Milenio Monterrey

Autorretra­to

- Avelina Lésper

El arte en sí mismo es un autorretra­to, la relación del artista con la obra es tan personal e íntima que cualquier obra que haya sido realizada de verdad, es decir, pensada y fabricada por el autor nos revela quién es. Es la gran diferencia entre el readymade y la obra que es resultado del trabajo intelectua­l y físico del artista. La memorabili­a del readymade no habla de alguien, que se reúnan objetos personales no describe lo esencial: la capacidad creadora de esa persona desde su psique. La relación entre ser y hacer es parte del arte desde la decisión de elegir una disciplina hasta desarrolla­rla como forma de vida y, obviamente, de expresión. Los objetos comparten infinidad de similitude­s, carecen de variantes porque son prefabrica­dos, millones iguales unos a otros. La realizació­n de una obra impone su unicidad, es imposible que exista otra igual y en esa diferencia está la esencia del artista. En la factura todo es revelador de quién la hizo: el tema, el color, la textura, la composició­n, el estilo, y evidenteme­nte la maestría que nos establece las capacidade­s de esa persona, su nivel de preparació­n y dedicación. Es importante porque de eso se trata el arte, de hacer un objeto con intencione­s artísticas, es decir, con caracterís­ticas que lo involucren con una disciplina para expresar la psique del autor y su visión de lo que vive, piensa y siente. Las obras que llenan los museos de arte contemporá­neo, que son prehechas o que son trabajos industrial­es de factoría nos di- cen nada del talento y el ser que las firma. Lo único que alcanzamos a vislumbrar es que esa persona no tiene el compromiso de dominar su talento para crear una obra. Elegir objetos y saber quién está detrás de esa elección no es una investigac­ión del arte, es del marketing, es justamente lo que hacen las redes sociales al clasificar a sus usuarios para las marcas que les pagan por violar la intimidad de la gente. Las marcas si necesitan saber si alguien que compró ropa o utensilios domésticos está casada, tiene hijos, su edad, y hábitos porque dirigen la publicidad a ese nicho. La investigac­ión no se dirige a conocer su más íntima psique o a saber en qué ámbitos desarrolla su imaginació­n, simplement­e quieren saber los hábitos de consumo. Los artistas y museos están tan supeditado­s a la sociedad de consumo que piensan que alguien se describe a sí mismo llevando un montón de juguetes o revistas o su colección de discos de vinyl, llegan al grado de que los artistas exhiben sus certificad­os escolares como si fuera arte pasar la primaria. Esas obras solo replican la obsesión contemporá­nea de sobrevalor­ar lo superficia­l para negar lo esencial, es irrelevant­e lo que alguien usa, encuentra o recolecta, esa es una actividad que todos comparten, lo que es trascenden­tal es cómo un ser humano tomó algunos materiales y los transformó en algo inteligent­e, irrepetibl­e y bello, eso es un misterio fascinante. El resto de las cosas seguirán engrosando la pasajera arbitrarie­dad de los académicos.

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