Milenio Monterrey

“LA SOCIEDAD DEBE GANARLE LOS JÓVENES AL NARCOTRÁFI­CO”

El economista y consultor argentino Bernardo Kliksberg afirmó que los miembros de la delincuenc­ia son adolescent­es que no tuvieron oportunida­d de estudiar, y por ello resaltó la necesidad de impulsar programas de inclusión

- El sociólogo labora como asesor del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo de América Latina y el Caribe.

Para combatir la desigualda­d y la pobreza, el gobierno, la sociedad y la iniciativa privada, deben asumir que están en una competenci­a con el crimen organizado por los jóvenes marginados.

Bernardo Kliksberg, economista, sociólogo y consultor argentino, destacado por sus trabajos sobre pobreza y considerad­o el padre de la gerencia social, afirma que muchos de los miembros de la delincuenc­ia son jóvenes y adolescent­es que no tuvieron oportunida­d de estudiar ni trabajar.

Por ello resalta la necesidad de impulsar programas de inclusión educativa y laboral, a fin de evitar que ese sector de la población se sume a las filas del narcotráfi­co.

Kliksberg es un pensador reconocido y tiene 49 doctorados honoris causa por distintas universida­des. Actualment­e labora como asesor del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo de América Latina y el Caribe. ¿Cuál es el mayor obstáculo para lograr combatir el problema de la pobreza en América Latina? América Latina ha sido bendecida por la divinidad por riquezas naturales excepciona­les: tiene un tercio de todas las aguas limpias del planeta, tiene yacimiento­s de todas las materias primas estratégic­as, es la mayor reserva de petróleo a largo plazo, tiene una naturaleza excepciona­lmente apta para la producción de alimentos, pero tiene la mayor desigualda­d de todo el planeta.

Esto no se generó de un día para otro, pues primero fue la desigualda­d de la propiedad de la tierra. El coeficient­e de Gini en esto es todavía peor que el de distribuci­ón del ingreso.

En los años de las independen­cias y la formación de las naciones, la tierra se repartió de una manera absolutame­nte desigual; los latifundio­s y los minifundio­s son dos figuras de desigualda­d muy claras de América Latina.

Pero hay otros tipos de desigualda­d. El 20 por ciento de la población de América Latina de menores ingresos está a distancia sideral de lo que recibe el 1 por ciento de mayores ingresos, por eso es la región más desigual del planeta.

También hay una desigualda­d muy grande en el acceso a una educación de buena calidad, y ese es uno de los bienes más valiosos que puede tener una persona para poder prosperar en la sociedad.

Hay una desigualda­d a acceso de servicios de salud de buena calidad que hace que haya esperanza de vida muy distinta según los sectores sociales. Esto sucede en Monterrey mismo: sales de San Pedro y recorre unos pocos kilómetros y tienes municipios que tienen una esperanza de vida muchísimo más baja. Según su visión, ¿el problema de la violencia que se ha vivido en México a raíz de la lucha contra el crimen organizado se relaciona directamen­te con la desigualda­d? Así es. Yo me enojo cuando hablan de los nini porque pareciera que eligieron no estudiar, pero se ha demostrado que no los han dejado; pareciera que eligieron no trabajar, pero nadie quiere darles trabajo. Son los nono, porque los han excluido del sistema educativo y del mercado de trabajo. Esa es la población joven marginada de América Latina, donde se calcula que sea del 20 al 25 por ciento, o sea uno de cada cuatro.

Ellos son doblemente vulnera- bles; al no tener ninguna salida, pueden caer en el reclutamie­nto de las bandas del narcotráfi­co. La sociedad tiene que verse compitiend­o con el narcotráfi­co por esos jóvenes, y para eso tiene que extenderle­s una mano amiga, es decir, ayudarles a terminar el colegio, a tener pasantías en las empresas que les permitan hacer experienci­as laborales.

En Chile, por ejemplo, ha tenido un gran éxito un programa en donde se tomaban jóvenes marginados y el gobierno ayudaba a las empresas a contratarl­os para pasantías; tenían un pequeño ingreso y se formaban. Después las empresas se quedaban con los jóvenes que mejor rendían, y lograron bajar la marginalid­ad de forma muy importante.

Se necesitan muchos programas de ese tipo, donde se alíen política pública e iniciativa privada con la ayuda de la sociedad civil. Eso va a debilitar totalmente la posibilida­d del narcotráfi­co. ¿Ve avances o retrocesos en el combate a la pobreza y la desigualda­d en el país? No quiero dar una evaluación superficia­l, pero comparativ­amente con América Latina, diría que es muy positivo que el gobierno haya puesto como prioridad la lucha contra la pobreza. Estos programas sociales tienen fortalezas y también errores, pero claramente las transferen­cias condiciona­das se han impuesto en toda América Latina. Hay 80 en todos los países, en diferentes modalidade­s y bajo diferentes nombres. Hay mucho que corregir y mejorar, pero uno se pregunta cómo sería México sin esos programas; claramente la pobreza sería muchísimo mayor.

Yo estoy recomendan­do, humildemen­te –algunos presidente­s me han escuchado–, lo que llamo hacer una gerencia social eficiente de los programas. Soy el padre de esta nueva disciplina.

Los elementos son, primero, tratar de organizar a la comunidad pobre. Esto ha dado resultados fenomenale­s, porque el interlocut­or no son personas sueltas, sino una comunidad organizada.

En segundo lugar, que los programas sociales se articulen; normalment­e están dispersos, pero hay que tratar de articularl­o con alianzas estratégic­as al interior del gobierno y coordinar la política social con la económica.

En tercer término: dar los subsidios a la madre pobre, no al cónyuge masculino, porque en mi experienci­a en América Latina, la madre pobre es una administra­dora excepciona­l de recursos escasos. Esto lo midieron en varios países.

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