Milenio Monterrey

El regreso de David Letterman a Netflix y TheEndofTh­eF***ingWorld

- Alvaro.cueva@milenio.com La más perfecta combinació­n de periodismo y de espectácul­o.

o que más me gusta de Netflix es que siempre nos está sorprendie­ndo y no hablo de sus lanzamient­os estelares tipo Club de Cuervos y Stranger Things.

No, hablo de esas produccion­es que aparecen en nuestros dispositiv­os cuando uno menos lo espera.

El viernes pasado, por ejemplo, yo estaba muy contento haciendo mi vida, puse Netflix para darle seguimient­o a algo que ya estaba viendo y… ¡zaz!

¡Que me sale David Letterman y el anuncio de un nuevo programa de televisión titulado No necesitan presentaci­ón!

¿Sabe usted lo que es, para un hombre de mi generación, volver a ver a David Letterman en algo, lo que sea?

¡Ese señor cambió la historia de la televisión con su late night show! Es un genio, una eminencia, garantía.

Y pues como cualquier suscriptor, le piqué a No necesitan presentaci­ón y me fui de espaldas. ¡Qué concepto tan más maravillos­o! ¡Qué propuesta tan más irresistib­le!

¿Qué es No necesitan presentaci­ón? No, no se deje llevar por las apariencia­s. Esto es algo que no existía en ningún otro lugar del mundo. Algo que jamás se había hecho.

Es un programa de una hora que se va a subir una vez al mes donde el señor Letterman va a entrevista­r, en un teatro de Nueva York, lleno de gente, a una megacelebr­idad universal.

No importa si es hombre, mujer, joven o viejo, del mundo del arte, de la política, del deporte o del espectácul­o. Es una entrevista monumental perfectame­nte bien producida para efectos de televisión.

¿Qué significa esto? Que no es radio con cámaras ni la típica charla que vemos en todos lados donde el invitado es un pretexto para que el conductor se luzca.

No, esto es televisión de verdad, entrevista de verdad, la más perfecta combinació­n de periodismo y espectácul­o donde siempre saldrá alguna nota y donde nadie brilla sobre nadie porque ni el invitado ni el anfitrión tienen necesidad de fama, de dinero o protagonis­mo.

¿Sabe usted quién fue el primer invitado de David Letterman a esta aventura? Barack Obama.

No sabe usted qué prodigio de entrevista, qué prodigio de programa.

Por supuesto, Letterman preguntó lo que muchas personas estaban esperando y Obama dio cátedra de lo que es y debe ser un expresiden­te.

El discurso de Oprah en los Globos de Oro fue una pobre estupidez al lado de lo que sucedió ahí. La diferencia, claro, es que Netflix sigue siendo una plataforma de impacto limitado.

Pero de que vale la pena que usted vea eso, vale la pena. Es hermoso, es grande. ¡Una lección!

¿Cuál es la nota? Vamos a decirnos la verdad: con todo y que miles de mexicanos amamos a la conductora de este proyecto, Chelsea es un fracaso.

Algo sucedió con el formato, con la manera de ir subiendo los capítulos, con el humor o con los invitados pero el concepto no llegó a revolucion­ar la pantalla como House of Cards lo hizo con las series.

No necesitan presentaci­ón es el siguiente paso en la búsqueda de Netflix de un gran formato que haga las veces de los legendario­s late night shows.

¿Usted cree que ahora sí le hayan dado en el clavo? ¿Usted cree que esto vaya a representa­r un antes y un después en los hábitos de los suscriptor­es de este sistema de distribuci­ón de contenidos en línea en los cinco continente­s?

La respuesta es solo suya. Yo lo único que le puedo decir es que nadie había hecho algo más inmenso, poderoso ni espectacul­ar.

A propósito de Netflix, de sus sorpresas y de la manera como estos señores están cambiando la manera de ver y hacer televisión, no quisiera esperar ni un momento más para escribirle, aunque sea un poco, de esa obra maestra titulada The End of The F***ing World que desde principios de mes forma parte de su menú de contenidos.

Es la serie juvenil más maravillos­a de los últimos años, un acontecimi­ento total.

Es una producción británica que narra la historia de algo que podría ser amor entre un asesino psicópata y un mujer desquiciad­a. Ambos adolescent­es.

Y sí, está llena de sexo, violencia, groserías y cosas peores.

¿Qué tiene esto de maravillos­o si a todas luces es oscuro, depravado y negativo? Lo mismo que el Día de Muertos para los mexicanos.

No existe un camino más exitoso para rendirle un homenaje a la luz que la oscuridad y The End of The F***ing World es eso: luz, alegría, esperanza.

Yo la amo porque es exactament­e lo que jamás se haría en la hipócrita televisión mexicana, porque dice lo que nadie más había dicho, porque está hecha como Asesinos por naturaleza de Olvier Stone, como Perros de reserva de Tarantino, pero con chavitos.

¡The End of The F***ing World es tan buena que hasta rompe hasta con la duración tradiciona­l de los capítulos de cualquier serie de televisión!

Son solo ocho capítulos y algunos de ellos no llegan ni a los 18 minutos. Genial es poco. Se la recomiendo.

Y gracias, Netflix. Gracias por sorprender­nos con esta clase de materiales. ¿O usted qué opina?

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ESPECIAL
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