Milenio Monterrey

En Morelos, 71 muertos y daños en sitios históricos

De acuerdo con las autoridade­s estatales, el epicentro fue en los límites de la entidad con Puebla, en el poblado denominado Chiutla

- Daños en una vivienda de Cuernavaca.

EDavid Monroy/ l sismo de magnitud 7.1 que sacudió Morelos dejó 71 muertos y afectacion­es graves en edificios y estructura­s históricas en 13 de los 33 municipios, informó el Comité de Emergencia­s, encabezado por el gobernador Graco Ramírez, instalado tras el movimiento telúrico.

Alrededor de las 13:14 horas la tierra comenzó a moverse, lo que obligó a los automovili­stas a detenerse por completo, que cientos de personas salieran a las avenidas y que las escuelas permitiera­n la salida anticipada de alumnos de todos los niveles, debido a la fuerte sacudida que, de acuerdo con el gobernador, es considerad­a inédita en la historia de la entidad.

Las autoridade­s estatales confirmaro­n que el epicentro fue en los límites de la entidad con Puebla, en el poblado denominado Chiutla, a dos horas de Cuernavaca, por lo que la fuerza del sismo llegó hasta la capital del estado y su zona metropolit­ana.

Originó daños en Tetecala, Yecapixtla, Miacatlán, Jiutepec, Xochitepec, Cuautla, Tlayacapan, Jojutla, Ocuituco, Zacatepec, Temixco, Axochiapan y Cuernavaca. De acuerdo con el secretario de Gobierno de Morelos, Matías Quiroz Medina, en Jojutla se registró el mayor número de muertos con 16; le siguen Zacatepec, con seis; Jiutepec, cinco; Tetecala, seis; Cuernavaca, cuatro; Miacatlán, cuatro; Axochiapan, cuatro; Tlayacapan, cuatro, además de Yecapixtla, Cuautla, Xochitepec y Temixco. Quiroz Medina aseguró que se instruyó al gabinete que Ordenan suspender las clases indefinida­mente en todos los niveles educativos del estado mantenga una comunicaci­ón permanente con los presidente­s municipale­s de todo el estado, además de mantener activa la red de Protección Civil en toda la entidad.

El sismo generó daños estructura­les en la iglesia de Yecapixtla y cuarteadur­as graves en la torre principal de la catedral de Cuernavaca, que recienteme­nte había sido remodelada; asimismo, la cruz que coronaba la estructura se vino abajo.

En Cuernavaca, el Palacio de Cortés sufrió graves daños, particular­mente en su torre de relojes, donde los aparatos se salieron de su sitio, y el torreón se movió de su lugar, por lo que no se descarta que en cualquier momento se venga abajo.

En el Congreso estatal, el Salón de Plenos resultó afectado debido a la caída del plafón del techo.

Edificios, plazas comerciale­s, institutos de educación, hospitales y decenas de inmuebles y negocios resultaron con cuarteadur­as y derrumbes, que obligaron a la gente a salir y dejar de prestar los servicios, no solo en Cuernavaca sino también en Jojutla.

El Comité de Emergencia­s determinó que las clases se suspenden de forma indefinida y en todos los niveles en todo el estado. e sabe cómo los ríos dan vida a las ciudades. Se sabe qué bien están París con su Sena (río con orillas de libros, dijo Apollinair­e) y Londres con su Támesis (río de firme carácter inglés, dijo Chesterton) y Viena con su Danubio (río que pasa en un vals azul, dijo Strauss) y Madrid con su lateral Manzanares (aprendiz de río, dijo Lope de Vega, pero río zarzuelero, al fin y al cabo). Y diríamos: qué nos duran esas ciudades del mundo con un solo río, cuando en Esmógico City (si de la autoridad de la Guía Roji nos fiamos) tenemos en 2009 más de 100 ríos, desde la A hasta la Z: desde el Río Acaponeta al Río Zula, pasando por el Churubusco, el Mississipp­i y... el Dolores del Río.

Pero se trata de “ríos” de cemento, o de pedruscos, o de tierra. Y si alguna vez fueron ríos auténticos, ya los hemos asesinado encementán­dolos o contaminán­dolos, aunque no haya sido con malas intencione­s, conste, sino para modernizar­nos, es decir, automovili­zarnos, esmogizarn­os, asfixiarno­s. Aún nos queda un río moribundo, pobrecito: el Río Magdalena, al que desde el puente Panzacola aún puede vérsele lamer, más con basura que agua, un costado de los Viveros de Coyoacán.

Y es que en Esmógico City ejercemos un idiota odio por los restos de la madre Naturaleza que aún se resisten a morir. Sin ir más lejos, mientras acá por la “elegante” zona sur, los árboles se mueren de pie, esto es: con el pie del tronco cercado por el cemento, de modo que las raíces tapadas no reciban, ni de las mangueras ni de la lluvia, el agua que los árboles ansían y tan desesperad­amente que algunos rompen la capa de cemento para asomar las raíces, el otrora real Río Mixcoac y su prolongaci­ón, el real Río Churubusco, ya fueron enviados a la nada por un tubo, ya quedan como vías de un seudosubur­bio de Los Angeles (California, USA) y no guardan ni por unas horas el agua de la lluvia. Y si al Magdalena aún puede considerár­sele como, digamos, un arroyo, el pobrecito pasa lento y escondido, temeroso de que algún pendejo “urbanizado­r” termine de matarlo y lo encemente para que pronto y por encima de su definitivo cadáver pasen humeantes y ruidosos vehículos automotore­s...

Ciudad de más de 100 ríos vivos, ciudad entretejid­a de agua, ¿quién alguna vez te vio?, ¿quién ahora te reconoce?, ¿quién siquiera te recuerda?

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MARGARITO PÉREZ/CUARTOSCUR­O

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