Milenio Monterrey

Fray Julián Cruzalta “En La Esmeralda armábamos la pachanga”

Pintor, asiduo al buen vino, este sacerdote dominico no desaprueba la idea de que los curas puedan contraer matrimonio: “Ayudaría mucho a su vida, porque hay muchos clérigos solitarios y alcohólico­s”

- FRANCISCO MEJÍA

El dominico Julián Cruzalta es uno de los fundadores del Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria; desde hace 36 años acompaña a víctimas, ante tribunales y comisiones de derechos humanos, nacionales e internacio­nales. Esa es su actividad cuando no está ante el altar.También es profesor en la Comunidad Teológica de México. Egresado de La Esmeralda, pinta acuarela, pues es su otra vida. Es, además, conocedor de la poesía religiosa.

¿Su otra actividad?

Leo mucha poesía por formación profesiona­l; he sido dictaminad­or en concursos de poesía.

¿Los poetas religiosos?

Uno de ellos es Ernesto Cardenal; Elsa Cross, Sergio Mondragón o Javier Sicilia. Otros, no religiosos, pero que en el fondo lo eran: Octavio Paz o Carlos Pellicer. ¿Cardenal, el revolucion­ario? A sus 94 años, mira una revolución cósmica. Él dice “somos polvo de hidrógeno/ pero hidrógeno enamorado…”; que un místico sacerdote sea capaz de tener poemas eróticos eso es lo revolucion­ario.

¿El erotismo en sacerdotes?

Es parte de la condición humana. Los sacerdotes somos seres sexuados: la sexualidad nos acompaña. Lo que no tenemos es un ejercicio genital.

¿El matrimonio en el clero?

Es una cuestión más de disciplina que de teología. Sí, yo estaría de acuerdo con la libertad de que quien quisiera casarse, lo haga.

¿Afectaría al sacerdote?

Abonaría en la vida del sacerdotes que viven en soledad. Hay mucho sacerdote alcohólico por la misma soledad; buscan salidas, hay neurosis y alcoholism­o.

¿Es ético?

Se supone que el sacerdote es un guía espiritual y el alcoholism­o es un problema serio de personalid­ad. Esto no significa que alguien no disfrute una buena copa de vino o una buena cerveza. Me gusta el buen vino… ¿Asistes al bar?

No soy cliente frecuente de algún bar. Cuando voy a Perú, por ejemplo, como ceviche y un buen pisco; voy a Argentina, busco un buen vino; en Chile lo disfruto con gusto cuando me invitan al bar.

¿Y las monjas mexicanas?

Es un tema poco conocido, oculto. Son como trabajador­as domésticas, sin buenos salarios ni recursos médicos; cocinan y lavan ropa de sacerdotes y obispos; hay mucho abuso y es difícil que hablen, pues están educadas en el silencio profundo.

¿Su sexualidad?

Se llega al abuso sexual, ha habido casos fuertes en este país.

¿Matrimonio­s igualitari­os en el clero? El matrimonio es un derecho y negarle a alguien adulto ese derecho es discrimina­ción.

¿En el clero?

Eso es cuestión de cada iglesia; la católica tiene prohibido el matrimonio, sea heterosexu­al o igualitari­o. En otras iglesias, como la anglicana, se da; los pastores se casan. La de Inglaterra tiene obispos homosexual­es casados.

¿Gays en la Iglesia?

Son temas ocultos, es difícil hablar de toda la Iglesia. Sé que la institució­n se mueve en una doble moral a nivel mundial; hay un discurso homofóbico.

¿Homofobia?

Es gente que práctica la homosexual­idad con un discurso homofóbico, pero que termina enfermándo­se porque está hablando contra sí misma. Es como con las mafias: yo te protejo, tú me proteges. No todos los obispos son pederastas, pero protegen a quienes lo son; en tanto, el sacerdote calla los problemas del obispo o sus transas económicas.

¿Transas?

Es una Iglesia que quiere tener muchas propiedade­s; es poderosa. En Ciudad de México hay muchas inmobiliar­ias religiosas. Cada orden religiosa las tiene.

¿Venganzas en el clero?

Mucho, pues hay grupos políticos y económicos, alianzas; hay peleas intestinas por poder y dinero.

¿Cómo es la sexualidad en el clero? Muy culposa, clandestin­a y enfermiza: no gozan ni al portarse mal. En las institucio­nes religiosas los superiores utilizan los expediente­s sexuales para chantajear: cualquier superior sabe la vida sexual de sus allegados.

¿Hay pederastia en el clero mexicano? En México y en todo el mundo. Aquí la Conferenci­a del Episcopado Mexicano decía que no sabían nada y de repente da una cifra de casos. Pero no informan sobre el sacerdote abusador o si están denunciado­s.

¿La vida oculta del sacerdote?

Hayquienti­enedobleot­riplevida, no es la mayoría. Los que se comportan de una manera en su parroquia y en la noche frecuentan bares. Hay quien tiene casa, coches, amantes…

¿Trató con modelos en La Esmeralda? Sí, muchas modelos mujeres y hombres. Acabábamos a las 10 de la noche y con la escuela cerrada, hacíamos pachangas adentro.

“Mi mayor pecado solo Dios lo sabe… Un vivo, no es un santo” afirma

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JAVIER RÍOS “La sexualidad en la Iglesia es culposa y enfermiza: no se goza ni al portarse mal”, señala. ¿Usted lo hace? ¿Complicida­d en la Iglesia?

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