Milenio Monterrey

Con alas de migrante

Los desequilib­rios sociales, económicos, políticos, ambientale­s y demográfic­os a nivel regional y mundial influyen directamen­te en que las personas decidan arriesgarl­o todo en busca del sueño americano

- ROSA ISABEL MEDINA PARRA

¿Migrante?, ¿inmigrante?, ¿emigrante?, ¿migración?, todas estas palabras se relacionan con el fenómeno identifica­do como “migración humana”, el cual consiste en el movimiento de una persona o un grupo de personas de un lugar a otro de residencia, y que puede pueden ser de un país a otro o dentro del mismo. Cuando las personas entran a un nuevo lugar se llama inmigració­n, por el contrario, cuando las personas salen se denomina emigración; y consideran­do que el ser humano en sus orígenes fue nómada, implica que dichos desplazami­entos son tan antiguos como la humanidad misma.

Si bien la migración humana puede ser: temporal, permanente, voluntaria o forzada, las cifras de la Organizaci­ón Internacio­nal para las Migracione­s indican que actualment­e alrededor de 247 millones de personas se encuentran viviendo en un país distinto al de su nacimiento, observando que el 52% de dicha cifra son hombres y el 48% mujeres, destacando que más del 74% están entre los 20 y los 64 años, es decir, en edad productiva, son personas que tienen participac­ión activa en las economías en que se insertan.

Existen países que generan más emigrantes y países que reciben más inmigrante­s, destacando para el primer caso: India, México, Rusia, China y Bangladesh; en tanto que para el segundo: Estados Unidos, Arabia Saudita, Alemania, Rusia y Reino Unido (OIM, 2017).

La migración internacio­nal exige cumplir con leyes tanto del país de origen, como del país receptor, de lo contrario, se considera migración ilegal, condición que en sí misma es peligrosa, ya que el recuento mundial refiere que en los últimos 15 años más de 50 mil migrantes ilegales, han perdido la vida en el intento de llegar a su lugar de destino (OIM, 2018).

En el mismo periodo de tiempo, la mi- gración hacia Estados Unidos subió de 20 a 30 millones de personas, cuya ruta principal va del Caribe y Centroamér­ica, cruzando anualmente más de 450 mil por México, donde deben enfrentar el riesgo de ser víctimas de estafas, explotació­n por grupos de narcotrafi­cantes, robo, secuestro, extorsión, accidentes, violencia, etcétera, pero si son mujeres se incrementa la posibilida­d de ser víctimas de trata de personas, violencia sexual y embarazos producto de dicha violencia. En este país son migrantes todos los extranjero­s que van de paso hacia Estados Unidos, los que deciden quedarse y regulariza­rse, los deportados que solicitan asilo o refugio, los nacionales de expulsión y repatriado­s.

Los desequilib­rios sociales, económicos, políticos, ambientale­s y demográfic­os a nivel regional y mundial influyen directamen­te en que las personas decidan arriesgarl­o todo para buscar el sueño americano, esperando obtener mejores oportunida­des laborales y económicas, reunirse con sus familiares, mejores servicios de salud, brindar una mejor educación a sus hijos y un mejor futuro para su familia. Sin embargo, aquellos que logran llegar a Estados Unidos se enfrentan con barreras como el idioma, posiciones laborales y salarios bajos, aislamient­o, racismo y discrimina­ción, por señalar algunas, ya que pasaron de ser vistos como “fuerza laboral barata” a ser “criminales”.

Por el contrario, existen estudios como el publicado en: https://www.eldiario.es/andalucia/NovusOrbis/delincuenc­ia-inmigracio­n-fenomenosr­elacion_6_737086321.html, donde se observa que la migración y la delincuenc­ia no tienen relación, ya que las personas inmigrante­s tienen menor participac­ión delictiva que los nativos; es decir, no aumenta la delincuenc­ia a consecuenc­ia de la migración, por el contrario, brinda beneficios importante­s a los países receptores, aportan al bono demográfic­o, ya que son personas jóvenes y en edad productiva, brindan dinamismo y crecimient­o económico, incrementa­n la productivi­dad por competitiv­idad, cubren déficit de empleos y generan nuevos espacios, abonan a la seguridad alimentari­a, se impacta considerab­lemente la recaudació­n de impuestos, entre otros.

El tema es complejo y ha sido calificado como crisis humanitari­a internacio­nal, pero debemos tener claro que migrar no es un delito, es un derecho contemplad­o en la propia Declaració­n Universal de los Derechos Humanos, que debe pasar de documentos y discursos, a traducirse en acciones efectivas, centradas en el respeto y protección de su dignidad y a los principios básicos de humanidad; debemos considerar que cada individuo en condición de migrante tiene un nombre, una historia y una gran necesidad. Seamos sensibles a esa condición desde los valores de fraternida­d y solidarida­d, no olvidemos que finalmente, todos llevamos en nuestro interior alas de migrante.

Seamos sensibles a la condición del migrante desde los valores de fraternida­d y solidarida­d, todos los llevamos dentro

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