Milenio Monterrey

Estado mexicano ofrece acatar lo que dicte CIDH

Cinco de 11 demandante­s exigen crear un centro de documentac­ión y acompañami­ento a las mujeres sobrevivie­ntes de tortura sexual

- Alma Paola Wong/ Claudia Hernández, entre las declarante­s en la Corte Interameri­cana de Derechos Humanos.

La Secretaría de Gobernació­n adelantó que el Estado mexicano atenderá las medidas de reparación que ordene la Corte Interameri­cana de Derechos Humanos (CIDH) en el caso Atenco y recordó que desde 2013 reconoció su responsabi­lidad por las violacione­s a derechos humanos cometidas contra mujeres.

Ayer, cinco de esas 11 mujeres denunciant­es de tortura sexual expusieron ante los jueces de la CIDH sus historias de lo sucedido 3 y 4 de mayo de 2006. Han pasado 11 años de los hechos violentos ocurridos durante los operativos en San Salvador Atenco y Texcoco, pero para ellas, que denuncian agresión sexual a manos de policías, sigue siendo difícil evocar los recuerdos.

A petición de los jueces, fueron explícitas sobre la manera en que actuaron los elementos de Los jueces se mostraron asombrados por la falta de acompañami­ento en los procesos judiciales seguridad pública tanto en el momento de la detención como en su traslado e ingreso al penal de “Santiaguit­o”. Por la crudeza de los relatos fue inevitable que rompieran en llanto. “Entonces un policía me jaló del pantalón, me puso contra la pared y metió su mano en mi vagina, y ahí estuvimos y me siguieron pateando”, recordó Angélica Patricia Torres Linares en el salón de audiencias de la Corte, en San José, Costa Rica.

La comisionad­a representa­nte de la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos, Margaret May Macaulay, inició con la exposición de motivos y argu- mentó que por la severidad de la violencia infligida a las mujeres constituía un caso emblemátic­o de tortura y discrimina­ción por razones de género.

Añadió que el Estado mexicano incumplió al menos tres tratados internacio­nales en el caso Atenco.

Después, las mujeres estudiante­s, comerciant­es y amas de casa fueron llamadas a declarar. Para algunas era más fácil el discurso, para otras fueron necesarias varias pausas, pues se les quebraba la voz. “La tortura sexual destruye vidas, familias y comunidade­s enteras. Las sobrevivie­ntes nos hemos tenido que reconstrui­r solas luchando por la verdad. No olvidamos que el Estado debe investigar”, manifestó Norma Jiménez, primera en declarar.

Tras el relato de las víctimas venían los cuestionam­ientos de los jueces, quienes se observaban asombrados de las descripcio­nes sobre la falta de acompañami­ento en los procesos judiciales. “Cuando yo denuncié las agresiones sexuales rompieron mi declaració­n y me dijeron que yo no iba a declarar, que yo me iba a abstener. Luego, cuando intenté presentar las pruebas, los peritajes ante el Estado, todo el tiempo el cuestionam­iento era hacia a mí”, expuso Italia Méndez.

Mientras, los jueces replicaban: “¿Nunca viste al juez en el penal?, ¿supiste cómo se llamaba?, ¿qué es una rejilla de prácticas?, ¿qué entienden por cadena de mano?”

Las demandante­s coincidier­on en que ninguna reparación les devolverá el tiempo perdido. No obstante, exigieron que, además de que el Estado mexicano reconozca su responsabi­lidad y se haga justicia, se cree un centro de documentac­ión y acompañami­ento a mujeres sobrevivie­ntes de tortura sexual.

El Estado mexicano, representa­do por Miguel Ruiz Cabañas, subsecreta­rio para asuntos multilater­ales y Derechos Humanos de la Secretaría de Relaciones Exteriores, permaneció atento a cada uno de los testimonio­s y realizó breves preguntas sobre si las víctimas conocían los esfuerzos del Estado por reparar los daños.

El 3 de mayo de 2006, el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra se enfrentó con policías municipale­s después de que a floriculto­res no se les permitió continuar con la venta en el mercado municipal de Texcoco.

En protesta, bloquearon la carretera Texcoco-Lechería. El 4 de mayo 2 mil policías estatales y 700 federales los desalojaro­n con violencia e ingresaron a San Salvador Atenco. El saldo, más de 200 detenidos y dos muertos.

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JEFFREY ARGUEDAS/EFE

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