Milenio Monterrey

La Madre Tierra y el tlatoani AMLO…

- JUAN PABLO BECERRA-ACOSTA jpbecerra.acosta@milenio.com @jpbecerraa­costa

El miércoles 5 de diciembre, cuatro días después de que Andrés Manuel López Obrador tomó protesta como presidente de México, comen té en el programa Con los de enfrente( emisión semanal entre periodista­s de MILENIO —Carlos Marín, Azucena Uresti, Héctor Zamarrón y yo—, y El Universal: David Aponte, Elisa Alanís y Héctor de Mauleón) que la escenifica­ción del 1 de diciembre en el Zócalo me había parecido un exceso.

Dije que entendía el simbolismo de darles voz y presencia a los pueblos originario­s, pero enfaticé que, luego del acto republican­o en el Congreso, era una ceremonia in necesaria: parecía que endiosaban aLó pez Obrador. Era como una asunción. El nuevo presidente era ungido en tlatoani. Casi era santificad­o, no solo purificado con ramas y bisutería. Tampoco era una entregamás del simbólico bastón demando de las comunidade­s, como había sucedido con Luis Eche ver ría en 1970, sino una liturgia para elevar a un pontífice.

Sigo preguntand­o a quién se le ocurrió tanto exceso. Nadie me responde. La gente que estaba en el Zócalo gozó el espectácul­o porque fundamenta­lmente se trataba de seguidores de López Obrador y el acto tenía una gran dosis de emoción para los viejos luchadores de la izquierda que una y otra vez vieron frustrado su ideal de arribar el poder federal, sobre todo a partir de 1988, cuando Cuauhtémoc Cárdenas probableme­nte triunfó y el régimen autoritari­o priista maquinó un fraude descomunal con aquella caída del sistema operada por el gobierno de Miguel de la Madrid, en favor de Carlos Salinas de Gortari.

Vuelvo al presente: después de ese folclor del 1 de diciembre, supuse que todo sería más moderado. Pues no: supongo que al mismo productor del numerito del Zócalo se le ocurrió que este domingo 16 de diciembre era el mejor día del final del otoño para… consultar a la madre naturaleza.

No es broma: en una antigua pista aérea en Palenque, Chiapas, este domingo se montó un escenario donde, a la izquierda de las letras de “Gobierno de México”, en una gran mampara blanca, se leía en letras doradas:

“RITUAL DE LOS PUEBLOS ORIGINARIO­S A LA MADRE TIERRA PARA ANUENCIA DEL TREN MAYA”.

Sí. Así decía. Resulta que no nos bastó con la consulta patito del nuevo aeropuerto, sino que a alguien le pareció un gran gesto político que 12 representa­ntes de 12 grupos indígenas locales hicieran un rito… sí, de consulta a la Madre Tierra y pedirle su permiso para arrancar el gran proyecto del sexenio. Pero bueno, no importa, lo que diga la Madre Tierra ante nuestrotl atoa ni. Pongámonos guayaberas todos, dispersemo­s un poco de humo de copal por aquí, caracoles que silben por allá, bailes y conchas, agitemos una ramitas más allá, colguémono­s unas piedritas al cuello, oremos un poco, cavemos un hoyo, pongamos 12 velas e incienso, vaciemos 12 botellas de aguardient­e, dos litros de pozol de cacao, un manojo de tortillas, aventemos ahí un pollo muerto, recemos en lengua chol, que suene algo de música étnica, y ya está: señor Presidente-Tlatoani, la Madre Tierra ya habló, haga su Tren Maya, ya tiene permiso de la Madre Tierra, qué estudios de impacto ambiental ni qué nada, haga usted lo que quiera.

Esto de la 4T me empieza a recordar al priismo imperial. Ojalá que no…

No nos bastó con la consulta patito del nuevo aeropuerto; esto empieza a recordar al priismo

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