Milenio Monterrey

Más allá de la frontera sur

- LUIS PETERSEN FARAH luis.petersen@milenio.com

Los líos con la Policía Federal han hecho menos visible esta semana la crisis migratoria. También han opacado la necesaria mirada a Centroamér­ica: si se espera una mejoría en la situación de los migrantes, los cambios de enfoque deberían verse también allá.

No me parece sorpresivo que sea el secretario de Relaciones Exteriores quien maneje en estos momentos el INM y la circunstan­cia crítica del continente. “Uno de los objetivos principale­s de todo lo que estamos haciendo es impedir que ese tráfico siga ocurriendo”, ha dicho Marcelo Ebrard.

Lo que sí me parece sorpresivo es que, al hacerlo, no se ponga énfasis en el trabajo internacio­nal urgente y muy delicado (diplomátic­o, pues) de colaborar en la posible disminució­n de migrantes desde el origen. No pasa nada de fondo durante estos días de crisis en El Salvador, Honduras o Guatemala, salvo las olas de expulsados y sus respectiva­s resacas a los países de origen.

¿Quién hace el trabajo del canciller mientras él hace el de secretario de Gobernació­n?

“Vamos a ayudar igual como se está haciendo con El Salvador, lo vamos a hacer en Guatemala y Honduras”, dijo ayer Andrés Manuel López Obrador. Y esta semana la Unión Europea, según la nota de MILENIO, anunció una inversión de 7 millones de euros para el apoyo de proyectos en Centroamér­ica, en el contexto de la crisis de migración. México también está presente.

Pero no hay más que eso y los números de la tragedia son enormes. En los primeros tres meses de este año entraron a México 400 mil migrantes con miras a llegar a Estados Unidos. Las caravanas a fines de 2018 dieron una nueva forma al trayecto y al perfil del migrante, muchas mujeres se sintieron más seguras en caravana y al principio el gobierno mexicano ayudó con albergues y médicos. Duró poco, como sabemos. La política negociada con (y forzada por) Donald Trump transformó todo.

Sin embargo, los migrantes siguen. No hay muchas razones capaces de mover a alguien hacia una travesía de tanto tiempo y tanto riesgo. Y si aún así la emprenden es porque estas auténticas multitudes nada tienen que esperar en sus lugares de origen.

Nada. Hombres y mujeres son víctimas de una pobreza sin salida en el lapso de una vida o huyen de la violencia ante un Estado incapaz de defender a su población, como es en México y como ha sido durante tantos años. Hay preguntas que deberíamos hacernos para sopesar lo que pasa en los países vecinos de Centroamér­ica. Una de ellas es por qué y cómo los migrantes pagan tan altas cuotas para llegar a su meta, Estados Unidos.

Ebrard dice que entregan entre 3 mil 500 y 5 mil dólares a traficante­s. Otras organizaci­ones calculan el costo en 7 mil. Si alguien consigue 5 mil dólares, unos 100 mil pesos, prácticame­nte a fondo perdido, no está dejando su país y su familia por cuestiones de dinero. Hay que pensar en amenazas, delincuenc­ia organizada, pandillas. Hay que pensar en violación y maltrato de mujeres, abuso, crueldad. Las personas se van con tanto riesgo porque no pueden sobrevivir en su país.

Y hay que preguntars­e de dónde sale ese dinero que bien podría ser el ahorro de toda una familia. Y cuántos habrá en situación de violencia que no pueden salir por falta de esos recursos. Ver más allá de la frontera.

¿Quién hace el trabajo del canciller mientras él hace el de secretario de Gobernació­n?

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