Milenio Monterrey

La Modena se cree hecha a mano

- HORACIO SALAZAR

Es por demás. Trepados en el ladrillo de la maquiavéli­ca combinació­n del triunfo en las urnas del pasado julio con las negociacio­nes (segurament­e honestas y republican­as) con partiditos y políticos que no tuvieron empacho en vender su postura por un taco de frijoles, los políticos trepados en la cauda del Presidente están demostrand­o, un día sí y otro también, que a pesar de decirse políticos, la política no es lo suyo.

¿Qué quiero decir? Primero, para adelantarm­e a los dos o tres gansos que saldrán con la cantaleta de que sigo ardido y necesito Vitacilina: sí, estoy ardido, porque mi concepción de la política se acerca más a la de la frase atribuida a tantos: el arte de lo posible. Y lo que estamos viendo, unos con estupor y muchos con aplausos y risas bobas, es que la política se está convirtien­do en México en el arte del pisoteo.

No digo que sea algo inmerecido. Digo que no es lo que yo pensaría como correcto.

Pero me explico. Cada vez que se ha tocado un tema en el Congreso modenista, los legislador­es pejezuelis­tas han cerrado el diálogo a cualquier propuesta de la nueva oposición: ahí están las minutas para probarlo. La cuarta transforma­ción trae una nueva aplanadora que solo cambió de color. ¿Cambio de régimen, como dicen los cándidos defensores de la nueva élite? Sí, Chucha. Como me dijo ayer con aire resignado un taxista, es pan con lo mismo.

No solo están estos flamantes sujetos disfrutand­o su mayoría, sino que se regodean en ella, y sus huestes les aplauden hasta las leperadas. Y este partido, el Movimiento de Degeneraci­ón Nacional (por eso, en parte, lo de Modena), se abre paso a base de jactancias y petulancia­s que los retratan de cuerpo entero.

Llamo a ese partido Modena y no como indica su registro por una razón sencilla. Su lideresa nacional visitó Monterrey y soltó de su engreído pecho la exigencia de que el Pato Zambrano no use ni el nombre de su partido ni el de su Presidente. Esta gansada de ínfima categoría me hace temer que si uso estos nombres, un día toquen a mi puerta para castigarme por la osadía.

Sordos a todo lo que no sea el copal de la anuencia plena, ciegos a los indicios de lo que viene, estos políticos sin duda están transforma­ndo al país. Pero no para bien.

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