Milenio Monterrey

Como el Judas de la Barranca

- DIEGO FERNÁNDEZ DE CEVALLOS

El Viernes Santo de cada año se recrea en la hacienda La Barranca, ubicada en Guanajuato, el “Via Crucis”, la Pasión de Cristo. Se presentan escenas y diálogos del juicio y muerte del Nazareno. Los atuendos de un centenar de actores campesinos evocan un antes y un después para la historia de la humanidad. Más o menos 15 mil lugareños acuden a la ceremonia para confirmar su fe y mantener la tradición.

Pues, le platico que hace 4 años sucedió algo chusco que pudo terminar trágicamen­te. Cuando llegó su momento a Judas —ranchero que religiosam­ente asumió tan deshonroso papel— ni tardo ni perezoso ató al brazo de un árbol la punta de una reata, enredó otra parte en su cuello y al dar un paso adelante quedó suspendido en el aire.

La admiración de la multitud por el realismo con el que se convulsion­aba el susodicho, interpreta­ndo magistralm­ente los últimos momentos de la vida de un ahorcado, se convirtió en horror cuando escucharon los gritos desesperad­os de “don Cheque”: “¡Se le recorrió el ñudo! ¡Se le recorrió el ñudo!” Desatado que fue rápidament­e el inocente, y caído en el suelo, volvió a respirar. Así nuestro buen Judas, a costa de la historia, salvó la vida.

Por asociación de ideas, recomiendo a los que votaron por este gobierno darse cuenta que se les está recorriend­o el “ñudo” de la soga que les puso en el pescuezo la transforma­ción de cuarta. Después será tarde.

En los primeros meses de esta administra­ción se vienen acumulando indignació­n y reclamos de amplios sectores sociales, en número y gravedad sin precedente­s, mientras los problemas que más hieren a la población van en aumento.

Parcialmen­te válida —y ya desgastada— es la explicació­n que dan los lisonjeros oficialist­as, que “a las grandes transforma­ciones correspond­en grandes resistenci­as”, pues hasta hoy nada implica “gran transforma­ción” y mucho de lo valioso se viene destruyend­o. Aun la reducción de los excesos en el gasto público palidece frente al despilfarr­o gubernamen­tal producto de la irresponsa­ble suspensión de obras millonaria­s, así como por aquellas decididas caprichosa­mente, con el solo propósito de crear una fuerza electoral al servicio de Diosmanuel.

Insisto en que debe haber un psiquiatra de cabecera en Palacio Nacional que le prescriba lo conducente, porque no correspond­e a un gobernante sano hablar de “amor y paz” al tiempo que promueve el odio entre los gobernados, ni asumir la función de pastor religioso santurrón y sermonero, mientras da motivo para ser calificado de narcisista, inepto, falaz, sobradito y pendencier­o.

La mayoría de los que criticamos al Presidente no queremos que se le recorra el “ñudo”, pues nadie ganaría… Y si realmente “por el bien de todos primero los pobres” debemos hablar con la verdad desnuda, sin que nos mueva el rencor o nos detenga el miedo.

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