Roma al revés es amor
Roma al revés es amor, repetía con frecuencia mi papá siempre dispuesto a asombrarse con los palíndromos. Y así me decía yo a lo largo de las más de dos horas que duró la más reciente obra de Alfonso Cuarón actualmente en cartelera y a punto de poder disfrutarse también en Netflix.
Recién iniciaron los triunfos de los autodenominados “Tres amigos” —el propio Cuarón, el también directores Guillermo del Toro y Alejandro González Iñárritu— se abrió en México el debate acerca de si en algo el país había contribuido a su formación y fenomenal escalada en el mundo de la cinematografía. “Quiero saber qué hay en el agua de México”, exclama una admirativa Sandra Bullock , en el estreno de la película en Brasil.
Lo que en México se bebe no es agua, pero segurísimo que sí la cicuta de la adversidad. Cuando Cuarón narra las dificultades y tristezas que atraviesa su protagonista, tiene como telón de fondo las propias. El director narra un cacho de su propia infancia en esta cinta. Pero tiene el tino de también retratar un momento negro para el país: los inicios de los setenta con su PRI monolítico, la segunda masacre de estudiantes, las comunidades pauperizadas por políticos que no dejan de pedir el voto, el IMSS desbordado pero accesible vía “palancas”.
Todo eso en los ojos de este mago. Evidentemente, como todo resultado de la memoria es una reconstrucción de las cosas que no podía por su edad aprehender y que solo hilaría más tarde. Admirable pero, hasta cierto punto, comprensible. Lo que escapa a mi entendimiento, es su capacidad para hacer un filme con una mirada no solo de mujer, sino feminista. Creo que allí, nuevamente se trata del brebaje de la adversidad
q_ue pero, sobre todo, de la resiliencia de ella deriva y que tiene un envoltorio necesariamente femenino: Las que se quedan a luchar, las que se ayudan entre ellas, las que nos rescatan.
Roma es amor al derecho y al revés.