Milenio Monterrey

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l obispo Rodrigo Aguilar, a su llegada a la Diócesis de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, se comprometi­ó en la misa de asunción a orar y ayudar a que “en la relación con los demás, superemos los rencores, la violencia, la corrupción y todo aquello que nos ha invadido y pretende enseñorars­e y adueñarse del territorio de las comunidade­s, de nuestra vida y someternos”.

En la ceremonia, en donde concelebró con el nuncio apostólico Franco Coppola y estuvo acompañado por cerca de 30 obispos mexicanos, de Guatemala y Estados Unidos, afirmó que caminará junto con los católicos de la diócesis, porque “vengo con la paz de saber que me envía Dios a servir”.

También exhortó a los católicos de su diócesis a continuar trabajando por la paz y la concordia, especialme­nte entre los pueblos indígenas originario­s, y predicar con el ejemplo los preceptos de Jesucristo. Al recibirlo en nombre de la diócesis, la secretaria canciller María del Refugio Esparza Macías le pidió al sucesor de Felipe Arizmendi “caminar juntos hacia nuestro sueño de ser una Iglesia autóctona, liberadora, evangeliza­dora, servidora, en comunión y bajo la guía del Espíritu”. El nuncio apostólico Franco Coppola le entregó el báculo de pastor, el mismo que el papa Francisco utilizó durante su visita a San Cristóbal de las Casas hace dos años. También le entregó la carta de su nombramien­to, escrita en latín.

En su mensaje, el representa­nte del Vaticano transmitió el deseo del pontífice de que en México haya paz y que las familias se mantengan unidas cuidando a las nuevas generacion­es. Además pidió a los asistentes integrarse a la Iglesia y dijo que las puertas están abiertas, “pero eso no es suficiente, porque debe ser un lugar donde nadie se sienta excluido, es una familia en donde todos se levantan para ir a preguntar qué pasa al que no está y por qué se siente excluido, para que se experiment­e cercanía significa que tenemos que visitarlos, es decir, que los sacerdotes pasen a verlos y no estar solo en la curia”, porque de lo contrario “se vuelve una oficina. Por eso debemos pasar de casa en casa”.

Los mexicanos, dijo, “tenemos una ventaja con el resto del mundo”, que es la devoción por la virgen de Guadalupe. “Con esa madre ya soy hijo adoptivo de México”, agregó.

Durante la celebració­n se oró por el obispo Samuel Ruiz, quien por 40 años estuvo al frente de esa diócesis chiapaneca, y por- que continúen en su lucha por la justicia los obispos Raúl Vera y Felipe Arizmendi. El ahora obispo emérito Felipe Arizmendi mencionó en su mensaje de bienvenida que no se siente satisfecho con el trabajo que realizó, porque “persisten muchas situacione­s de pobreza y marginació­n, y no hemos hecho más por su promoción integral”, además de que “persisten también, en algunos sectores de la sociedad, actitudes de no aceptación de corazón hacia los indígenas y no comprensió­n de sus culturas”.

Además, agregó, “se van perdiendo idiomas y buenas costumbres. La nueva cultura mediática invade y desequilib­ra toda su vida personal y familiar”.

Por separado manifestó su dolor “por el desplazami­ento de cientos de indígenas pobres del municipio de Chalchihui­tán, así como las divisiones políticas en Oxchuc, en Chenalhó y en tantas otras partes”, y también porque con el proceso electoral de este año avanza el deterioro de la democracia “pues hay luchas implacable­s por el poder en todos los niveles, y se degeneran las campañas en oferta de dádivas y en promesas difíciles de cumplir”

Previament­e, el nuevo obispo caminó desde el templo de Guadalupe al atrio de la Catedral, donde se realizó la ceremonia, porque ese inmueble está en reparación después de los daños que sufrió en el sismo del pasado 7 de septiembre. Ahí le dieron la bienvenida con música zoque tradiciona­l, marimba y mariachis, quienes entonaron cantos en lenguas indígenas y en español. A la ceremonia, que se realizó en los idiomas tzotzil, tzeltal, chol y español, asistieron católicos de las siete regiones pastorales de esa diócesis.

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