RICARDO ANAYA, DEL GRAFITI A LAS TRIBUS
En su tesis-libro, el precandidato de Por México al Frente sorprende por la vasta investigación sobre la contracultura y las tribus urbanas; en el prólogo Monsiváis profundiza en los hallazgos del panista sin el humor ni la ironía que lo caracterizaron
El libro, poco más grande que una mano abierta, sorprende por muchas razones: su temática, un prólogo de Carlos Monsiváis, la calidad de la investigación, su profusa bibliografía y hemerografía, sus múltiples testimonios transcritos, sus conclusiones, pero, sobre todo, por su autor: un aspirante a la Presidencia a quien es imposible relacionar con la contracultura.
El graffiti en México. ¿Arte o desastre?, editado en 2002 por la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), es la versión comercial de la tesis El graffiti enMéxico, sus causas, su naturaleza jurídica, la problemática social que engendra y lo que algunos han hecho intentando erradicarlo que ese año le dio el título de licenciado en Derecho por esa institución a Ricardo Anaya Cortés, entonces de 23 años, quien hasta diciembre pasado fue líder nacional del PAN y hoy es precandidato presidencial de una coalición partidista que puso al perredismo a su servicio.
El volumen rústico de 228 páginas, que 16 años después aún puede adquirirse por 100 pesos en su primera edición de 3 mil ejemplares en la librería de la UAQ, se divide en tres partes, más el prólogo de Monsiváis, uno de los más severos y persistentes críticos del PAN por el conservadurismo, puritanismo y homofobia que atribuía a militantes de este partido.
Cuenta con una sección de al menos 30 páginas de fotografías de grafitis y grafiteros de todo el país, un glosario y ocho páginas de bibliografía y fuentes de información, además de cientos de citas de pie de página.
Anaya, aspirante único a la candidatura de Por México al Frente, que agrupa por primera vez en la historia a PAN (derecha) y PRD y Movimiento Ciudadano (izquierda) en una coalición para elecciones presidenciales, a celebrarse el próximo 1 de julio, en su tesis-libro no solo se limita al enfoque jurí- dico del tema del grafiti, la mayor parte del volumen se apoya en la sociología, las artes gráficas, la contracultura, la música urbana, la historia y aun el periodismo.
En su tesis-libro, Anaya (Querétaro, 25 de febrero de 1979) desbanca mitos sobre los grafiteros, analiza las razones por las cuales se les vincula con la criminalidad y los deslinda en los hechos; explora su música, vestimenta, nombres y lenguaje como un forense a la víctima en una autopsia. Desestima los esfuerzos por erradicarlos o controlarlos y desmenuza el oportunismo político sobre ellos.
Marca la distancia entre tribus urbanas como cholos o chavos banda con los autores del grafiti; a estos últimos también los deslinda de ilícitos como el tráfico de drogas o la inseguridad. Analiza los valores éticos y estéticos de los grafitis y de sus autores, los taggers.
“Anaya es reportero, cronista y ensayista, porque así lo demanda la escasísima documentación sobre
La mayor parte del volumen se apoya en la sociología, las artes gráficas, el periodismo...
Cita lo mismo a Octavio Paz y José Agustín que a europeos y anglosajones, pero jamás a Monsiváis
el tema. Recorre el país y la Ciudad de México y advierte lo evidente: la mexicanización del proceso de americanización”, escribe Monsiváis en su prólogo “El graffiti: la muy (secular) escritura en la pared”. “(…) Anaya ve en el estilo (de los grafiteros) ese momento en que el placazo regresa a sus autores convertido en algo parecido a la autobiografía visual”.
El cronista y autor de Amor perdido profundiza en los hallazgos de quien ya entonces era un cuadro juvenil panista en Querétaro: “En este movimiento del muralismo anónimo, los Diegos y los Siqueiros y los Orozcos despliegan a la vez su carencia de ambiciones de eternidad y su acatamiento de las reglas del juego. Al desentrañarlas, Anaya capta el extremo estilístico de un sector juvenil y también, más allá de los acercamientos sociológicos, observa los orígenes y el ritmo de desenvolvimiento de un fenómeno en primera y última instancia estético”, sostiene.
“ElgraffitienMéxico… se centra en los vínculos entre las aspiraciones de belleza y la vida acosada y sin estímulo de los círculos de pobreza”, añade un Monsiváis curiosamente sin el humor, ni la ironía ni el sarcasmo que lo caracterizaron en toda su obra. Con Anaya sí fue serio.
“Anaya pertenece, y de modo muy eficaz, a la nueva generación de investigadores convencidos de la renovación perpetua de las ciudades y las megaciudades, y de la originalidad o al menos la inmensa vitalidad de los movimientos y las experimentaciones que se dan sin que lo advierta el mainstream, esa corriente central tan consagrada al asombro de enfrentarse a diario a lo mismo de idéntica manera. Su tema, el graffiti, es interesantísimo y ubicuo, expresa al mismo tiempo el respeto por la estética distinta y la falta de respeto por la propiedad privada; despliega el conocimiento instalado del diseño gráfico y se ufana del libre vuelo de las mitologías instantáneas; es constructivo y vandálico”, dice Monsiváis, fallecido en 2010, tres años antes de que Anaya se convirtiera en funcionario del gobierno de Felipe Calderón y en diputado federal.
Anaya cita lo mismo a Octavio Paz y José Agustín que a europeos y anglosajones, revistas y conferencias de contracultura, grabaciones y entrevistas. Curioso, jamás cita a Monsiváis.
Sorprende la vasta investigación del panista y su sensibilidad para analizar la contracultura y las tribus urbanas. Tal vez, solo tal vez, su tesis le haya servido para encantar a las tribus del PRD.