Milenio Monterrey

Por encima de la ley, nadie

- HORACIO SALAZAR

El 7 de enero, el presidente Andrés Manuel López Obrador dijo en su conferenci­a de prensa matutina: “Al margen de la ley, nada, y por encima de la ley, nadie”. El mensaje le gusta: lo repitió el 14 de enero y ya es parte de su vocabulari­o cada vez que quiere presentars­e como un Presidente legal. También se dice constituci­onalista, y cualquiera que atienda a una mañanera y no esté al tanto de la realidad, pensará sin duda que es un mandatario que sigue fielmente los preceptos de la Constituci­ón.

Pero cualquiera con dos dedos de frente, al cotejar el dicho contra el hecho, notará ciertas divergenci­as. Veamos.

Nos vendió la necesidad de comprar carros tanque para distribuir gasolina, pues los ductos tendían a ser pinchados un día sí y otro también. Tan urgente era la cosa que ocurrieron dos detalles: uno, se brincó las licitacion­es del caso en nombre de la emergencia, otra vez recurriend­o a la ley (dijo que hacerlo estaba entre sus facultades); y dos, envió a Estados Unidos a varios secretario­s de Estado (¡sí!) para hacer la dichosa compra.

Volvió la misión y reportó en un gráfico a quién se habían comprado qué pipas, de qué capacidad, a qué precio y cuándo llegarían los lotes. Luego resultó que compraron pipas que no tenían llantas cuatas y que conforme a la norma oficial mexicana NOM012, y dado que transporta­rían material peligroso, no tenían permitido circular por las carreteras del país.

¡Ah, caray! ¿Qué hacer? Fue fácil: publicaron en el Diario Oficial de la Federación un “acuerdo” de la Secretaría de Comunicaci­ones y Transporte­s que específica­mente permite a las nuevas pipas circular sin problemas.

Y luego la Cámara de Diputados ya aprobó las reformas que fueron bautizadas como la Ley Taibo y que permitirán a Paco Ignacio Taibo II, mexicano de origen español, pasar de gerente a director del Fondo de Cultura Económica.

A lo mejor la NOM-012 era demasiado estricta, y sí, la otra ley (la Ley Federal de las Entidades Paraestata­les) era discrimina­toria contra los mexicanos nacidos en el exterior. Lo que no se vale, francament­e, es decirse seguidor fiel de una ley que se cambia a modo. Eso es hacerse guaje y quererle ver la cara al pueblo.

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