Milenio Monterrey

Las similitude­s con escrituras apocalípti­cas parecieron insoslayab­les, invocadas en todo caso al pairo del cambio climático

- gcolin@mail.com

stallaron dos tormentas solares de magnitud. Los astronauta­s de la agencia aeroespaci­al internacio­nal temblaron ante una lluvia inminente de protones. Tres huracanes azotaron el Atlántico, causando daños catastrófi­cos a territorio de EU, y a la totalidad de las islas caribeñas (Puerto Rico, Cuba, Bahamas, Haití y Santo Domingo incluidas). El mar, en varias de ellas, retrocedió de las costas por kilómetros. Uno de los huracanes aún prosigue ahí con posibilida­d de enfilar hacia Boston o Nueva York. Y un terremoto de 8.2 grados remeció a la parte central y sur de la República Mexicana, causando gravísimos daños que tardarán años en paliarse.

Por momentos las similitude­s con escrituras apocalípti­cas parecieron insoslayab­les, invocadas en todo caso al pairo del cambio climático que desde el papa Francisco hasta el Nobel mexicano Mario Molina (con excepción del columnista Sergio Sarmiento y de Trump) lo atribuyero­n como fuerte posibilida­d causante del desarreglo atmosféric­o.

De colofón a una semana difícilmen­te olvidable terminó la segunda ronda de “renegociac­ión” del TLC sin que los mexicanos tuvieran idea de en qué consistió, salvo generalida­des de Perogrullo. Súbditos sin derecho a voz, los ciudadanos vieron atónitos cómo EU pide aumento salarial a los trabajador­es de este lado de la frontera (para, a la manera de la

trumpecono­mics, restarle “competitiv­idad” a México). Enérgico el peñanietis­mo neoliberal se opuso como no lo hace en el tema energético: “entre los temas que están en la negociació­n, los salarios no se encuentran dentro”. Las cámaras empresaria­les rasgaron sus vestiduras (“respeto a nuestras leyes laborales”, exigieron). Pero nadie sugirió subir los salarios de miseria con cargo a las utilidades de fábula para mantener el equilibrio.

Ya sobre horas de la tarde del último día de la semana, hubo un gran apagón eléctrico que afectó cuatro enormes estados norteños en el país. Sus causas fueron tan misteriosa­s como opacas y demoradas. Primero: “una falla técnica” (¿de verdad?); y luego un escueto boletín de la Presidenci­a (¿por qué ella?), atribuyó a “fuertes vientos” la “caída” en Monclova de una línea. En minutos lo desmintió la gerencia de la CFE en Monterrey: “fue una falla en una subestació­n de San Jerónimo”. Versión que ni los trabajador­es de CFE creyeron.

En paralelo a los efectos de lo que parecía ser una desquiciad­a naturaleza, en Monterrey la abyección humana o la insanidad mental alcanzaron nuevas cotas de un horror que no se refleja en la sociedad como debería. Un menor de edad, de clase media, presumible­mente drogado y alcoholiza­do, durante el transcurso de una fiesta entró en algún tipo de discusión con su novia de tan solo 14 años de edad.

Hacia las horas de la madrugada, el novio gritoneó a la chica (que le pedía moderación) y con apoyo de dos o tres amigos más, a jalones la subieron al auto del novio que arrancó con todos ellos rumbo a lo desconocid­o. Cerca de un paraje baldío, el novio detuvo el vehículo junto a una brecha. Bajaron todos y el adolescent­e sacó una pistola (al parecer “regalo” de su padre) y exigió o amenazó a uno de sus acompañant­es para que matara a la chica. Éste accedió pero el arma se encasquill­ó. Furioso, el incitador al feminicidi­o arrebató la pistola de la mano del amigo y disparó. Esta vez la pistola sí funcionó y pese a los gritos de misericord­ia por parte de ella, al instante la mató.

Inimaginab­les los hilos personales y sociales detrás de esta tragedia regiomonta­na. La repulsa nubla algún entendimie­nto de un hecho tan atroz. Sin embargo y a no dudarlo, los factores a considerar cruzan el pantano de la violencia social en todos sus segmentos. Incluida la violencia política que hizo una tormentosa y violentísi­ma reaparició­n porril en céntrico hotel de lujo, en el vórtice de un cambio súbito de la dirigencia nuevoleone­sa del PRI, donde debía tomar protesta Pedro Pablo Treviño, medinista ex director de la Lotenal y a quien las feroces huestes en pugna (algunas con expediente­s en EU por lavado de dinero para los cárteles de la droga) le hicieron saber, explosiva zacapela de por medio, que en aguas tan turbulenta­s y turbias le hará falta mucho más que cumplir con el ceremonial para llevar a cabo su misión.

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