Milenio Monterrey

No hay seguridad pública... menos en penales

- javier.sepulveda@milenio.com JAVIER SEPÚLVEDA

El vocero de Seguridad del Gobierno de Nuevo León, Aldo Fasci Zuazua, ya curó en salud a todo el aparato estatal por aquello de que, en cualquier momento, estalle de nuevo la violencia en alguno de los tres reclusorio­s.

Ayer advirtió que, ante la falta de infraestru­ctura en los penales, es urgente que lleguen los recursos federales prometidos para construir nuevos pabellones y abatir la sobrepobla­ción.

Suena muy lógico, pero el problema no es solo de espacios, sino de capacidad de manejo de la población carcelaria, para lo que no se cuenta ni siquiera con los custodios suficiente­s y no se necesita ser genio para saberlo.

Basta con darse cuenta del déficit de po- licías para Fuerza Civil con los resultados ya conocidos: el único efecto es el crecimient­o de los delitos de violencia extrema: secuestros, asaltos, homicidios, feminicidi­os y ejecucione­s al estilo de la mafia.

En este momento, ante la crisis que representa para el Gobierno del Estado ser exhibido como incompeten­te para el manejo de los penales, lo más sencillo es aventar las culpas para otro lado mientras pasa el apuro, cuando la realidad es que todo lo relativo a la seguridad está prendido con alfileres.

Basta el ejemplo del arribo del procurador Bernardo González al penal de Cadereyta en los momentos más álgidos de la crisis: llega en camioneta blindada, pero sus escoltas cometen la estupidez de bajar- lo antes de cruzar las rejas del reclusorio e incluso, uno baja hablando por celular.

El resultado fue lanzarlo a una turba enardecida de familiares de los internos, quienes estuvieron a punto de estamparle un garrotazo en el rostro, al tiempo que le jaloneaban su elegante chamarra con los logos de la Procuradur­ía de Justicia.

Sus escoltas reaccionan tarde. Uno se trenza en alegato y empellones con los manifestan­tes que le enderezan garrotazos por la espalda, mientras el procurador se adelanta a paso veloz rumbo a la reja principal para escapar del sanquintín, chamarra a salvo.

Si así cuidan a un funcionari­o de primer nivel, los ciudadanos esperamos poco o nada. Y de los presos mejor ni hablar.

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