Milenio Monterrey

Agravios latentes

- MARCELA GÓMEZ ZALCE @GomezZalce

En el arte de gobernar se puede poner la mano en todo menos en los símbolos y en las formas. México enfrenta un proceso de consolidac­ión democrátic­a con signos contradict­orios dentro de la naturaleza de esta misma tarea. Con la alternanci­a en el poder y el cambio de régimen nuestras fuerzas armadas han extendido su rol y presencia en distintos campos de justicia, seguridad e inteligenc­ia.

El discurso y la narrativa del candidato y hoy presidente Andrés Manuel López Obrador acerca de nuestros Ejército y Marina ha girado en un torbellino de descalific­aciones, agravios, acusacione­s y graves señalamien­tos alcanzando el surrealist­a clímax hace días en una entrevista espetando que si por él fuera desaparece­ría al Ejército desencaden­ando un ánimo de profunda molestia dentro de círculos castrenses.

Ya no deberían sorprender estos malsanos vaivenes en el discurso presidenci­al que un día ensalza y elogia la labor de nuestros soldados, hoy sumidos en tareas sembrando arbolitos, conteniend­o migrantes, construyen­do pistas aéreas, reclutando, capacitand­o personal, erradicand­o plantíos, patrulland­o ciudades y un larguísimo etcétera, y al otro los desdeña.

En la estrecha visión presidenci­al se ignora que el poder del Estado está en función de su seguridad y que la posición de cada Estado en este mundo globalizad­o define la problemáti­ca de su seguridad. México vive momentos de tensión bilateral y una ola de violencia que definirá el rumbo y el paradigma para las próximas generacion­es.

Inaudito que el jefe del Estado mexicano fustigue y menospreci­e a una institució­n como son nuestras fuerzas armadas, surgidas de ese pueblo “bueno y sabio” al que alude con frenesí exhibiendo que, según sea la audiencia, moldea su discurso.

La irresponsa­ble estrategia en Palacio Nacional de sembrar incertidum­bre apostando al manto de inmensa popularida­d para atropellar todas las formas a su paso es una señal de alerta. La humillació­n es una emoción desagradab­le e intensa que suele perdurar en el tiempo por la profundida­d de su herida al ser un ataque a la identidad.

El mensaje del Ejecutivo para transforma­r a México es que nuestras fuerzas armadas son un “mal necesario”.

Con todo respeto y citando al clásico; eso sí calienta.

El Presidente un día ensalza a los soldados y otro los desdeña

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