“A COMBATIR DESIGUALDAD PARA ACABAR CON RACISMO”
Federico Navarrete habla sobre su libro Alfabetodel racismomexicano, en el que explora la manera en que la gente utiliza los vocablos despectivos
Federico Navarrete reúne en el Alfabeto del racismo mexicano (editorial Malpaso) 48 entradas breves y cotidianas con el objetivo de romper con la “hipócrita cortesía que suele rodear una práctica que nos debe resultar intolerable y repugnante”. Así que palabras como “ambulantes”, “chicanos”, “chinos”, “gringos”, “indígenas”, “judíos”, “nacos”, “racismo” o “violencia” se han metido en las relaciones sociales y culturales sin reparar en su significado. Navarrete estuvo en la FIL, donde presentó esta obra. ¿Cuál fue el criterio de selección para este libro? Las entradas fueron sugeridas por el propio orden alfabético que decidí utilizar, luego de anécdotas y sucesos que llamaban mi atención. Conforme los primeros textos fueron publicados en el sitio web de horizontal.mx también me inspiraron las reacciones y sugerencias de mis abundantes lectores. ¿Qué tan importante fue el humor mexicano en la concepción de esta obra? El tono del Alfabeto del racismo mexicano es satírico, busca reírse de nuestros prejuicios y nuestras costumbres, hacer del humor un primer paso para la reflexión y la autocrítica. Por otro lado, también discute las prácticas del humor mexicano, tan racista, tan sexista, tan homofóbico y busca demostrar que esta costumbre de reírse de aquellos a quienes queremos hacer menos es una forma insidiosa de racismo. Hay palabras que ya son institucionales, como “publicidad”, “democracia” o “televisión”, ¿cómo se dio este casi descubrimiento en el contexto del racismo? Creo que a veces el racismo que se practica en nuestra vida púbica, en la televisión y en la política, es invisible. Estamos tan acostumbrados a que las pantallas solo muestren gente blanca, definida como “bonita”, a que nuestra idea de democracia privilegia las costumbres y las prácticas de las élites urbanas y desprecie las de los grupos populares, que no nos damos cuenta que estas exclusiones y desprecios son discriminatorios; son una forma particularmente dañina de racismo. En este sentido, mi apuesta es abrir un debate sobre estas formas aparentemente tan naturales, pero en realidad tan inaceptables, de exclusión. ¿Por qué a veces no se distingue esa línea en donde termina el lenguaje propiamente y empieza el racismo?, ¿por qué para cuando se acuerda ya se dice “naco”, “indígena” o “aspiracional”? En nuestro vocabulario social se confunden con frecuencia el clasismo y el racismo. Desde hace siglos en México la blancura se asocia con el poder, la riqueza, la belleza y el privilegio; por eso ahora los publicistas la consideran “aspiracional”. En cambio ser moreno se asocia con ser pobre, poco educado, vulgar, ignorante. Por eso el término “naco”, aunque pretenda ser un calificativo moral, es vocablo racista. Por eso la palabra misma de “indio” puede convertirse en un insulto, transformando el reconocimiento de una diferencia cultural en una forma de desprecio. ¿Qué piensas de estas dos palabras tan presentes en estos días, por ejemplo “puto”? Me parece que este término en cualquier contexto es homofóbico e insultante. En un país como el nuestro en que se practica tanta violencia y discriminación contra los homosexuales, usar este término es peligroso, desde los estadios hasta la vida cotidiana. Por ello no estoy de acuerdo con aquellos que pretenden defenderlo como una costumbre inocua. Y desde luego la abordas en tu libro, “Trump”, ¿qué nos puede decir esta palabra en el contexto del racismo? En el Alfabeto... me interesó discutir a Trump no como practicante descarado del racismo en su propio país, sino como referente para nuestras propias formas de discriminación. Me temo que la distinción que hace este personaje entre los buenos mexicanos y los “badhombres” ya existe, por desgracia, en nuestra vida social cuando hablamos de criminales y ratas que merecen ser encarcelados, torturados y ejecutados. En suma, Trump es peligroso porque confirma y exacerba formas de violencia y de discriminación que ya practica nuestro propio gobierno. ¿De qué forma crees que se pueda combatir el racismo en México? El racismo mexicano es, antes que nada, un problema social, vinculado a la desigualdad socioeconómica, a la falta de democracia y a la violación a los derechos humanos. Para terminar con el primero hay que combatir los segundos. Y viceversa; no podremos realmente ser un país más igualitario, más democrático y más justo si no reducimos el racismo. En este sentido, el racismo es un problema político y de gobierno. Por otro lado, el racismo privado, que practicamos todos los días, debe ser enfrentado por medio de la educación, del reconocimiento del valor de la diversidad, de la crítica al humor racista, sexista y clasista, de la búsqueda de nuevas formas de respeto y de convivencia.
A veces el racismo que se practica en nuestra vida púbica, en la televisión y en la política, es invisible” El racismo mexicano es, antes que nada, un problema social, vinculado a la desigualdad socioeconómica”