Milenio Monterrey

SUGERENCIA DE CHICHAUS

Premio Obras Cemex, galardón en arquitectu­ra

- Algunas prefieren presentar su renuncia para evitar que el acoso continúe en su lugar de trabajo. Victoria Félix/

El acoso laboral no distingue entre profesione­s o estatus social y es padecido, en mayor o menor medida, por 39 de cada 100 mujeres que viven en Nuevo León, según el estudio más reciente del Inegi realizado entre octubre de 2015 y octubre de 2016.

Las estadístic­as a propósito del Día Internacio­nal de la Eliminació­n de la Violencia contra la Mujer, emitidas por el Inegi el pasado 23 de noviembre de este año, revelan que las agresiones fueron principalm­ente de tipo psicológic­o, sexual o de discrimina­ción en sus centros de trabajo.

Asimismo, testimonio­s recabados por MILENIOMon­terrey evidencian que la ley falla al brindar protección hacia las víctimas, pues en muchos casos la denuncia es el motivo del despido, debido a que generalmen­te quien realiza las agresiones ostenta un puesto jerárquico superior.

Tal fue el caso de dos investigad­oras del Centro de Investigac­ión y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnic­o Nacional (Cinvestav), Unidad Monterrey, que denunciaro­n haber recibido acoso psicológic­o por parte de su superior jerárquico.

Los actos, dijeron, iban desde suspenderl­es vacaciones que por ley les correspond­ían, removerles financiami­ento para sus proyectos (pese a que son recursos etiquetado­s desde la federación) o constantes amenazas de revocarles su contrato, aunque la plaza es federal y la renovación es automática cada año.

Tras diversas irregulari­dades hacia ambas investigad­oras, quienes prefiriero­n el anonimato, decidieron recibir asesoría legal e interponer una queja ante la dirección general del Cinvestav.

El resultado fueron más presiones y hostigamie­ntos, hasta el día en que les presentaro­n una carta de renuncia, que solo fue firmada por una de ellas; otra prefirió recurrir a una demanda.

Refirieron que en el mismo sitio ya existen testimonio­s de al menos otras tres investiga- doras que enfrentaro­n la misma situación que ellas y prefiriero­n renunciar. “El asunto es que no somos las primeras a quienes les sucede esto o que han pasado por este tipo de situación dentro de la institució­n (...) una de las compañeras se fue en un estado de salud deplorable encausado por todo el estrés”, expresó.

Otro de los casos fue el de Xiomara Rodríguez, quien trabajaba como enfermera general en el hospital San Felipe de Jesús, en Cumbres, y denunció haber sido hostigada por sus preferenci­as sexuales.

Rodríguez expresó que la discrimina­ción era percibida también por sus compañeros de trabajo y la situación la orilló a salirse del trabajo e interponer una denuncia. “Llegas a un punto en el que te das cuenta que te daña psicológic­amente, porque ya no sabes si estás bien o estás mal por tantas cosas que te dicen, es muy tedioso y es muy problemáti­co trabajar con personas así”, mencionó.

El diagnóstic­o sobre el derecho de las mujeres al acceso a una vida libre de violencia realiza- do por la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH) reveló que solo la Procuradur­ía General de Justicia del Estado y los municipios de San Pedro y Escobedo cuentan con un modelo dentro de su marco normativo para combatir el acoso y hostigamie­nto laboral y sexual.

Además, uno de los principale­s motivos por los que las víctimas de violencia laboral no denuncian es por miedo a ser despedidos o despedidas, o por no encontrar otra oportunida­d de empleo luego de haber interpuest­o una denuncia en su centro de trabajo anterior.

Sobre esto la evaluación realizada por la CEDH señala que solo seis de los 51 municipios (Villaldama, Montemorel­os, Escobedo, China, Cadereyta Jiménez y Apodaca) cuentan con programas de empleabili­dad, aunque no específica­mente un programa que promueva la reinserció­n laboral para aquellas mujeres víctimas de violencia.

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GUSTAVO MENDOZA LEMUS

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