La Presidencia de vuelta
La jornada electoral como explicación única de la transición de México a la democracia no se sostiene. Es sin duda elemento detonador y crucial, pero a partir de esa ignición se suscita una serie de características en el régimen político que le dan propiedades de sistema soportándose unas a las otras. Entre ellas se encuentra una mayor operatividad de la independencia, autonomía, pesos y contrapesos entre los tres Poderes. Y, a partir de allí, el acotamiento de la figura presidencial, otrora omnipotente. Así, mientras México se volvía más democrático, su Presidente se tornaba una figura menos central.
En lo poco que he visto del actuar del nuevo mandatario, percibo una búsqueda por retornar la investidura a una relación más reverencial por parte de la ciudadanía. El señor Presidente está de vuelta. Si la línea que iba del tlatoani hasta los mandatarios priístas de antaño se rompió con el ranchero Fox y el EPN de los memes, ahora se retoma. Pero, curiosamente, ha elegido para ello la vía del despojo. Sin seguridad, en el jetta, con ciclistas aproximándosele en el camino, el Presidente cercano es más inalcanzable que nunca porque ahora lo que lo rodea es un halo de superioridad y misticismo. No requiere guardias porque es querido y nadie le va a hacer daño. Quien se le aproxime será para encargarle al país, viaja en un auto sin pretensiones porque su ambición no está en lo material.
El elemento crucial de este mensaje lo constituye la decisión de no hacer más de Los Pinos la residencia oficial y, desde el primer día, abrirla al público, convirtiéndola en una suerte de museo de la corrupción. Esta comunicación es poderosísima: Miren a lo que estoy renunciando, no soy como sus habitantes previos. Las visitas, que
estrategia_. al día de hoy rebasan las cien mil personas, dan cuenta de lo exitoso de la
Volver a la centralidad de la presidencia despojándola de los elementos que simbolizaban su poderío es una apuesta por demás interesante. Veremos el desenlace.