Menos boyas en el horizonte
Resumiendo en extremo los postulados de la denominada “teoría de los umbrales” podemos decir que sostiene que cada individuo tiene una velocidad diferente para adherir a tal o cual postura política. Hay quienes se vuelven fácilmente adeptos de propuestas progresistas y otros que tenderán a ser mucho
más conservadores. Sin embargo, los umbrales son bastante elásticos. Si en condiciones normales una persona esperaría a ver que dos decenas de individuos están en favor de determinada política para considerarla aceptable, podrían bastar un par de ellos si esos dos que respaldan la postura son personas a las que el observador concede una autoridad de carácter moral o de conocimiento sobre el tema o, simplemente, son sus amigos y empatiza con ellos.
Las similitudes entre las renuncias de Carlos Urzúa a la Secretaría de Hacienda y de Waldo Fernández a la representación del gobierno del Estado de Nuevo León en la capital del país van más allá de la coincidencia en fechas. Si hacemos abstracción de la desproporción que existe entre las consecuencias de una y de otra –una de carácter nacional y otra estatal– , y solo nos concentramos en el impacto que pueden tener en sus respectivos públicos, veremos que podrían ser movilizadoras de umbrales. A veces la confianza en quien ha obtenido la mayoría de los sufragios no se le concede por esa característica, sino por las personas de las que se rodea. Creo que tanto Urzúa como Fernández cumplían ese rol en los gobiernos a los que sirvieron hasta el día de ayer.
Entre la ciudadanía existe el sentimiento de que en el círculo cercano de quien gobierna ocurren cosas que escapan “al común de los mortales”, quienes normalmente están excluidos de las grandes discusiones. Damos por sentado que en las juntas de Gabinete, las cosas se exponen sin tapujos, y sin tapujos se ventilan también los pros y contras de las decisiones que se analizan, pero nada alcanzamos a saber de lo que allí se discurre. Por eso seleccionamos personalidades que forman parte de ese círculo inmediato y que nos despiertan cierta confianza y les damos carácter de boya en mar abierto: mientras ese elemento no desaparezca de la vista, es señal de que el mar está en calma.
Ayer dejamos de atisbar dos señales en el horizonte, no sabemos de qué proporciones son las tormentas que se avecinan.