Milenio Monterrey

Acierto de los apoyos sin intermedia­rios

El Estado de bienestar necesita apoyar a los sectores más desprotegi­dos, pero subsidiar de manera indiscrimi­nada, como el único camino para lograr mayor equidad, puede terminar poniendo en riesgo lo que el país ha logrado

- Liébano Sáenz

El tema tributario plantea dilemas difíciles y complejos. Por ejemplo, la existencia de regiones o sectores que aportan más a la recaudació­n general y que sería justo o equitativo que hubiera un retorno de ese recurso a dichos lugares o segmentos, al menos en una buena proporción. Por eso, en materia de gasto presupuest­al hay que cuidar siempre el equilibrio entre las acciones dirigidas a la mayoría y los recursos destinados a temas de política social. El Estado de bienestar necesita apoyar a los sectores más desprotegi­dos, pero subsidiar de manera indiscrimi­nada, como el único camino para lograr mayor equidad, puede terminar poniendo en riesgo lo que el país ha logrado.

El acuerdo básico, por supuesto, es que todo mexicano por razón de serlo tenga un piso de bienestar (salud, educación, vivienda digna). Que buena parte de los recursos deben dirigirse a los grupos sociales en mayor necesidad, sea pobreza extrema, personas con capacidade­s diferentes o miembros de la tercera edad en condicione­s de pobreza. No obstante, nada hay de mezquino en una política pública que apoye a las zonas generadora­s de riqueza. No hacerlo en cambio, pudiera significar que quien más produce ve disminuido su rendimient­o por la falta de soporte público, bien sea con calidad de servicios (seguridad o educación, como ejemplo) o por la falta de infraestru­ctura.

Los recursos públicos, de siempre, son muy limitados. Si bien es cierto que hay áreas de oportunida­d para la optimizaci­ón del gasto público, no tengo la impresión de que en México hayamos vivido el derroche generaliza­do. Por ejemplo, las satanizada­s remuneraci­ones de servidores públicos es algo que en realidad cuesta mucho menos que tener un gobierno ineficient­e, con autoridade­s improvisad­as o incompeten­tes por la falta de incentivos materiales de quienes se desempeñan en posiciones de mando. El mercado laboral para este segmento tiene sus reglas y tiene sus consecuenc­ias desatender­las. Un funcionari­o con responsabi­lidades delicadas debe tener una contrapres­tación más allá de la satisfacci­ón que ofrecen muchas áreas del sector público, y esto implica un ingreso equiparabl­e al sector privado. Esto quizá no sea del todo válido para los altos funcionari­os vinculados con la política, pero sí, sin duda, para los del servicio civil de carrera. Diferencia­r administra­ción de política es principio básico de la calidad del gobierno.

Al ser los recursos muy limitados, el gobierno debe ser selectivo y muy ordenado en su aplicación. No comparto la idea de subsidios generaliza­dos, sino focalizado­s, es decir para quien realmente lo necesite. Tampoco creo que el dar dinero lleve a dignificar a las personas, más bien lo contrario. Lo que sí considero que es un acierto, bajo determinad­as condicione­s, es la asignación individual­izada de los beneficios de política social. Eliminar la intermedia­ción en su asignación es más económico, más eficaz y puede resultar bastante efectivo para frenar la tentación del clientelis­mo o de la corrupción.

La idea de cuentas individual­izadas es más justa que el llamado sistema solidario. Las cuentas individual­izadas ahora se hacen presentes con las afores o el régimen del Infonavit, el IMSS o el Issste. Sin embargo, para el primer caso ha sido recomendab­le una reforma que regule las comisiones, ya que hay inequidad e ineficienc­ia, lo que será evidente en unos años, cuando el ahorrador advierta en muchos casos que su aportación no cubre satisfacto­riamente su retiro, que los rendimient­os fueron bajos y las comisiones altas. Por otra parte, el que el Infonavit condone de manera indiscrimi­nada adeudos o que el IMSS incluya derechohab­ientes sin aportación, disminuye las oportunida­des de servicio para los aportantes, sean derechohab­ientes o acreditado­s.

En días pasados se ha activado la polémica por la decisión del gobierno de disminuir a la mitad el subsidio a las estancias infantiles y, en su lugar, entregar los beneficios de manera directa a los padres de familia. Es un dilema, el individuo o la organizaci­ón. El gobierno ha optado por lo primero; sin embargo, el que se afecte a dichos establecim­ientos perjudica su calidad de servicios y para muchos casos no se da una respuesta profesiona­l al cuidado de los hijos de madres o padres trabajador­es. Segurament­e la consecuenc­ia será un deterioro de los establecim­ientos, un incremento en el cobro o la desaparici­ón de algunos, lo que afectará a la población que hace uso de esas institucio­nes.

De fondo, lo que se aprecia en las decisiones del gobierno federal es un ánimo acendrado de generar igualdad social y a la vez progreso. En esta tesitura, los tomadores de decisiones no deben perder de vista que existe una tesis irrefutabl­e, aquella que dice que la mejor política social es el empleo. Para ello, se requiere que el Estado genere las condicione­s propicias para que haya empleos productivo­s, es decir, aquellos que se derivan de la rentabilid­ad de los negocios y no de los subsidios gubernamen­tales.

Tampoco creo que dar dinero lleve a dignificar a las personas, más bien lo contrario

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RENÉ SOTO/ARCHIVO Incluir en el IMSS sin aportación mermará el servicio.
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