Un presidente no debe insultar a nadie
Menos aun a la Guardia Nacional que él inventó.
Muchas personas creen que la pérdida de la solemnidad en el ejercicio de una función altamente representativa como la presidencia es buena, porque pone al pueblo en contacto con su Ejecutivo y así
se mantiene una cordial relación. Yo no coincido con esa tesis, porque la forma es el fondo (Reyes Heroles) y porque lo solemne es parte del proceso del respeto mutuo.
Uno debe respetar a sus padres, porque si no, se pierde la estructura familiar y también debe respetar a su pareja, porque si no, se vuelve complejo el estatus marital, y por supuesto, el ejemplo del respeto mutuo es fundamental para la educación de los niños, pues éstos deben saber que existe un entorno social y normas y procedimientos con los cuales las personas conviven, porque de otra manera nos convertiríamos en seres biológicos, habitando una selva en donde el más fuerte es el que predomina.
Con estas consideraciones me da “pena ajena” que el presidente López Obrador insulte a alguien, con la excusa de que él defiende su derecho a la réplica y que pierda solemnidad en su trato personal, porque aunque parezca una figura totémica, o sea de un ídolo, la verdad es que la suya es solo una responsabilidad tradicional que permite la dialéctica sana, constructiva y racional que se pierde cuando hay insultos, pues ahí entra la parte cerebral de la emoción y el metodológico se desbarata.
Insultar a la Guardia Nacional que él mismo creó o a los antecedentes de la misma es un terrible error, porque si alguien debe actuar con respeto, disciplina y buen trato es aquél que se encarga del máximo estatus que un estado debe defender, que es el de la seguridad. Con todo respeto al Ejecutivo que nos representa a todos, y usando sus términos: “Ya párele a los insultos y fomente un diálogo racional, que es su obligación moral”.
Descartes: Pienso, luego existo… La dialéctica hegeliana, que se basa en la contradicción, no requiere uso de la emoción, sino de la razón.
“Ya párele a los insultos y fomente un diálogo racional, que es su obligación moral”