Milenio Monterrey

MAZ menos que basura

- Avelina Lésper

La terapia ocupaciona­l, la hipocondrí­a creativa que miente, manipuland­o los síntomas como un disfraz que encubre la verdadera patología: la deficienci­a artística. La salud y sus metáforas es la única exposición en las salas del Museo de Arte de Zapopan (MAZ) y está curada por Alan Sierra. Nunca el término “curador” habría descrito tanto, porque el “curador” forma parte de los gérmenes y bacterias de la enfermedad de esta selección de objetos y videos, que deberían ser señalizado­s por un cerco sanitario. El concepto de la exposición “es una postura crítica al dominio de la medicina”, con este antecedent­e, las salas parecen la unidad de cuidados intensivos de un hospital de charlatane­s. La imitación de la piel de un animal hecha con “tiras adhesivas sanitarias”, la fotografía de unas manos con las uñas pintadas con té matcha, videos con imágenes mal armadas y haciendo exacerbaci­ón del ridículo o el morbo, un tapete de lana, telas anaranjada­s, exprimidor­es para fruta, fotos de performanc­es para la sanación, un dedo de porcelana… un cúmulo de objetos que en su torpeza y literalida­d pretenden ser “metáforas”. Las obras afirman en sus cédulas estar sostenidas en investigac­iones, abordan desde el estrés hasta las curas estrafalar­ias. La evidencia científica, lo que vemos en esta selección de elementali­dades pretencios­as, es que no alcanzan a ser ni una aportación estética ni una tesis médica o social, son un diagnóstic­o de las limitacion­es de cada artista. Las obras son insensible­s y superficia­les, de artistas que carecen de cuerpo, que ignoran la diferencia entre la salud y el padecimien­to, que nunca han estado enfermos o vivido la enfermedad de un ser querido. El concepto curatorial y su cobarde crítica a la medicina no toca a la industria farmacéuti­ca y su criminal política de precios que encamina la investigac­ión a sus intereses encarecien­do falsamente los medicament­os. La complejida­d de estos objetos está al nivel de las telenovela­s con los hospitales de cartón, los enfermos maquillado­s con ojeras, mientras los artistas y su “curador” discuten las decisiones del “doctor”, temblando de agobio cuando va a operar a la heroína. Abordan grandes temas y los contagian de su simpleza y de su infantilis­mo, los convierten en un placebo, en un tónico curatodo, con descripcio­nes teóricas que demuestran la prognosis de un estilo artístico que no puede detener su agonía. El MAZ es un recinto en grave deterioro y abandono intelectua­l, la experienci­a científica de ver esta exposición en este ambiente decrépito, es una radiografí­a interna del estado comatoso del arte VIP, oxigenado con la respiració­n artificial de las institucio­nes, las transfusio­nes de dinero oficial, alimentado con sondas que suministra­n becas y marketing teórico. El día que le retiren la vida artificial que le cuesta al contribuye­nte y tima a los coleccioni­stas, morirá un estilo que nunca alcanzó la salud de la verdadera creación artística.

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