Como el Judas de la Barranca
El Viernes Santo de cada año se recrea en la hacienda La Barranca, ubicada en Guanajuato, el “Via Crucis”, la Pasión de Cristo. Se presentan escenas y diálogos del juicio y muerte del Nazareno. Los atuendos de un centenar de actores campesinos evocan un antes y un después para la historia de la humanidad. Más o menos 15 mil lugareños acuden a la ceremonia para confirmar su fe y mantener la tradición.
Pues, le platico que hace 4 años sucedió algo chusco que pudo terminar trágicamente. Cuando llegó su momento a Judas —ranchero que religiosamente asumió tan deshonroso papel— ni tardo ni perezoso ató al brazo de un árbol la punta de una reata, enredó otra parte en su cuello y al dar un paso adelante quedó suspendido en el aire.
La admiración de la multitud por el realismo con el que se convulsionaba el susodicho, interpretando magistralmente los últimos momentos de la vida de un ahorcado, se convirtió en horror cuando escucharon los gritos desesperados de “don Cheque”: “¡Se le recorrió el ñudo! ¡Se le recorrió el ñudo!” Desatado que fue rápidamente el inocente, y caído en el suelo, volvió a respirar. Así nuestro buen Judas, a costa de la historia, salvó la vida.
Por asociación de ideas, recomiendo a los que votaron por este gobierno darse cuenta que se les está recorriendo el “ñudo” de la soga que les puso en el pescuezo la transformación de cuarta. Después será tarde.
En los primeros meses de esta administración se vienen acumulando indignación y reclamos de amplios sectores sociales, en número y gravedad sin precedentes, mientras los problemas que más hieren a la población van en aumento.
Parcialmente válida —y ya desgastada— es la explicación que dan los lisonjeros oficialistas, que “a las grandes transformaciones corresponden grandes resistencias”, pues hasta hoy nada implica “gran transformación” y mucho de lo valioso se viene destruyendo. Aun la reducción de los excesos en el gasto público palidece frente al despilfarro gubernamental producto de la irresponsable suspensión de obras millonarias, así como por aquellas decididas caprichosamente, con el solo propósito de crear una fuerza electoral al servicio de Diosmanuel.
Insisto en que debe haber un psiquiatra de cabecera en Palacio Nacional que le prescriba lo conducente, porque no corresponde a un gobernante sano hablar de “amor y paz” al tiempo que promueve el odio entre los gobernados, ni asumir la función de pastor religioso santurrón y sermonero, mientras da motivo para ser calificado de narcisista, inepto, falaz, sobradito y pendenciero.
La mayoría de los que criticamos al Presidente no queremos que se le recorra el “ñudo”, pues nadie ganaría… Y si realmente “por el bien de todos primero los pobres” debemos hablar con la verdad desnuda, sin que nos mueva el rencor o nos detenga el miedo.