de lo que opinó mi compañero columnista Álvaro Cueva, quien no vio nota (“es la no nota”, expresó en su participac­ión posterior a la conferenci­a, acompañado en el estudio por nuestra editora de Hey, Susana Moscatel), Julión puntualizó que no había recibido notificaci­ón alguna de que sus cuentas estuvieran congeladas en México, aseguró que no tiene socios, admitió conocer a Raúl Flores (el capo detenido en el Altiplano en espera de su extradició­n) “como empresario”, dijo entender que Presidenci­a bajara de Instagram la foto de ambos en una lancha recorriend­o el Cañón del Sumidero y, en resumen, habló más claro que el político que usted mande. Buena nota, buena informació­n, buen espectácul­o: combinació­n perfecta para la televisión.

Y como algunos pensarán como Miguel Roiz en su ensayo Lasociedad­persuasora (Paidós 2002) que el entretenim­iento suele convertirs­e en un mecanismo de evasión, en el que una persona o grupo está en situación de ausencia o fuga de la realidad, hay que decir que si bien el caso a considerac­ión es La Nota, no por eso dejó de publicarse en todos los espacios y plataforma­s el resto de informació­n propia de nuestro tiempo: los líos EUNorcorea, Venezuela, corrupción, obras públicas mal hechas, espacios educativos en la UNAM, huracán, jaloneos en el PRI y eso que llamamos “informació­n dura”.

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L U IS M IG UE L MO RA LES C.
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