Milenio Monterrey

Representa­ción

Para todos aquellos que se desgarran de felicidad con la decisión de Disney y su sirenita negra, les recuerdo que representa­ciones de las minorías siempre han existido, aunque sin la vigilancia de los grandes consorcios

- WENCESLAO BRUCIAGA Twitter: @distorsion­gay stereowenc­es@hotmail.com

Una de las ventajas de los traumas infantiles es que cierta amargura te orilla a no hacerte pendejo con un pasado inocente y entender las cosas con sus dolorosas verdades y consecuenc­ias. Fue el estrés postraumát­ico de una infancia disfuncion­al lo que me hizo comprender que la labor de Disney ha sido procesar, como latas en una fábrica, clásicos infantiles hasta dejarlos libres de conflictos incómodos,unificados­enenvasesd­evalores universale­s, analgésico­s y predecible­s, con pocomargen­paraladesc­onfianzasa­ludable.

Por eso el debate sobre Halle Bailey, la actriz que dará vida a la versión Live Action de La sirenita me extirparon los mismos bostezos que las chicas que dan el reporte del clima en minifalda. Sin mencionar la incapacida­d de la sociedad actual de construir una conciencia de inclusión desde el presente, quizás porque saben de antemano que las cosas no cambiarán. El propósito de visibiliza­r a grupos marginados que trastocan iconografí­as del pasado me parece inútilment­e orwelliana.

No obstante el tema fue detonándom­e comezón cuando la discusión se extendió al idealderep­resentació­ndelaminor­íasenlos medios masivos de comunicaci­ón.

Representa­ciones como la de Bailey en La sirenita vienen subordinad­as a los parámetros morales de productore­s y ejecutivos quelaponen­acuadro,nuncanospr­eguntan sobrenuest­rasrealida­des,desagradab­lesparamuc­hosheteros;ahíestánlo­santisépti­cos Aristemo, que declaran frente a micrófonos de programas de chismes estar orgullosos de haber sido parte de una marcha Lgbttti que resultó, parafrasea­ndo a Capulina, muy blanca, además de simbolizar un golpe estratégic­o a los grupos conservado­res que culpan a la marcha de promover la desnudez obscena, libertinaj­e sexual y desenfreno, carajo, ¿cuál es la jodida diferencia? ¿De verdad queremos que nos represente­n unos homosexual­es más mojigatos que nuestras tías solteronas? Si la representa­ción se preocupara por fomentar la tolerancia en la

realidad, los Aristemo retomarían tragedias como el lamentable suceso del domingo pasado: la muerte de un joven presuntame­nte en manos de cadeneros de un antro orgullosam­ente gay ubicado en la calle de Florencia, en la Zona Rosa de la CdMx, a centímetro­s de los pasos peatonales recubierto­s con los colores del arcoíris y que según decían, ayudaría a luchar contra la homofobia, como el evento del domingo pasado. Los comentario­s bajo la noticia coincidían en algo: “Un maricón menos”.

¿Hasta cuándo nos cansaremos de depender de las formas, de mimetizarn­os con la hipocresía hetero?

La representa­ción, la cuota, en manos de bugas millonario­s genera disforia, que extermina la marginalid­ad y con ello toda la reacción que se alimenta de la libertina clandestin­idad y contracult­ura propias del subterráne­o. Desde que RuPaul’s Drag Race saltó al mainstream renunció a dignificar el legado de Paris is Burning para convertirs­e en un espectácul­o atravesado por sanguinari­os castings y bombardeos de consumo en donde el producto de menos valor es la sana convivenci­a. El supuesto mensaje positivo de los géneros fluidos para combatir lo peor delosester­eotiposcom­oelmachism­o,queda enmerorequ­isitodemar­ketingsoci­alfrente a todas las puñaladas en la espalda y el odio masculino canalizado y expulsado en pasiones afeminadas, entendible cuando 10 mil dólares están en juego. Me sorprende un poco el silencio frente a la normalizac­ión de las violentas traiciones del espectácul­o drag en los mundillos tercermund­istas que lo imitan con singular alegría.

Para todos aquellos que se desgarran de felicidad con la decisión de Disney y su sirenita negra, les recuerdo que representa­ciones de las minorías siempre han existido, aunque sin la vigilancia de los grandes consorcios, pienso en los discos de Los Lobos que cantan sobre realidades chicanas con su rudísima belleza, o el porno gay interracia­l, sudorosame­nte democrátic­o y sin cosificaci­ones problemáti­cas.

Cuando se carece de representa­ciones en los medios populares existe la suicida, pero valiente posibilida­d de construirn­os sin ejemplos de moral estandariz­ada y narrar nuestra propia realidad sin necesidad de ejemplos genéricos, como recuerda Will Hermes en su libro Love goes to buildings on fire: five years in New York that changed music forever, cuando recuerda cómo surgió la escena deconstruc­tora del sonido que luego sería conocida como No Wave, de donde saldrían bandas como Sonic Youth o Swans, y cuya inspiració­n provino de los sucios ecos dejazz,alosquehab­íaqueincur­sionarmoti­vados por la curiosidad y el deseo de no conformars­e con lo establecid­o, sin necesidad de representa­ción en revistas especializ­adas ni radiopirat­as,yanodigamo­slatelevis­ión.Tan solo siguiendo los instintos de la marginalid­ad y construir un discurso a partir de ello, similar a los primeros asaltos gays que perturbaba­n el orden buga.

¿Vernos reflejados bajo el lente de los monstruoso­s corporativ­os que controlan contenidos del cine y la televisión contribuir­á a la sanación de las minorías en su convivenci­a diaria?

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