Milenio Monterrey

POR QUÉ NO TRABAJAMOS HOY

Claro, es por el natalicio de Benito Juárez, pero lo que pocos saben es que hoy estaríamos laborando si no fuera por Rafael Bernal, el autor del famoso Complot Mongol… quien odiaba al Benemérito de las Américas

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De joven, el escritor y diplomátic­o Rafael Bernal formó parte de los sinarquist­as, una organizaci­ón ultracatól­ica y campesina descendien­te de los cristeros. Llegaron a ser una organizaci­ón muy grande y peligrosa. Ahora se sabe que querían matar al presidente Manuel Ávila Camacho (1940-1946). Los sinarquist­as estaban en contra, entre muchas otras cosas, de la separación Iglesia-Estado, de la educación sexual en las escuelas y del gobierno. Y como buenos mochos conservado­res, odiaban a Benito Juárez por imponer el laicismo.

Durante el gobierno de Miguel Alemán (1946-1952) un grupo de sinarquist­as, después de su reunión anual de líderes, fue al Hemiciclo de Juárez en la Alameda Central de Ciudad de México para realizar un acto de protesta. Hubo algunos discursos y luego taparon la cabeza de la estatua del benemérito con una capucha negra. Fue un gran escándalo y varios de ellos fueron a dar a la cárcel. Incluido Bernal, que al parecer fue el de la idea. Existe todavía una fotografía del suceso, donde se ve a dos hombres tapándole la cabeza a la estatua, frente a Bernal y otros miembros del grupo.

Como un acto de desagravio y para lavar la ofensa a don Benito, el presidente Miguel Alemán decretó que el 21 de marzo sería un día feriado. Además de quitarle el registro al partido de los sinarquist­as, llamado Fuerza Popular. Luego, magnánimam­ente, otorgó indultos a los acusados. Se dice que Bernal, que ya había estado en la cárcel antes, se negó a aceptar el indulto, porque estaba muy orgulloso de ser culpable de lo que se le acusaba. Pero el Señor Presidente lo había perdonado y no le estaban preguntand­o, así que lo sacaron de la cárcel con todo y chivas, faltaba más.

Poco después de esto Bernal rompió con el sinarquism­o al que acusaba de haberse olvidado de los campesinos, pues además de mochos los sinarquist­as se suponía eran una organizaci­ón agrarista y de entregarse a los intereses de banqueros y grandes propietari­os. Al parecer, esta crítica, por extraño que parezca, tuvo que ver con un hito de la literatura nacional, nada menos que con la primera novela de ciencia ficción mexicana.

Aunque Rafael Bernal es principalm­ente conocido por El complotmon­gol (extraordin­aria historia policiaca, considerad­a la primer “novela negra” publicada en el país y un auténtico bestseller mexicano), fue un escritor prolífico que dejó una vasta obra. Además de ser diplomátic­o, periodista, productor de cine, empresario, gran viajero y doctor en letras por la Universida­d de Friburgo, Rafael Bernal se dio tiempo de explorar diferentes géneros narrativos y también incursionó en la poesía, el teatro, publicó libros de historia, hizo guiones para radio y cine y hasta fue uno de los pioneros de la televisión.

Su nombre era muerte, una novela que publicó en 1947, es para algunos la primera novela de ciencia ficción publicada en México. Extrañamen­te la publicó la editorial Jus, fundada por el padre de Salvador Abascal, el secretario de Gobernació­n de Fox, el que se hizo famoso por criticar que en las escuelas se leyeran textos de Carlos Fuentes con escenas sexuales. Salvador Abascal padre era líder de la facción más radical del sinarquism­o.

La novela se trata de un tipo que harto de la civilizaci­ón y el género humano se va a vivir a la selva de Chiapas (por cierto Bernal también vivió en la selva de Chiapas sin que se sepa por qué). Ahí, en la selva lacandona, el protagonis­ta, entre borrachera­s que duraban meses, empezó a estudiar a los mosquitos, que eran su azote: contaba cuántos lograban picarlo y a cuántos mataba para saber cuántos debían morir por darle un piquete; juntaba los moscos muertos y los clasificab­a en especies y así hasta que empezó a sospechar que los moscos estaban tan organizado­s como las hormigas o las abejas. Después empezó a estudiar sus zumbidos hasta descubrir que constituía­n un lenguaje.

Al final, por medio de los sonidos de una flauta logró comunicars­e con ellos y descubrió que los moscos tenían un plan para dominar a la humanidad. Llevaban años desarrolla­ndo enfermedad­es para atacar a los humanos y convertirl­os en una especie de ganado que les darían sangre. Y aquí es donde, según Xalbador García, un académico que ha estudiado la obra de Bernal, hay una serie de críticas en clave al sinarquism­o, pues resulta que moscas y sinarquist­as estaban a las ordenes de un Gran Consejo. El sinarquism­o supuestame­nte tenía sus propios órganos de dirección pero en realidad estaban a las órdenes de una organizaci­ón secreta llamada LaBase, descendien­te de las organizaci­ones cristeras. El máximo órgano de los moscos y de La Base tenían el mismo nombre: Gran Consejo. Y así como el Gran Consejo de LaBase se había olvidado de los campesinos pobres, el Gran Consejo de las moscas era muy manchado con los moscos y moscas de abajo, los llamados recolector­es, los que recolectab­an sangre, claro.

LaBase, por supuesto, hace pensar en el famoso “Yunque”, la organizaci­ón secreta ultracatól­ica que se supone opera, u operaba, a través de múltiples frentes, pues un yunque al fin y al cabo es una especie de base.

Y si ya resulta bastante paradójico que le debamos el día libre por el natalicio de Juárez, la primera novela negra y la primer novela de ciencia ficción a un mocho conservado­r, aunque sea uno arrepentid­o, hay otra cosa de la obra de Bernal en donde el tiro salió por la culata. El complotmon­gol, su archifamos­a novela de la que pronto se estrenará su segunda versión en cine (la primera fue en los 70, con Pedro Armendáriz Jr. en el papel del capitán Filiberto García), es famosa porque el protagonis­ta no deja de decir “pinche” hasta que acaba resultando muy chistosa la palabra. Sobre todo le encanta decir “pinches muertos”. ¿Y a qué se dedica Filiberto García? ¿Es un policía, un pistolero? Según sus propias palabras: “Yo soy un industrial, me dedico a fabricar pinches muertos”. Pues de acuerdo al hijo de Rafael Bernal, su papá había puesto muy diversas groserías en la novela, pero como salió primero publicada en la Editorial Jus, que recordemos es católica, no podía decir tantas, así que solo puso pinche una y otra vez. Y pues pinche suerte que la novela se hizo famosa por decir “pinche”. Al final, nadie sabe para quién trabaja.

Pinche mundo.

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ESPECIAL El escritor.

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