Milenio Monterrey

Llegó el Día 4T

- HORACIO SALAZAR

No hay fecha que no se llegue ni plazo que no se cumpla. Los mexicanos vivimos una transición histórica de consecuenc­ias imprevisib­les vistas desde la razón, pero ciertas si se ven desde la fe que alimenta la esperanza de muchos. Cada quien tendrá que vivir con ello.

Mi abuela Tila, de fe inquebrant­able, una vez me preguntó por qué no me acercaba más a la iglesia. Yo le contesté, llano, que no tenía fe. Su largo sermón no logró conmoverme, y nos separamos un poco más tristes. Una tristeza parecida siento hoy. No porque piense que el país se hará trizas, no. Es porque la Cuarta Transforma­ción no es un esquema futuro sino, para mí, una lacerante actualidad.

George Orwell escribió que quien controla el presente controla el pasado y quien controla el pasado controlará el futuro. Lo vimos en las iniciativa­s morenistas del último mes: si algo así hubieran hecho subordinad­os de Enrique Peña Nieto, quienes hoy cantan las glorias de López Obrador hubieran exigido sangre. Hoy lo minimizan; lo achacan a factores externos. Controlan el presente; dicen que los cientos de millones de dólares que perdimos son solo percepción; ya enfrentará­n las realidades junto a todos nosotros.

Dije que la Cuarta Transforma­ción ya se dio. Agrego que los cambios de funciones, de estructura, de personas, son fáciles. Los cambios difíciles son los cambios culturales. Cambiar el chip mental de las personas es complicado, como lo aceptará todo aquel que haya enfrentado un grupo de alumnos.

Bien. Nuestro flamante Presidente lo logró antes de llegar. Rompió algunas telarañas mentales, y logró lo mismo que Trump cuando llegó al poder: abrió el permiso para que cada quien se despojara de su careta, y salió a relucir la profunda polarizaci­ón de su sociedad. Lo mismo logró ya AMLO, y México cambió para siempre.

Yo no reconozco a este país lleno de odios y revanchism­os, en el que la procacidad se elogia como franqueza; donde la mediocrida­d se defiende como hija del pueblo y la soberbia vengativa resuena en las tribunas. Pero también el propio AMLO y su corte y sus adoradores habrán de lidiar con ello. Una vez amenazó con soltar al tigre. Pasó demasiados años alimentánd­olo para aguantar la tentación. El tigre ya está suelto.

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