Salud e ignorancia: peligrosa combinación
Una de las principales obligaciones de un gobierno es garantizar la seguridad de sus habitantes. Y la salud es parte fundamental de ella. Un gobierno responsable garantiza el derecho a la salud y vela por ésta mediante un sistema público, leyes en la materia, campañas de vacunación, acceso a medicamentos y regulación de éstos, y una inmensa serie de medidas más.
Por eso es preocupante ver que se presenten en la Cámara de Diputados iniciativas como la planteada el pasado 7 de noviembre por el diputado Roberto Cañedo Jiménez, del partido Morena, donde se propone modificar los artículos 6 y 93 de la Ley General de Salud para introducir las llamadas “medicinas alternativas o complementarias”.
Las “medicinas alternativas” son conocidas así precisamente por no ser reconocidas ni aceptadas por la comunidad científica y médica mundial. Y esto no por capricho ni por negocio (como creen los conspiracionistas), sino porque no han sido capaces de demostrar su eficacia bajo condiciones controladas (como todos los tratamientos aceptados por la medicina científica). En el momento que dicha eficacia se demostrara, las “alternativas” perderían su apellido para pasar a ser, simplemente, medicina. La desafortunada iniciativa de Cañedo no es malintencionada: plantea que el Sistema Nacional de Salud regule, opere y genere investigación en torno a estas terapias. Asimismo, requiere que sean reconocidas por la Secretaría de Salud, que supervisará su práctica y sancionará a quienes no cumplan con los estándares que establezca. Igualmente, propone que las autoridades de salud deberán monitorear su pertinencia, seguridad y eficacia. Todo esto es en principio bueno, porque ayudará a regular y meter en cintura a la gran cantidad de charlatanes irresponsables que ponen en peligro la salud de sus crédulos pacientes. Pero todo el planteamiento se derrumba debido al hecho probado de que dichas terapias no son, en realidad, más que seudomedicinas: se estaría estafando a los ciudadanos al ofrecerles subsanar sus déficits en materia de salud con tratamientos que care- cen totalmente de eficacia. Flaco favor le hacen Cañedo, Morena y los diputados al proponer iniciativas como ésta.
¡Mira!
Es triste que lo que debía ser una experiencia gozosa para los ciudadanos, como disfrutar la pista de patinaje instalada por el Gobierno de CdMx en la Glorieta del Metro Insurgentes, que se convierta en una experiencia desagradable y humillante gracias a la falta de previsión de las autoridades y de capacitación del personal a cargo. Fue lo que este columnista y su pareja vivieron el 7 de diciembre: se exige a los usuarios dejar bolsas y paquetes para acceder a la pista, pero no se proporciona servicio de guardarropa ni se garantiza la seguridad de las posesiones personales. Bastó expresar inconformidad ante la medida, antes de acatarla, para ser hostilizados por el personal con cualquier pretexto (usar bufanda, querer tomar una foto, incluso sujetarse del barandal por un momento). El resultado fue que la única pareja del mismo sexo terminó siendo expulsada del local. Además, nadie del personal del Injuve que atiende accedió a identificarse; solo un coordinador parece haber dicho que su nombre era José Luis Armendáriz. Una verdadera lástima.