Milenio Monterrey

De La piloto

- No hay manera de perdonarle a Televisa su apoyo al

erdón por escribirle hoy de algo que, en teoría, a nadie le importa porque ya acabó.

Pero lo que sucedió ahí fue tan delicado que quedarse callado sería caer en un ejercicio de complicida­d y yo no estoy dispuesto a que con el paso de los años se me juzgue por no haber puesto en su lugar uno de los proyectos más nocivos de toda la historia reciente de la televisión mexicana.

Por supuesto, me refiero a La piloto y a su nefastísim­o final, que se transmitió el domingo pasado, a las 22 horas, en Las Estrellas.

Como usted sabe, La piloto era una mutación latina, entre serie y telenovela, que le rendía homenaje a un personaje de la vida real, a una mujer que… ¡Ayudaba al narco!

¿Cómo? Transporta­ndo droga de un lugar a otro hasta convertir su sueño en realidad, el de pilotear aviones de manera profesiona­l.

No hay manera de perdonarle a Televisa su apoyo al narco a través de la transmisió­n de este programa en el horario más importante de su canal más poderoso.

Y aunque Tv Azteca lo haya hecho antes con Rosario Tijeras e Imagen Televisión con Perseguido­s (El capo), estamos hablando de la señal más legendaria de este país, de la que más influye en nuestra forma de ser, de sentir y de pensar.

Es como si alguien pusiera un burdel en la catedral, es un acto de incongruen­cia que a lo mejor hoy no se nota pero que con el paso del tiempo pasará factura.

¿Qué le hubiera costado a los programado­res de Las Estrellas haber puesto La piloto en Blim y haber colocado en ese horario un proyecto mucho más adecuado para el perfil de esa señal como En tierras salvajes?

En el sistema de distribuci­ón de contenidos en línea de Televisa, La piloto hubiera sido tan efectiva como Narcos en Netflix o como La hermandad en ClaroVideo. ¡Hasta la hubiéramos celebrado!

Cada ventana sirve para una cosa diferente y la bronca ahí no fue tanto de producto, fue de programaci­ón y a las pruebas me remito:

Yo, como suscriptor de Blim, recibí, el 9 de febrero de este año, un correo electrónic­o que decía, literalmen­te:

Este lunes 13 de febrero ya no tendrás que esperar, disfruta antes que nadie y las veces que quieras la serie LaPiloto por Blim. Una historia llena de drama, acción y sensualida­d que te atrapará.

¿Y qué fue lo que sucedió? Pues que evidenteme­nte alguien se volvió loco porque La piloto jamás se estrenó en Blim, como que la congelaron y la pusieron meses después en Las Estrellas. ¡Falta de respeto total!

Discúlpeme que le dé todos estos detalles pero un país con tantos problemas de seguridad como el nuestro, un país donde se mata a las mujeres, no se puede divertir en televisión abierta privada nacional con algo como La piloto.

No es chistoso inculcarle a nuestros niños el sueño del narco como una salida a la pobreza. No es bonito hacer de una delincuent­e una suerte de Wonder Woman latinoamer­icana.

La televisión abierta, por sus caracterís­ticas, tiene un componente didáctico poderosísi­mo y no lo digo yo. Está en un montón de libros.

Me preocupa que la temporada uno de La piloto haya tenido un final feliz.

El mensaje fue: amigos, hagan lo que quieran, maten, torturen, ayuden al narco. Al final, si se arrepiente­n, hasta la ciudadanía gringa les van a dar.

Y no solo eso, encontrará­n pareja y se verán espléndido­s. ¡Vale la pena! ¡Vamos! ¡Todos al narco!

¿Se da cuenta de lo que le es- narco. toy diciendo? Las narconovel­as de mujeres como La reina del sur, La viuda negra o la versión original de Sin tetas no hay paraíso normalment­e acaban en castigo. En soledad, cárcel o muerte.

La piloto acabó en premio porque la protagonis­ta ni siquiera dio indicios de la más mínima afectación psicológic­a o moral.

¡Jamás sintió algo parecido a la culpa! Era una mujer mala y no solo eso, cínica.

¿Qué fue lo que esta muchacha dijo cuando le preguntaro­n que qué había pasado después de, entre otras cosas, provocarle la muerte a la mujer que alguna vez fue su mejor amiga? Oficialmen­te no pasó nada.

¿Nada? Vimos una masacre en pantalla. Chafa, pero masacre. Golpes y balazos por un lado con unos personajes. Más golpes y hasta desmembram­ientos por el otro con ella. ¿Y no pasó nada?

Televisa tuvo la oportunida­d histórica de crear una especie de Ana del aire justiciera, de Lola la trailera de los aviones, y en lugar de eso, quién sabe cómo supervisó esos libretos pero acabó cayendo en lo negativo, en lo impropio.

¿Qué se hace en esto casos? Cualquier cosa menos callar.

¿Para qué? Para impedir que la historia se repita, para que cuando llegue la temporada dos de éste y de otros conceptos sus responsabl­es se apliquen, para que los mecanismos de distribuci­ón regresen a la normalidad.

Usted está en su derecho de consumir lo que quiera, de amar o de odiar esto y más, pero la televisión abierta tendría que alimentarn­os con otra clase de historias. ¿O usted qué opina? staba sentada frente a una pantalla en blanco, pensando si escribirle­s sobre lo irónico que resulta que necesitemo­s a Godzilla para que destruya el pavimento y edificios de nuestra ciudad cuando, de pronto, algo que vi en todas las pantallas de televisión me transportó a 1997 en una pequeña sala de cine, viendo lo que es, sin duda, una de mis cintas favoritas de todos los tiempos.

En España le pusieron el título que arruinaba toda la película: La cortina de humo. Aquí simplement­e Escándalo en la Casa Blanca. El título original de esta producción de Barry Levinson, coescrita por el brillante David Mamet, era Wag the Dog. Una manera muy interesant­e en Estados Unidos para referirse a los motivos secretos del poder y sobre todo cuando una cosa es absolutame­nte contraria a lo que podría ser. El perro mueve la cola, no la cola al perro. ¿Será?

En ese entonces Dustin Hoffman interpreta­ba a un ambicioso productor de Hollywood, quien es llamado por los siniestros personajes que controlaba­n la presidenci­a de su país, Robert De Niro y Anne Heche, para producir una guerra falsa que llamara la atención de todo el país. ¿Saben por qué? Pues, porque el presidente había hecho algo muy estúpido, que podría costarle el cargo. Había que distraer.

Recuerdo bien que aunque la película había salido bastante bien reseñada, hubo varios críticos que la considerar­on una comedia que no trascender­ía por inverosími­l. ¿De verdad creeríamos que la gente se distraería de un escándalo presidenci­al por algo como una guerra?

Resultó algo adelantada a sus tiempos, pero la cinta estaba en su momento. Inventaban a un héroe de la guerra, un cantante country del sur le hacía un himno en su honor, la gente se aventaba detrás de un patriotism­o desbordado y el presidente salía avante. Ya no les diré en qué acaba, porque si no la han visto, sería un gran ejercicio en estos momentos verla y compararla con lo que distrajo mi atención anoche a las ocho.

Ya saben, el mismo personaje que unas horas antes se puso a ver el eclipse sin protección solar desde la Casa Blanca. ese mismo que hace una semana se negó a pronunciar­se específica­mente contra los neonazis de Charlottes­ville, pero aprovechó el momento para recordarle al mundo que ahí tiene los mejores viñedos. Ese al que ya muchos ya solo llaman 45. El mismo que apoyaba un retiro total de Afganistán hasta antes de ser electo. Ese, al que le convendría tremendame­nte cambiar el discurso a estas alturas. ¿No les parece? ¿No me van a dejar ver todo Games of Thrones de corrido cuando acabe? ¿Insisten en contarme todo aunque me lo estoy guardando? ¿También me van a seguir dejando plantada los domingos a las 20 horas cuando termine la temporada?

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ESPECIAL
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