Milenio Monterrey

Coco y Abuelitali­nda

- Alvaro.cueva@milenio.com Luche por verla, su corazón se derretirá desde el segundo uno.

ué cosa tan más hermosa es la película Coco de Pixar distribuid­a por Disney.

Jamás en mi vida pensé que una compañía estadunide­nse fuera capaz de crearle semejante poema de amor a México y menos durante la administra­ción de Donald Trump.

¿Cuál es la nota? Que ahora sí nuestro Día de Muertos se va a terminar de posicionar en los mercados globales como una de las fiestas más hermosas y rentables del mundo.

Primero fue con James Bond. Ahora es las enormes audiencias familiares e infantiles.

No se sorprenda si el próximo año el Gobierno de la Ciudad de México se inventa un evento público a partir de esta cinta, como cuando comenzó a hacer el ahora espectacul­ar desfile de Día de Muertos.

No se sorprenda si el próximo año, en otras poblacione­s de otras culturas, la gente comienza a ponerle ofrendas a sus muertos con fotografía­s, flores, comida y bebida.

Yo, como miles de mexicanos que pagaron su boleto el pasado fin de semana, estoy muy conmovido y agradecido con Pixar y Disney por haberse animado a contar esta historia que no es la primera ni será la última sobre esta clase de temas.

Acuérdese de El libro de la vida. La cuestión aquí es la dulzura, el amor y el respeto con que se trataron muchos aspectos de lo que el mundo conoce de nuestra cultura.

Desde las ofrendas del 2 de noviembre hasta la figura de Frida Kahlo pasando por los luchadores, la música popular, los alebrijes, los cenotes y el cine de la época de oro. Ya no somos el país donde bailaba flamenco con su novia Rosita.

Ahora somos México, un lugar donde los valores, la magia y las tradicione­s se funden hasta crear familias sólidas dirigidas por mujeres entrañable­s que luchan por combatir la figura del padre ausente.

Somos ese lugar con memoria donde las fiestas tienen una razón de ser, donde las nuevas generacion­es luchan por la justicia y por convertir sus sueños en realidad.

Somos lo que muchos de nosotros ni siquiera hemos querido reconocer pero que llevamos en nuestros corazones y sacamos con orgullo en los momento difíciles.

Somos un país unido por la muerte pero también por la vida, por el amor y por la eternidad. Somos Coco.

Por si todo esto que le acabo de decir no fuera suficiente, esta película es un prodigio de la cinematogr­afía de hoy plagada de inmensas aportacion­es técnicas, estéticas y de doblaje.

Por lo que más quiera en la vida, luche por verla. Su corazón se derretirá desde el segundo uno, cuando comience a escuchar la música de Disney al ritmo del mariachi.

Gracias a todos y cada uno de los que participar­on en la producción y adaptación al español mexicano de esta obra de arte. ¡Gracias! De veras. El jueves pasado tuve el honor de ser invitado a una cena de gala en donde el canal El Gourmet le rindió homenaje a tres ancianitas mexicanas, como Coco, pero del mundo real.

Eran señoras como doña Lidia de Chiapas, doña Raquel de Oaxaca y doña Cheli de Yucatán, vestidas con los más hermosos trajes típicos que usted se pueda imaginar, acompañada­s por diferentes miembros de sus familias.

Estas tres maravillos­as mujeres no son estrellas del espectácul­o, personalid­ades del mundo político o poderosas empresaria­s. Son abuelas, abuelitas mexicanas.

¿Y? Pues que El Gourmet sabe que nuestras abuelas son las poseedoras del verdaderos legado gastronómi­co de nuestra na- ción y que con sus manos están transmitie­ndo uno de los más hermosos legados de sabores de todo el mundo.

Los ejecutivos, talentos y productore­s de este importante canal de televisión de paga entienden, como Pixar y como Disney, que nuestras abuelas son el eje de nuestras familias, de nuestra vida, de nuestra cultura.

Como alguna vez se lo escribí en esta columna, ellos tienen un programa titulado Abuelita linda que, con mucho corazón y la afortunadí­sima presencia de la periodista española Verónica Zumalacárr­egui en la conducción, visitan los hogares reales de nuestras abuelas.

El resultado es una joya donde no hay manera de no sollozar de la emoción, un éxito internacio­nal indiscutib­le de ventas, de audiencias y a nivel artístico.

Doña Lidia, doña Raquel y doña Cheli fueron las abuelitas que miles de personas eligieron por internet como las más populares de esa emisión. ¡Y no sabe usted qué reinas!

Y no sabe usted, insisto, qué experienci­a tan más luminosa fue conocerlas y, al igual que las cabezas de El Gourmet, como Mandi Ciriza, homenajear­las por sus guisos, por la manera como han mantenido unidas a sus familias y por todo lo que representa­n para nuestras cocina, patrimonio intangible de la humanidad.

Gracias, amigos del canal El Gourmet, por permitirme estar ahí. ¡Gracias, abuelitas, por existir! Las queremos, las admiramos y las respetamos.

Por favor busque todo lo que pueda de Abuelita linda de El Gourmet. Le va a encantar. De veras que sí. e aplaudo con respeto a la actriz mexicana, porque no tiene nada más que ganar que la verdad y apoyar a muchas otras mujeres con expresarse en este momento, como lo hizo con nuestro amigo Javier Poza, sobre el hecho de que sí había sufrido acoso sexual en el mundo del cine mexicano. Karla ya tiene una carrera exitosa, tanto en México como en Estados Unidos, y definitiva­mente no llegó a ello por los mismos canales que la mayoría de las actrices mexicanas. Lo cual todavía hace más tremenda su declaració­n, porque del mundo del cine nacional no había secretos a voces como en la televisión de los años 70 u 80… en general. Y como ya vimos con Rose McGowan y Ashley Judd, quienes básicament­e están generando una revolución en Hollywood para que se respete a la mujer, en nuestro país hace más falta que nunca.

¿Son los mismos mecanismos? ¿Las mismas fuerzas siniestras que operan en las dos industrias? En gran parte en México es peor, porque la cultura del “macho a cargo” ni siquiera se considera cuestionab­le. La mujer desechable. Cuántas veces hemos escuchado “si quiere ser actriz, pues ese es el precio a pagar”.

Solo que no, no y no 10 mil veces. Las verdaderas actrices son artistas con algo que decir, talento y una profunda sensibilid­ad. No están vendiéndos­e al mejor postor. No están siquiera buscando la fama (aunque suele ser una herramient­a útil y una pesadilla a la vez). Y aunque fuera el caso, todas esas mujeres que se han hecho famosas o que tuvieron que aguantar insinuacio­nes y agresiones sexuales simplement­e por creer la fantasía que veían en la televisión desde niñas, que ahí estaría una vida mejor, no deberían pagarlo con su dignidad, cuerpo ni tolerancia.

Karla es fuerte y puede decir: “Yo también”, como esperábamo­s que alguna mexicana lo hiciera. Porque no se engañen, esto no es un tema de Hollywood. Ni siquiera es un tema del espectácul­o. Pasa en todos lados. Solo que, como dijo Rose en su discurso en el congreso de Mujeres en California este fin se semana: “Este es el espejo de cómo nos vemos como mujeres, gays, hombres, transexual­es”, lo que seamos. La percepción generaliza­da suele crearse en la pantalla. Ahora múltiples pantallas.

Lo sorprenden­te es que no haya miles de historias más así. Lo impresiona­nte es la cantidad de gente que se requiere para el silencio. El balance de poderes que tarde o temprano se desplomará. Y con todos los cambios en nuestra industria, no me cabe la menor duda de que es un momento interesant­e para ello. Pero ahora empezamos la semana esperando ver si hay muchas más mujeres mexicanas diciendo “Yo también” y si habrá nombres en específico, que sean señalados. Es increíble, porque en sistemas como los que hemos tenido las últimas décadas para el entretenim­iento todo este asunto era un secreto a voces, mucho más descarado. Pero al mismo tiempo, el balance de poder protegía a los depredador­es. Muchos deben estar aterrados. ¿Y saben qué? Hacen bien.

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