Representación
Para todos aquellos que se desgarran de felicidad con la decisión de Disney y su sirenita negra, les recuerdo que representaciones de las minorías siempre han existido, aunque sin la vigilancia de los grandes consorcios
Una de las ventajas de los traumas infantiles es que cierta amargura te orilla a no hacerte pendejo con un pasado inocente y entender las cosas con sus dolorosas verdades y consecuencias. Fue el estrés postraumático de una infancia disfuncional lo que me hizo comprender que la labor de Disney ha sido procesar, como latas en una fábrica, clásicos infantiles hasta dejarlos libres de conflictos incómodos,unificadosenenvasesdevalores universales, analgésicos y predecibles, con pocomargenparaladesconfianzasaludable.
Por eso el debate sobre Halle Bailey, la actriz que dará vida a la versión Live Action de La sirenita me extirparon los mismos bostezos que las chicas que dan el reporte del clima en minifalda. Sin mencionar la incapacidad de la sociedad actual de construir una conciencia de inclusión desde el presente, quizás porque saben de antemano que las cosas no cambiarán. El propósito de visibilizar a grupos marginados que trastocan iconografías del pasado me parece inútilmente orwelliana.
No obstante el tema fue detonándome comezón cuando la discusión se extendió al idealderepresentacióndelaminoríasenlos medios masivos de comunicación.
Representaciones como la de Bailey en La sirenita vienen subordinadas a los parámetros morales de productores y ejecutivos quelaponenacuadro,nuncanospreguntan sobrenuestrasrealidades,desagradablesparamuchosheteros;ahíestánlosantisépticos Aristemo, que declaran frente a micrófonos de programas de chismes estar orgullosos de haber sido parte de una marcha Lgbttti que resultó, parafraseando a Capulina, muy blanca, además de simbolizar un golpe estratégico a los grupos conservadores que culpan a la marcha de promover la desnudez obscena, libertinaje sexual y desenfreno, carajo, ¿cuál es la jodida diferencia? ¿De verdad queremos que nos representen unos homosexuales más mojigatos que nuestras tías solteronas? Si la representación se preocupara por fomentar la tolerancia en la
realidad, los Aristemo retomarían tragedias como el lamentable suceso del domingo pasado: la muerte de un joven presuntamente en manos de cadeneros de un antro orgullosamente gay ubicado en la calle de Florencia, en la Zona Rosa de la CdMx, a centímetros de los pasos peatonales recubiertos con los colores del arcoíris y que según decían, ayudaría a luchar contra la homofobia, como el evento del domingo pasado. Los comentarios bajo la noticia coincidían en algo: “Un maricón menos”.
¿Hasta cuándo nos cansaremos de depender de las formas, de mimetizarnos con la hipocresía hetero?
La representación, la cuota, en manos de bugas millonarios genera disforia, que extermina la marginalidad y con ello toda la reacción que se alimenta de la libertina clandestinidad y contracultura propias del subterráneo. Desde que RuPaul’s Drag Race saltó al mainstream renunció a dignificar el legado de Paris is Burning para convertirse en un espectáculo atravesado por sanguinarios castings y bombardeos de consumo en donde el producto de menos valor es la sana convivencia. El supuesto mensaje positivo de los géneros fluidos para combatir lo peor delosestereotiposcomoelmachismo,queda enmerorequisitodemarketingsocialfrente a todas las puñaladas en la espalda y el odio masculino canalizado y expulsado en pasiones afeminadas, entendible cuando 10 mil dólares están en juego. Me sorprende un poco el silencio frente a la normalización de las violentas traiciones del espectáculo drag en los mundillos tercermundistas que lo imitan con singular alegría.
Para todos aquellos que se desgarran de felicidad con la decisión de Disney y su sirenita negra, les recuerdo que representaciones de las minorías siempre han existido, aunque sin la vigilancia de los grandes consorcios, pienso en los discos de Los Lobos que cantan sobre realidades chicanas con su rudísima belleza, o el porno gay interracial, sudorosamente democrático y sin cosificaciones problemáticas.
Cuando se carece de representaciones en los medios populares existe la suicida, pero valiente posibilidad de construirnos sin ejemplos de moral estandarizada y narrar nuestra propia realidad sin necesidad de ejemplos genéricos, como recuerda Will Hermes en su libro Love goes to buildings on fire: five years in New York that changed music forever, cuando recuerda cómo surgió la escena deconstructora del sonido que luego sería conocida como No Wave, de donde saldrían bandas como Sonic Youth o Swans, y cuya inspiración provino de los sucios ecos dejazz,alosquehabíaqueincursionarmotivados por la curiosidad y el deseo de no conformarse con lo establecido, sin necesidad de representación en revistas especializadas ni radiopiratas,yanodigamoslatelevisión.Tan solo siguiendo los instintos de la marginalidad y construir un discurso a partir de ello, similar a los primeros asaltos gays que perturbaban el orden buga.
¿Vernos reflejados bajo el lente de los monstruosos corporativos que controlan contenidos del cine y la televisión contribuirá a la sanación de las minorías en su convivencia diaria?