Nicolás Alvarado
“Ni Once ni el 22 son medios públicos, sino instrumentos del régimen en turno”
Supongamos que en, digamos, 2010 hubiera existido en, digamos, Canal 22 un programa satírico conducido por, digamos, Pablo Boullosa y un servidor. Imaginemos que ese programa hubiera dedicado una de sus emisiones a hacer escarnio y mofa de, digamos, la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, con todo y bulleo de los okupas del mal llamado Auditorio Che Guevara. Se da por descontado que
ambos habríamos sido prontamente cesados: así lo exigían las formas de la sociedad crítica del poder que ya no somos. Más fértil será ocuparse de un asunto concatenado: aun si es impensable que cualquier directivo del 22 o del Once hubiera permitido semejante ocurrencia en cualquier administración previa, nada en la Ley se lo habría impedido. Como tampoco lo habría limitado legislación alguna para dedicar las 24 horas de sus transmisiones a cantar las loas del presidente de la República. Como tampoco, de hecho, lo limita hoy.
El apunte es pertinente ahora que
Canal Once ha dedicado una emisión de su programa La maroma estelar al asesinato caracterológico dizque cómico del ITAM, lo que ha suscitado comentarios adversos de no pocos articulistas, y que el titular de la serie, Hernán Gómez Bruera, se defiende —en su columna de El Universal— con un argumento que sería sensato si nuestra legislación fuera otra: “Señalan algunos que un programa con humor y sátira no puede hacerse desde un medio público”, dice Gómez. “Ignoran que esto se hizo en México, con gran maestría, cuando existía Imevisión o que lo hace la propia BBC”.
El problema es que BBC es, en efecto, un medio público pero ni Imevisión lo fue ni el Once ni el 22 lo son. Privados de un órgano autónomo de dirección, encabezados por funcionarios gubernamentales, son medios de gobierno, sumisos a la visión de la comunicación de cada administración.
¿Condeno La maroma estelar? Ni siquiera: es anecdótica. Pero condeno que carezcamos de verdaderos medios públicos en que ciudadanos ajenos al poder determinen criterios editoriales que eviten su uso como instrumento de propaganda del régimen, en cualquier año, de cualquier signo.
A’i será pa’ otro sexenio.
El 22 y el Once, medios sumisos a la visión de cada administración