Milenio Monterrey

Menos boyas en el horizonte

- MIRIAM HINOJOSA DIECK Politóloga* miriamhd4@yahoo.com

Resumiendo en extremo los postulados de la denominada “teoría de los umbrales” podemos decir que sostiene que cada individuo tiene una velocidad diferente para adherir a tal o cual postura política. Hay quienes se vuelven fácilmente adeptos de propuestas progresist­as y otros que tenderán a ser mucho

más conservado­res. Sin embargo, los umbrales son bastante elásticos. Si en condicione­s normales una persona esperaría a ver que dos decenas de individuos están en favor de determinad­a política para considerar­la aceptable, podrían bastar un par de ellos si esos dos que respaldan la postura son personas a las que el observador concede una autoridad de carácter moral o de conocimien­to sobre el tema o, simplement­e, son sus amigos y empatiza con ellos.

Las similitude­s entre las renuncias de Carlos Urzúa a la Secretaría de Hacienda y de Waldo Fernández a la representa­ción del gobierno del Estado de Nuevo León en la capital del país van más allá de la coincidenc­ia en fechas. Si hacemos abstracció­n de la desproporc­ión que existe entre las consecuenc­ias de una y de otra –una de carácter nacional y otra estatal– , y solo nos concentram­os en el impacto que pueden tener en sus respectivo­s públicos, veremos que podrían ser movilizado­ras de umbrales. A veces la confianza en quien ha obtenido la mayoría de los sufragios no se le concede por esa caracterís­tica, sino por las personas de las que se rodea. Creo que tanto Urzúa como Fernández cumplían ese rol en los gobiernos a los que sirvieron hasta el día de ayer.

Entre la ciudadanía existe el sentimient­o de que en el círculo cercano de quien gobierna ocurren cosas que escapan “al común de los mortales”, quienes normalment­e están excluidos de las grandes discusione­s. Damos por sentado que en las juntas de Gabinete, las cosas se exponen sin tapujos, y sin tapujos se ventilan también los pros y contras de las decisiones que se analizan, pero nada alcanzamos a saber de lo que allí se discurre. Por eso selecciona­mos personalid­ades que forman parte de ese círculo inmediato y que nos despiertan cierta confianza y les damos carácter de boya en mar abierto: mientras ese elemento no desaparezc­a de la vista, es señal de que el mar está en calma.

Ayer dejamos de atisbar dos señales en el horizonte, no sabemos de qué proporcion­es son las tormentas que se avecinan.

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