El psicoballet, danza para la inclusión
El arte es usado para que quienes tienen ciertos padecimientos descubran su cuerpo y su talento, además de fomentar la solidaridad y el respeto
Con coreografías originales y la ejecución de gráciles movimientos a pesar de la discapacidad, el psicoballet se ha convertido en una manera de incluir en la danza a quienes padecen sordera, ceguera, autismo, parálisis cerebral y discapacidad intelectual y motriz.
La compañía Danza Contemporánea Inclusiva es un proyecto que inició en 2008 bajo la dirección de la psicóloga y maestra en danza Lorena Nieva. Ella se enfocó en mujeres de la tercera edad, jóvenes y niños con discapacidad para atenderlos mediante la metodología del psicoballet cubano originado en 1963, y que desde 1984 llegó a México. “No solo es hacer bailar a una persona, sino generar un proceso de observación y evaluación para saber si hay un resultado en el cumplimiento de objetivos autísticos, psicológicos y artísticos. Eso genera que el método sea diferente a otras terapias artísticas”, dijo Nieva a MILENIO.
La compañía ya tiene 30 bailarines con y sin discapacidad de diversas edades en la CdMx y Puebla. “Se hacen intercambios para que los participantes de ambas ciudades estén en contacto, ya que en ensayos es difícil tenerlos a todos reunidos, porque hay alumnos con diversas discapacidades. Se busca priorizar el respeto: el psicoballet procura la no competitividad y generar la solidaridad”, comentó Nieva. “La danza carece de experiencia tanto en la exploración y descubrimiento del cuerpo como en las posibilidades de desarrollo de una persona con o sin discapacidad. Para mí el psicoballet es un puente; se puede pensar que se queda solo en lo artístico, pero considero que también es un puente psicológico y social. Hay conexiones que se van generando y eso permite una propuesta de alimentación artísticamente exponencial del participante y también la posibilidad de descubrir su talento.
“En las clases estamos la profesora de ballet y un observador que tiene guías para revisar los avances y retrocesos en los aspectos físico, conductual, social y artístico”.
La compañía trabaja también con la Casa Hogar para Niñas Invidentes de la CdMx, en la que han fortalecido el proyecto Danza en la Oscuridad, que usa el psicoballet en personas ciegas. “Ellas no pagan nada, solo se les pide a las directoras que si las niñas van a bailar, pues que nos apoyen con vestuarios, zapatillas y uniforme”, expresó Nieva, quien dijo que el grupo ha tenido presentaciones en Puebla.
La encargada de la casa hogar, la madre Paz, expresó que con el psicoballet las niñas “se muestran con mayor seguridad al caminar, tienen mayor orientación y ubicación espacial. Aquí pueden ingresar niñas desde los tres hasta los 18 de años de edad; pero si ellas siguen estudiando o quieren continuar con una carrera, pueden permanecer en la casa hasta que terminen”.
Falta de espacios
Nieva expresó que cuando una persona ciega solo mueve sus brazos o sus piernas es porque tiene claras ciertas indicaciones, ya que “muchas veces, al perder la vista, el cuerpo se robotiza”, pero las señales le permiten estructurar su cuerpo junto con la exploración del movimiento.
Así ocurre con Rutilo Michimani, de 54 años, quien dejó la abogacía tras perder la vista, con lo que se sumó a los 7.1 millones de personas con discapacidad que viven en México, según datos del Inegi de 2014. Él lleva casi dos años en la compañía. “Empezamos con el calentamiento, y después la maestra nos dice qué hacer a nivel alto, medio y bajo. Ensayamos las obras Otro cielo y Bailando en la oscuridad. Cada uno de nosotros tiene un pedazo de tela que utilizamos en la danza con movimientos sostenidos”.
El grupo usó el poema de Mario Benedetti “Otro cielo” para realizar su puesta en escena. La compañía se divide en tres grupos y cada uno escenifica su danza: “Yo he tenido mucho miedo a la muerte. Para mí es bailar con la muerte y atacar ese temor mediante la danza”, contó Michimani.
El abogado comentó que de la presentación del grupo en el Teatro Principal de Puebla surgió una invitación de Cuba, pero por falta de recursos no pudieron asistir. No cuentan con apoyos y diversos espacios públicos les han sido negados, por lo que para ensayar tienen que acudir a diferentes lugares. “Queremos demostrar que no somos invisibles”, concluyó Michimani.