Estereotipos: Italia / II
Shakespeare acaso haya sido la figura que más ha influido en la percepción generalizada sobre las últimas palabras de Julio César, en su tragedia homónima, en la que hace exclamar al emperador “¿Tú también, Bruto?”, cuando es apuñalado para consumarse una conspiración en la que participaron decenas de senadores.
Una parte de la tradición, adoptada por Shakespeare, recoge la expresión latina “Tu quoque, Brute, fili mi” (“¿Tú también, Bruto, hijo mío?”), pero es el historiador Suetonio quien asegura que la frase, pronunciada en griego —pues el gobernante era bilingüe—, fue la siguiente: “Kai su teknon” (“¿Tú también, hijo mío?”).
Hoy se acude a esa frase para expresar sorpresa, pero bien pudo ser amenaza o advertencia, dados los acontecimientos posteriores, si se lee como una exclamación y no una interrogante: “¡Tú también, Bruto, tú serás el próximo!”, considerando que, dos años después del magnicidio, el aludido se suicidó. Bruto, por cierto, no era hijo de César, sino su mejor amigo, por lo que la falsa leyenda puede desprenderse de que el emperador estaba enamorado de Servilla, madre de aquél.
Otra leyenda sobre este imperio extraída no de los libros ni de los museos, sino de la cinematografía, es la relativa a los banquetes y sobre la que se dice a menudo que los romanos tenían el hábito de vomitar durante sus lujosas recepciones para poder comer de nuevo las exquisitas viandas que eran servidas en esas exclusivas ocasiones.
Esta creencia se debe al hecho de que, en efecto, en Roma había sitios llamados “vomitoria”, que en realidad eran corredores dentro de los anfiteatros que servían para el traslado de los asistentes a espectáculos dramáticos y de combate de gladiadores.
Nerón, por ejemplo, es otra víctima de la ficción. Emperador del 54 al 68 después de Cristo, ha pasado a la historia como símbolo de un pirómano que detentaba un poder enloquecido e inmoral, y entre las acciones más reprobables que se le adjudican destaca el haber ordenado incendiar Roma.
La historia moderna ha averiguado que Nerón no estaba en Roma cuando la conflagración, pues navegaba sobre las aguas de Anzio, por lo que organizó las acciones de auxilio en cuanto puso pie en tierra, pero como los cristianos eran entonces perseguidos, fueron ellos quienes hicieron correr la versión de un gobernante fuera de sí, enemigo del pueblo.
¿Qué tal el uso de la toga? Cuando se piensa en romanos, la idea generalizada es la de ciudadanos con ese atuendo en todo momento, pero en realidad era una prenda formal en extremo, exclusiva para las grandes ocasiones, y adjudicarle un uso cotidiano es como pensar que hoy en día todo mundo viste siempre de saco, corbata o esmoquin. La toga estaba reservada a hombres, salvo los esclavos, y el ropaje corriente eran modestas túnicas.
Estos apuntes salen de “Antichi Romani: verità e falsi miti” (Romanos antiguos: verdad y falsos mitos), título del capítulo 10 del libro Magari de enseñanza del italiano.
Se dice que los romanos tenían el hábito de vomitar para comer de nuevo exquisitas viandas