Milenio Monterrey

El fin de una era

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a muerte de Rogelio Guerra y María Rubio en menos de 24 horas llegó a cimentar un sentimient­o que desde hace ya un rato vamos sintiendo los que vivimos otros tiempos tanto de la televisión como de México en sí: ahora sí ha terminado una era.

¿Perdón, pero quién podría superar a una villana como lo fue Catalina Creel? Esa sensación de que solo quedaban minutos, tal vez segundos de emoción total antes de que tuviéramos que esperar 23 horas o todo un fin de semana si era viernes, para saber qué pasaría después.

La paciencia, las conversaci­ones, las especulaci­ones. La gente en la calle que inevitable­mente acababa confundien­do al actor con el personaje. La mística alrededor de una industria que era nuestra, era de México para el mundo. Una muy criticada siempre, sí, pero con gloriosos rayos de luz y terror como los personajes que interpreta­ban estos dos actores. Con la absoluta capacidad del público de esa mágica “suspensión de la realidad” por un rato, aunque se notara que la pared de la casa era casi de cartulina. Con todo y la constante indignació­n de los letrados, porque el más grande empresario de la televisión había sido citado diciendo “hago televisión para jodidos”, mientras que millones no se preocupaba­n más que por gozar de su telenovela.

Era un mundo mucho mejor. Era un mundo mucho peor. Culpábamos a un solo partido político por todos nuestros males. Mírenos ahora. Ni quién se salve. Nos quejábamos por la falta de opciones. Casábamos mentalment­e a nuestras telenovela­s con nuestra política. “La gran familia”. Y entonces decidíamos que era cool atacar a la televisora en nuestras con- versacione­s, pero pocos iban al teatro. Que eso nos haría parte de un mejor sistema. Era nuestra versión ancestral de darle con todo a las redes sociales, pero aún sobornar a los policías.

Hoy, cada vez que hablamos o escribimos de algo que tenga que ver con televisión abierta llegan decenas de mensajes casi idénticos que juegan una especie de sarcasmo subdesarro­llado que suele sonar así, “¿Perdón? ¿Qué es eso de la televisión abierta? Yo solo Netflix, Amazon, YouTube”, (pues felicidade­s, pero seguimos viendo la tele, que está muy bien, pero no cambiando al mundo con semejantes declaracio­nes).

Por eso creo que, sobre todas las cosas, hay que destacar que ni el pasado ni el presente son peores. Pero sí hubo y hay personas, talentos y produccion­es que, según su tiempo, sus momentos, y su trabajo, impactaron tanto a nuestras vidas que se volvieron parte de ellas. Ya lo decía ayer, en mi casa no se veían muchas telenovela­s (a menos que mi abuelita “ganara la tele”) pero ¿Un Águila Real? ¿Una Catalina Creel? Privilegia­dos seremos si volvemos a tener personajes con semejante impacto y capacidad de entretener­nos para siempre. Sea el formato que sea. Y sí. Lo dice la loca, siempre obsesionad­a con el Oscar y que casi nunca habla de telenovela­s. ¿En serio? ¿Qué han tenido juntas y juntas y luego más juntas los productore­s de los Premios de la Academia para saber cuánto tiempo es el correcto para burlarse de sí mismos por el error del sobre el año pasado? ¿Qué igual Steve Harvey, conductor de Miss Universo, se dará una vuelta por allá?

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