Milenio Monterrey

Perra compañía

- Susana Moscatel Twitter: @SusanaMosc­atel

T engo dos parejas de amigos que se han peleado a terribleme­nte por un cruel engaño. En un caso fue la mujer quien hizo lo que definitiva­mente lastimó a su pareja y en el otro fue al revés. Estoy hablando de un engaño capaz de provocar peleas, llantos, divorcios. Estoy hablando de no esperar a tu pareja, cuando así había sido acordado, para ver el siguiente capítulo de la siguiente serie que se estén devorando juntos.

Por eso me causó tanta gracia el estudio que me mando la gente de Netflix proponiend­o una opción a semejante situación. O incluso, para quienes tienen otro tipo de compañeros que no se andan colgando de la lámpara porque ya soltaste lo que Claire acabó haciendo al final de la más reciente temporada y afortunado que eso resulto para la vida real, “¡No qué no sabías infiel! Y yo aquí, como Penélope esperando a que tengas tiempo”.

En fin, ya sea por diversión, observació­n social o mercadotec­nia debo decir que me cayó de maravilla el análisis comisionad­o a Survey Monkey en más de veinticinc­o países, incluyendo México, respecto a cuantas personas prefieres guardarse esos “maratones” para compartir con sus mascotas, siempre mucho más accesibles con sus tiempos y gustos, que con sus humanos preferidos.

Resulta que después de Brasil y Colombia, compartimo­s el record de ver más series con nuestros animalitos de compañía en Latinoamér­ica. Pero eso no es lo que más risa me dio. Una, que se dan cuentas hasta de los hábitos que no se notan con el constante click de nuestros controles remotos. Como el soborno. Sí, el soborno. Con tal de que el amigo fiel no se vaya un 34% de nosotros (me declaro culpable) los hemos sobornado con comida con tal que no se vayan a explorar otras aventuras en la casa.

Cuando vi el 8% de personas que juran que le han cambiado porque su mascota simplement­e despreciab­a cierta serie me reí. Y luego me acordé de que yo no puedo ver Black Mirror con mi perro porque empieza a aullar. Tratando de ser racional, asumo que el percibe que me estoy poniendo más allá de lo nerviosa que puede considerar tolerable con esa serie. No porque esté preocupado sobre como un oscuro futuro ya nos alcanzó, pero aun así tuve que reír, una más para las estadístic­as.

Donde definitiva­mente no estoy es en el 22% que asegura haber creado un perfil especial para sus perros ¿pues qué les ponen? La única película de perros que me atrevo a ver sabiendo a medias que no acabaré con una depresión aguda por la muerte de su protagonis­ta es SuperCan. Tal vez Bejni. Pero mi perro no podría importarle menos.

Eso sí, como buen macho Alpha de tres kilos y medio que es, el mío está en el primer motivo por la cual la gente está prefiriend­o, en ciertos casos, entrarle a la tele sin fin con sus animalitos y no sus humanos: ¿Cuántas horas puedes cucharear con una persona sin que se mueva y arruine todo? Por qué yo no sé ustedes, pero el mío cuando ya está cómodo, no hay poder humano ni fin de una serie que lo mueva. Y por eso en el estudio salió dentro del 34% como mejor compañero televisivo.

Por cierto, ¿de esas dos parejas que les conté al principio? Una ya está en trámites de divorcio, aunque no estoy segura que “me engañó con Netflix” sea aun una causal legal.

¿En serio?

¿Me han llegado llamadas desde Chile y Perú pidiéndome opiniones sobre la verdadera relación sobre la Reina Sofía y la Reina Letizia? ¿Qué en esta vida les hace creer que quien les escribe o cualquiera sabría eso más que ellas?

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ESPECIAL
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