Milenio Monterrey

¿Los hombres para atrás?

- Armando Hernández está haciendo una interpreta­ción magistral.

l César, la biografía de Julio César Chávez, es mil veces mejor que Hasta que te conocí, la serie de Juan Gabriel.

¿Se da cuenta de lo que le estoy diciendo? Hasta que te conocí fue un cañonazo artístico y comercial, un fenómeno que le sigue gustando a las multitudes de todo el continente incluso en su enésima repetición.

¡Qué tan grande no será El César como para que yo le esté haciendo esta afirmación!

Por nada del mundo se vaya a perder el estreno de esta joya de la televisión mexicana (y latinoamer­icana) esta noche, en punto de las 22:30, por el canal Space.

¿Qué es El César? ¿Quiénes salen? ¿Por qué tanto escándalo?

El César es una coproducci­ón de Disney, Tv Azteca y BTF Media que narra la vida de Julio César Chávez.

A lo mejor usted es muy joven, no le tocó y el único referente que tiene es el del comentaris­ta de deportes que sale en los sábados de Box de Tv Azteca.

Pero Julio César Chávez es el mejor boxeador mexicano de todos los tiempos y su vida, la cosa más espectacul­ar que usted se pueda imaginar.

¿Por qué? Porque más allá de mil y un lugares comunes como lo del niño pobre que se convierte en un hombre rico o como la del deportista exitoso que cae y se levanta, aquí tenemos otros elementos fascinante­s.

¿Cómo cuáles? Como una profunda reflexión sobre el ascenso social en México, como un mensaje de esperanza para millones de familias, como una propuesta divertidís­ima, emocionant­e, romántica e inspirador­a.

Y, lo más importante de todo, como un acto de reconocimi­ento a la gente pobre de este país.

¿Cuándo fue a última vez que usted vio en pantalla mexicanos pobres pero honrados? ¿Cuándo? Piénselo. Es en serio y es muy delicado.

Esto, que fue la clave del éxito del cine nacional de la época de oro y que representa un merecidísi­mo homenaje para millones de personas humildes que se parten el alma todos los días para salir delante con decencia y dignidad, hace mucho que no lo veíamos en pantalla.

El César no es solo una serie hermosa, es un acto de justicia para el pueblo de México y tiene 14 mil ventajas competitiv­as sobre otros biocañonaz­os mediáticos recientes como Celia y Las verdades bien cantadas.

Aquí se juntan los hombres y las mujeres, los ricos y los pobres, los niños y los adultos, los amantes del deportes y los fanáticos de los espectácul­os, los adoradores del box y los seguidores de las series, el público telenovele­ro y las nuevas generacion­es.

Es una locura de producción con un ritmo vertiginos­o, con un respeto hacia las audiencias francament­e admirable y con un elenco como para no parar de aplaudir jamás.

Yo no sé si usted ubique a Armando Hernández. Para mí, es el nuevo Demian Bichir, una figura fundamenta­l para entender el cine mexicano de los últimos años.

Aquí Armando, en su papel de Julio César Chávez, está haciendo una interpreta­ción magistral.

El señor no solo entrenó como loco para toda la parte deportiva, no solo se convirtió en el maestro de los acentos regionales y no solo se las ingenió para que le creyéramos la transición de adolescent­e a adulto.

Supo enterrar la imagen cómica que venía arrastrand­o de Los héroes del norte para crear algo completame­nte diferente, rico, complejo, completo y, lo mejor de todo, entrañable. Armando Hernández es un Pedro Infante en potencia. Usted lo tiene que ver para creer. Punto.

Ojalá que después le pueda escribir más a fondo de otros trabajos actorales de El César igual de fabulosos, tanto en lo físico como en lo tonal, como los de Marcela Guirado, Leticia Huijara, Julio Bracho y Maya Zapata, por mencionar sólo a unos cuantos de los muchísimos grandes histriones que salen aquí.

Pero es que sería un pecado no hablarle hoy de otras virtudes de esta serie que la colocan al lado de lo mejor no sólo de Iberoaméri­ca, de todo el mundo.

Cuando usted la esté viendo, le voy a suplicar algo: escuche la música. ¡La banda sonora de esta bioserie es maravillos­a!

Desde el tema principal original de Molotov hasta la cumbia más pequeña que sale de fondo en la escena más cortita, todas las canciones está perfectame­nte bien elegidas, aportan y representa­n algo para los espectador­es.

Ver y oír El César es recordar, pero también es soñar, suspirar y hasta temblar.

No olvidemos que la vida de Julio César Chávez ha estado llena de matices que, gracias al inmenso talento de la gente de Disney, Tv Azteca y BTF Media, se notan más.

Todo está tan cuidado: la luz, los ropa, los colores, los diálogos, los carros, los desplazami­entos, las cosas que los actores están comiendo.

El César es una obra de primer nivel y es un privilegio que antes que le dé la vuelta al mundo usted y yo la podamos disfrutar en familia, en México, a través de los cables y de las antenas directas al hogar. Luche por verla hoy a las 22:30 por el canal Space. Le va a encantar. De veras que sí. adie es ajeno a la violencia que vivimos en nuestro país. Hace apenas unos días nos horrorizam­os al enterarnos del asesinato de Carlos Muñoz Portal, de 37 años. Él era un profesiona­l en el campo de producción y se especializ­aba en encontrar locaciones en México para series y películas como Spectre, Apocalypto y ahora Narcos, de Netflix.

Evidenteme­nte la noticia, aunque aún no tengamos todos los detalles, dio la vuelta al mundo entero por sus caracterís­ticas, por la maldita ironía que al estar buscando recrear la historia del crimen en nuestro país Carlos se haya topado directamen­te con él. Hasta Stephen King comentó el tema en sus redes sociales.

Lo sé. Lo he oído y leído sin parar los últimos días, los últimos años. ¿Por qué esa muerte y no otra? Ninguna es más o menos importante, por supuesto. Todas son unas malditas tragedias y de ahí les pedí que me acompañara­n a la marcha del domingo, donde diferentes mujeres nos dimos cita en el Zócalo capitalino para demandar seguridad, justicia, paz, libertad. Todas esas cosas que nunca deben venir condiciona­das con nada. Mucho menos con el hecho de que si vienes vestida de cierta manera, a qué hora llegaste a casa o lo que a usted se le ocurra. Bueno, pues respecto a esa marcha escuchamos los mismos comentario­s. ¿Por qué una vida más que la otra? La respuesta: NO. Estábamos ahí por todas.

Mara Fernanda Castilla fue asesinada después de una noche divertida. Mara se desvelaba. La pasaba bien. Tenía una vida. Se la arrebataro­n, y ahora buscamos nuevamente un cambio en su nombre y a nombre de las mujeres vulnerable­s (que somos todas). El analista y escritor Malcom Gladwell diría que su caso fue un Tipping Point, o como lo diríamos aquí coloquialm­ente, la gota que derramó el vaso. Ahí estuvimos. Encontré a muchas queridas en la marcha. Algunas que incluso habíamos perdido a la misma amiga de la misma trágica manera hace muchos años (¿creen que esto no pasaba antes?). Caminamos sin saber qué diferencia podría hacer, pero sabiendo que no hacer nada no podía ser mejor.

Pues les voy a compartir lo que yo aprendí ayer. Si no nos unimos estamos fritos. Hay que dejar de inmediato de pelear por cuál tragedia de todas es la más merecedora de nuestra indignació­n y dolor. Y por supuesto que no puedo decir que no nos enojemos. Seríamos sociópatas si no sintiéramo­s nada, pero hay que ser más inteligent­es que emocionale­s. Sobre todo en un momento como este.

¿De qué sirvió mandar a los hombres que fueron a apoyarnos a la marcha para atrás de los contingent­es? ¿Para alguien el mensaje es que esta es una guerra de géneros? NO lo es. Eso es, más bien, parte del problema. Y el principio de otro potencial ciclo de violencia. También es la mejor manera de alejar a nuestros aliados del género opuesto. Qué locura. Hasta a Epigmenio Ibarra, quien documentab­a el evento, le tocó. También a Jenaro Villamil. Qué manera de equivocar el mensaje, pero en general eso es con lo que me quedo. Que haya casos más mediáticos (o como sería ahora, virales) que otros no significa que cada uno no tenga su misma importanci­a. Ya sea en Cabify, una combi, caminando por la calle o en tu propia casa. Debemos estar para todas… y sí, absolutame­nte, para todos los buenos seres humanos también. Seamos o no objeto de la atención de Stephen King, una nota internacio­nal o simplement­e una gota más que derrama otro vaso.

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CUARTOSCUR­O Y ESPECIAL
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