¡Exorcismos salariales para todos!
Mientras veía la nueva versión animada de El Grinch —que no se aguanta por la voz estridentista de Eugenio Derbez, que no hace de Grinch sino de Eugenio Derbez— me di cuenta de que somos unos ingratos con la Tremenda Corte, que trabaja de juez y parte como debe ser. Digo, cualquiera haría lo mismo: si tienes que decidir sobre algo que te perjudica, en este caso perder algo de tu nada escaso peculio, pues ni modo que vayas contra tu patrimonio.
Por eso el juez encargado de acabar con la malsana idea de aplicar una Ley de remuneraciones, Alberto Pérez Dayán (un héroe del salario máximo porque el mínimo es un mito genial), que, guácala, se basa en esa cosa llamada austeridad republicana, hizo bien en barrérsele con los cacos, perdón, tacos por delante.
Sobre todo porque así se confirma algo que ya nos habían dicho: arrancarle de cuajo y sin anestesia una sensible porción de su quincena a altísimos funcionarios solo acarrearía a sus vidas tentaciones malvadas de avaricia y corrupción.
Por eso la propuesta de la Cuarta Transformación es incorrecta. Lo que hace más impoluta, humanista y justa a la alta burocracia y a los jueces es ganar más y no lo contrario.
Por eso exijamos que a todos aquellos que se ampararon contra este cuentachilismo que cunde en el nuevo gobierno que en vez de reducir salarios los quintupliquen para que lleguen a ser tan buenas personitas hasta que devengan en beatos, santos y angelitos.
Ya qué les falta. De hecho, después de ver cómo el Tribunal decidió sobre las elecciones poblanas que bien se merecía ganar la proba y ecuménica Martha Erika Alonso, estos magistrados acabarán con un nicho en el Vaticano.
Digo, si la lógica es que entre más gordo sea tu cheque más refractario a la maldad eres, no estaría mal que para impedir más derrotas morales y exaltar los mejores valores del resto de la población, la Tremenda corte abogue, ahí como cosa suya, por que esos agasajos salariales también bendigan al resto de la mexicaniza, con el único afán de exorcizarnos.
No nos abandonen.
Si debes decidir sobre algo que te perjudica, ni modo que vayas contra tu patrimonio