¿Ciencia para qué?
2 017 fue un año pavoroso para la ciencia en México”, se lamenta Elías Camhaji en un interesante reportaje (“La ciencia, la oportunidad que México ha dejado pasar”) publicado el viernes pasado en el diario español El país.
Se refiere a la situación, comentada aquí la semana pasada, de que durante el actual sexenio, y a pesar de la promesa presidencial de incrementar el presupuesto en ciencia y tecnología hasta 1 por ciento del PIB, como manda la ley, dicha inversión, aunque aumentó 40 por ciento en los tres primeros años, quedó luego estancada en 0.54 por ciento de lo prometido.
Camhaji entrevista a líderes del sector científico mexicano que insisten en la importancia del desarrollo del sistema científico-tecnológico-industrial para el progreso y bienestar del país. “Ningún político negaría la importancia del conocimiento para el desarrollo del país, es incontrovertible”, afirma Juan Pedro Laclette, de la UNAM.
El escenario se agrava porque en 2017 el gasto en ciencia sufrió un fuerte recorte, que ha repercutido en universidades y centros de investigación, y muy señaladamente en el Conacyt. Como informa Esteban Illades en MILENIO Diario, también el pasado viernes (“La crisis de las becas de Conacyt”), el recorte ha provocado que esta institución deje de cubrir sus obligaciones con estudiantes becados en el extranjero, sobre todo con retrasos en el depósito de las becas y el pago de colegiaturas de sus universidades. Se trata de una situación gravísima.
En este contexto, surge la pregunta de qué función pueden cumplir las columnas, artículos y secciones de divulgación científica, como ésta que lee usted, en medios como periódicos, radio, televisión e internet.
Además de su función periodística de informar sobre los nuevos descubrimientos científicos y desarrollos tecnológicos, y de promover la discusión sobre cuestiones de política científica como las mencionadas arriba, ¿ayudan en algo espacios como éste al desarrollo de la ciencia y tecnología del país o a mejorar el nivel de vida de sus ciudadanos?
Yo argumentaría que sí. No solo al proporcionar a los ciudadanos la información que requieren para formarse opiniones bien fundamentadas y para tomar decisiones responsables. También porque forman parte de la labor, mucho más amplia, pero también más borrosa, de difusión cultural. En particular, creo que la difusión de la cultura científica ayuda a propagar, en la compleja red de memes (en el sentido original de Richard Dawkins: ideas que circulan, compiten, se reproducen y mutan en los cerebros de una población) que conforman nuestra cultura, aquellos que tienen que ver con una visión del mundo que incluye el enfoque científico: racional, basado en evidencia y argumentos lógicos, y sujeto a discusión, verificación y corrección continua. En la divulgación científica no se trata de enseñar ni de convencer a nadie, sino de que las ideas científicas se esparzan y formen un terreno fértil donde, con el tiempo, el ciudadano promedio, pero también los funcionarios, gobernantes, empresarios, líderes de opinión y tomadores de decisiones, vayan teniendo claro que el apoyo a la ciencia y tecnología es parte del futuro deseable para nuestra nación. Lo malo es que, por lo visto, falta mucho para lograrlo. Ojalá el próximo sexenio tengamos mejor suerte.