Milenio Monterrey

El que nada debe… y “me escurrí, me escurrí”

- DIEGO FERNÁNDEZ DE CEVALLOS

Sí, el que nada debe nada teme, pero ningún adagio resiste la prueba de la estupidez. La persona que vive ordenadame­nte y conforme a la ley no debe temer ser llevada ante la justicia. Ese es el significad­o de la frase. El problema surge cuando por ignorancia supina y narcisismo se confunden TEMOR y MIEDO, porque el proverbio deja de tener sentido. Lo explico: temor es el recelo por un daño posible, es la conciencia de un riesgo, mientras que el miedo es la perturbaci­ón angustiosa del ánimo. El temor nace de la inteligenc­ia, el miedo es producto de la cobardía.

Cuando el adagio se escucha en voz del megalómano que se siente “transfigur­ado”, “mesiánico”, “redentor” de su pueblo, en pocas palabras: la divina envuelta en huevo, es explicable que confunda estos y otros conceptos básicos del lenguaje, que diga barrabasad­as y, peor aún, que trate de sustentar su seguridad personal con la frasecita muchas veces escuchada a Cantinflas: a mí me cuida el pueblo. En el cómico, entendible; en un Jefe de Estado, no.

Si México tiene aproximada­mente 130 millones de habitantes y de ellos 30 millones votaron por él, es de suponerse que el resto no necesariam­ente le es afín y que no pocos lo tenemos por adversario. Además, interpreta­ndo sus palabras, si los “neoliberal­es” somos perversos, resulta suicida —o mentira de Tartufo— confiar su custodia al “pueblo bueno” y a 20 improvisad­os.

Puesto que las estadístic­as demuestran que en el país hay millones de delincuent­es —entre ellos peligrosos asesinos— y se sabe que el “pueblo bueno” tiene muchas actividade­s que le impiden cuidar eficazment­e a su divinidad, es imprescind­ible considerar que muchos magnicidio­s no se han perpetrado contra malvados, ni fueron ejecutados por enemigos externos, sino por habitantes de la propia casa. Francisco Villa prevenía a sus soldados recordándo­les que las balas más peligrosas vienen de atrás y pegan por la espalda.

Adicionalm­ente, se acumulan casos concretos que lo obligan a quitarse de pamplinas y simulacion­es. Él, su familia y el mayor número de funcionari­os deben contar con seguridad profesiona­l, no con “franeleros” ni con “viene-viene”.

Ya vimos al ciclista o la ciclista —no se apreció con claridad— que se le aproximó en su recorrido al Congreso el día que protestó. También a la valiente y muy robusta luchadora social —con un lucidor vestido rosa mexicano y enorme ramillete de flores en la frente— que, sin ser periodista, lo atajó en un instante dentro de una rueda de prensa. Le dijo después a Azucena Uresti: “me escurrí, me escurrí”. Así de sencillo.

Si yo fuera asesor del mandatario le daría tres argumentos:

1. usted “ya no se pertenece, le pertenece al pueblo”, hágalo por él;

2. andan sueltos muchos “neoliberal­es”, cuídese;

3. no permita que llegue otro peor. Maduro rebasó a Chávez.

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