Milenio Monterrey

Rudísimo. Murió a los 73 el Perro Aguayo, uno de los grandes

Lucha Libre. A los 73 años de edad falleció “El Perro” Aguayo, distinguid­o por su melena, rudeza y rivalidade­s.

- EDUARDO ESPINOSA

Cuando en la arena retumbaban los primeros compases de La Marcha de Zacatecas todo mundo sabía quién venía en camino: un hombre corpulento de pelo largo y suelto, con una vestimenta clásica de calzoncill­o con rodilleras y botas, pero éstas eran afelpadas, lo que le daban un rasgo muy particular. Sí, esta melodía tan popular anunciaba la llegada al cuadriláte­ro de Pedro Aguayo Damián, mejor conocido como el Perro Aguayo, uno de los rudos más emblemátic­os que ha tenido la Lucha Libre mexicana.

Y es que el Perro Aguayo se hizo de un nombre con el sudor y la sangre de su frente, así, de manera literal, porque en sus años mozos no había rivalidad en la que no terminara empapado de sangre y con una lucha de apuestas. Nunca le rehuyó a nadie, ni a las figuras de la época romántica del pancracio como El Faraón, Karloff Lagarde o el mismísimo Santo en la etapa final de su carrera; ni a sus contemporá­neos que, al igual que él, tenían la misma hambre de éxito.

Fue precisamen­te con ellos con los que escribió sus grandes batallas; luchas en mano a mano con Sangre Chicana, el Cobarde (QEPD), el Texano (QEPD), Ringo Mendoza, el Negro Navarro, entre muchos otros, a los que les ganó la caballera; es más, se dice que a lo largo de su carrera conquistó más de cien en luchas de apuesta. Pero el pelo de su adversario era lo de menos, Aguayo Damián ganaba el prestigio y el orgullo de ser considerad­o un ídolo de las multitudes.

Porque el Perro Aguayo llegó hasta esas alturas, la de ser considerad­o

un verdadero símbolo de la Lucha Libre. Así llegó a la madurez de su carrera luchística, como el rudo número uno del país. Por esa razón, cuando el cubano Konnan irrumpió en el país, no tuvo mejor rival que el Can de Nochistlán.

Fue una rivalidad que polarizó a la afición y que terminó en un memorable encuentro de máscara contra cabellera en la Arena México. Ahí el Perro sacó a relucir todo su colmillo y toda su rudeza. No ganó porque fuera mejor, lo hizo porque era el más vivo: un patada por la espalda del cu

bano provocó que éste empujara sin querer al Gran Davis (QEPD) y fuera descalific­ado. Las artimañas -como buen rudo- era un arte que dominaba al cien.

Luego de conquistar la tapa de Konnan al Perro le vino otra rivalidad entrañable: Máscara Año 2000, uno de los hermanos Dinamita. Y aquí se dio con todo ya en la naciente Triple A, que para su primer aniversari­o organizó la Triplemani­a en 1992, donde la lucha semifinal fue el máscara contra cabellera entre ambos gladiadore­s. Y fue una pelea llena de polémica.

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AFICIÓN “El Perro” Aguayo, un luchador querido por la afición.
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LA AFICIÓN Su rudeza en el ring.
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