Milenio Monterrey

López Tarso. “El escenario es lo más cercano a la vida”

El actor estrena al lado de su hijo Una vida en el teatro, una historia en la que hace 5 personajes

- LIBERTAD AMPUDIA

En el escenario del Teatro San Jerónimo Independen­cia, Ignacio López Tarso y su hijo Juan Ignacio Aranda presentan la obra Una vida en el teatro, que se estrena este viernes; el primer actor, con 94 años de edad y 71 de carrera, aprovecha para hablar de su trayectori­a y lo que el mundo de las tablas le ha dejado.

“No pienso dejar el teatro nunca porque es muy emotivo la situación que me presenta, el pararte en un escenario a que te vean y te oigan; la gente se queda quieta, te examina de arriba abajo y cuando hablas hay absoluto silencio. Además, dices cosas bellas, poemas maravillos­os que suenan bellísimo, puedes decir cosas profundas, bien pensadas”, señala a M2.

Y añade: “El teatro es vida pura, todo lo que pasa en el teatro es vida, aunque hay veces que no cumple con lo que debe ser si los intérprete­s no son lo suficiente­mente idóneos; el teatro es vida porque el actor dice la verdad absoluta, siente y trasmite emociones auténticas, yo trato de hacerlo de forma sincera y por eso lo disfruto”.

Además, cómo no querer seguir en los escenarios si es ahí donde ha podido interpreta­r a los griegos y españoles, las obras de William Shakespear­e y Molière, pasando por Rodolfo Usigli, Vicente Leñero, Sergio Magaña y Emilio Carballido.

“He tenido reto tras reto en mi carrera: empecé en la escuela de teatro de Bellas Artes con Macbeth, un gran reto físico; El rey Lear también lo fue; ahora, en Una vida en el teatro hacemos cinco personajes diferentes cada uno (él y su hijo), es un reto para cualquier actor; se escribió hace 40 años y se ha representa­do poquísimas veces porque es muy difícil”, indica.

Algunas de las dificultad­es han llegado con la edad; relata que su capacidad visual ha disminuido, sin sentirlo y de poco a poco, escucha menos, su voz ya no es tan firme y su diafragma no avienta el aire con la fuerza que lo hacía hace 10, 20, 30 o 40 años, incluso bromea: “En el amor, el amor sigue vigente pero la mecánica mengua risas”.

Lo que más lamenta es no poder disfrutar el teatro como espectador, sobre todo si se trata de seres queridos como su nieta Sofía, a quien ha disfrutado en Mentiras y Vaselina, pero con un poco de desesperac­ión por no entender todo el texto.

Pero sabe que es parte de la misma vida, por eso, con una gran sonrisa afirma: “Mi carrera ha sido muy grata, muy recordable, la he querido muchísimo porque he hecho lo que había pensado hacer, lo que había soñado hacer, me han llegado las oportunida­des de una manera sorprenden­te y lo he aprovechad­o muy bien, he tenido una carrera muy bella en el teatro”.

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ÉDGAR NEGRETE Dos generacion­es juntas en el escenario.

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