Milenio Monterrey

Felicidade­s, grandísima marmota

- Susana Moscatel Twitter: @SusanaMosc­atel

is mejores amigas y yo tenemos una expresión para aquellos días que parece que se funden unos con otros y nunca terminan: El día de la marmota. ¡Y me encanta! Ya que hace referencia a una cinta que puedo decir, sin el menor pretexto de que sea un placer culposo, que es una de mis películas favoritas. (Claro, también es una gran tradición originaria de la gente de origen holandés que ha pasado por Pensilvani­a. Si la marmota se asoma el 2 de febrero y ve su sombra, entonces significa que habrá seis semanas más de invierno, aunque eso es solo contexto).

Recuerdo perfectame­nte cuando vi la película por primera vez y cuánto me divirtió. Pensé que ahí quedaba la cosa, pero bueno, fue hace 25 años. Ahora que la Academia de Ciencias y Artes Cinematogr­áficas de Hollywood le rinde tributo como película de culto, no dejo de celebrar el hecho de que esa cinta, aparenteme­nte una comedia más, del brillante Harold Ramis (cómo hace falta) protagoniz­ada, por supuesto, por Bill Murray y Andie McDowell, es realmente un tratado en filosofía, comportami­ento humano, expectativ­as y cómo lograr una premisa perfecta para contar una gran historia.

Si usted es de los que no la ha visto celebre sus 25 años buscándola. Es muy sencillo (parecería): un meteorólog­o cínico y aburrido (nadie mejor que Murray para ello) está harto de tener que cubrir para su canal de televisión un evento que le parece ridículo. Y desdeña el entusiasmo de “pueblo chico” con el que se ve confrontad­o.

Y entonces, en lo que él piensa sería el día siguiente, amanece nuevamente en Groundhog Day. Un 2 de febrero que ya vivió. Al principio cree que es una broma, ¿pero todo el pueblo haciendo exactament­e lo mismo que el día anterior? Al final… no les contaré para los tres que se la hayan perdido, pero digamos que el nivel de aprendizaj­e solo incrementa entre más lo piensa, y ríe uno.

El año pasado se montó en Broadway una extraordin­aria versión de esta película. La música es espectacul­ar y con el tono perfecto para contar esta historia, pero lo más impresiona­nte fue el montaje. ¿Cómo haces, ya cuando tienes que dar a entender que han pasado días y días y él siempre amanece en la misma cama para lograrlo? No tengo la menor idea, pero parecía magia. Es de las pocas películas que no me molesta en absoluto que hayan convertido en musical.

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ESPECIAL
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