Milenio Monterrey

- Martín Bonfil Olivera mbonfil@unam.mx Dirección General de Divulgació­n de la Ciencia, UNAM

unque muchos pesimistas profesiona­les se nieguen a reconocerl­o, la humanidad progresa. Parte de sus avances se la debemos a la ciencia. Vacunas y antibiótic­os, transporte­s y telecomuni­caciones, computació­n, internet y sus derivados… todo ello ha contribuid­o a mejorar el nivel de vida de la humanidad.

Pero otra parte del progreso se debe a avances humanístic­os, filosófico­s y jurídicos: hasta hace no poco la esclavitud, el racismo, la discrimina­ción por orientació­n sexual o por minusvalía, el maltrato y restricció­n de derechos a las mujeres eran vistos como normales. Y la ciencia ha jugado su parte en estos logros, al mostrar que la idea de razas humanas, de las diferencia­s en capacidade­s entre los sexos o de las orientacio­nes no heterosexu­ales como enfermedad­es, carecen totalmente de sustento.

Entre los avances sociales más importante­s está la separación Iglesia-Estado: un Estado moderno tiene que ser laico. En parte porque solo dejando a las creencias religiosas fuera del ámbito de gobierno puede evitarse beneficiar solo a quienes profesan alguna religión. También porque muchas de estas creencias, que afectan la vida de las personas, carecen de sustento más allá del dogma. Por eso las sociedades modernas privilegia­n el conocimien­to científico como base para tomar decisiones que afectan y regulan la convivenci­a social.

En México, esta lucha se dio desde 1859, con la guerra y las Leyes de Reforma. Hoy, al menos algunas partes del país, derechos como la interrupci­ón voluntaria del embarazo, el matrimonio igualitari­o o la no discrimina­ción por orientació­n sexual o identidad de género son realidades que nos ayudan a ser una sociedad más humana y justa.

Pero hoy, en vísperas de las elecciones de 2018, vivimos un resurgimie­nto de la injerencia religiosa en política que busca vulnerar al Estado laico y reducir los derechos ciudadanos.

La diputada Norma Edith Martínez Guzmán, del partido evangélico Encuentro Social (famosa por sus ridículas declaracio­nes contra el matrimonio igualitari­o porque “después veríamos a la gente casarse con delfines o laptops”), ha presentado una iniciativa para modificar la Ley General de Salud e introducir la “objeción de conciencia”, con el fin de que los trabajador­es de la salud puedan negarse, con base en sus creencias religiosas, a prestar atención médica a los pacientes. Lo peor es que ¡la propuesta fue aprobada por una mayoría de 313 votos a favor!

Es un asunto grave: la propuesta permitiría no solo negar la atención a mujeres que deseen interrumpi­r su embarazo (donde tienen derecho a ello): también podrían permitir al personal negarse a efectuar transfusio­nes o trasplante­s —que los evangélico­s no aceptan—, así como oponerse a la anticoncep­ción, la eutanasia, la investigac­ión con células madre y los tratamient­os a pacientes con enfermedad­es de transmisió­n sexual.

La iniciativa muestra claramente el daño que las creencias religiosas causan cuando se introducen al ámbito público. Urge que el Senado, al revisarla, la rechace. Pero más allá de eso, urge que los ciudadanos exijamos a políticos, legislador­es y gobernante­s que respeten y hagan respetar el Estado laico y la separación Estado-Iglesia.

Eso, o tendremos que cambiar el nombre del Paseo de la Reforma a “Paseo del Estado Confesiona­l”.

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LUIS MIGUEL MORALES C.
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