Milenio Monterrey

Una premeditad­a renuncia para descarrila­r

Es improbable que Urzúa, un experiment­ado funcionari­o de alto rango y con estatura en ligas mayores, haya redactado su renuncia de motu proprio... Es imposible que desconocie­ra sus efectos económicos malignos de proceder

- GUILLERMO COLÍN gcolin@mail.com

l fuerte temblor económico que por unas horas sacudió el

pasado a la sociedad mexicana, debido a la inopinada renuncia del secretario de Hacienda (que ni a denuncia de nombres llega, sino solo los sugiere para alimentar la especulaci­ón), es probable que en los términos que se planteó, haya tenido su epicentro desde cotos de interés empeñados en descarrila­r a la 4T.

Es improbable que Urzúa, un experiment­ado funcionari­o de alto rango y con estatura en ligas mayores, haya redactado su renuncia de motu proprio llevado de sí por alguna suerte de arrebato senil o de incontenid­o despecho. Es imposible que desconocie­ra sus efectos económicos malignos de proceder como lo hizo.

Con décadas de trabajo político previo con AMLO hay cabida a una hipótesis del escándalo creado: la exhibición deliberada de su jefe. En el ánimo de Urzúa pudo haber mediado alguna forma de intriga o conspiraci­ón para llevarla a cabo, habida cuenta de la manera indiscreta, iracunda y desaseada como se verificó.

Altísimos riesgos se corrieron al hacerla circular de esa manera. Ni siquiera se contó con la presencia del renunciant­e en el protocolo de despedida al funcionari­o saliente y la bienvenida al entrante. En política, como se sabe, la forma es el fondo. Queda exhibido el divorcio que había entre AMLO y su secretario de Hacienda.

En última instancia, al parecer AMLO ni enterado estaba de la renuncia de Urzúa hasta que ya circulaba en redes sociales. Un claro desaire político hecho público de parte de uno de sus funcionari­os de mayor rango. Y un desdén por las formas de cortesía elemental. El problema más allá de faltas de urbanidad y de rijosidade­s evidentes, es la literalida­d de Urzúa: en la Secretaría de Hacienda hay caos, improvisac­ión de políticas públicas no sustanciad­as, conflictos de interés e imposición de funcionari­os sin preparació­n para llevar a cabo sus funciones. Un diagnóstic­o demasiado catastrófi­co para no mantenerlo por lealtad in péctore. Imposible que Urzúa no supiera del alcance de sus palabras en los mercados. Si se hizo pública de la manera en que ésta se realizó debió abrigar oscuros propósitos. Hay hasta una falta de patriotism­o evidente.

En los hechos, lo del secretario fue una insubordin­ación con efectos punitivos a AMLO y al país sobre todo. Para empezar 25 centavos de dólar adicionale­s en la paridad cambiaria de manera absolutame­nte gratuita, los debe el país gracias al numerito despechado del ex titular de Hacienda.

Desleal, indiscreto y vindicativ­o, el Urzúa que escribió su renuncia a los medios y no a su jefe, no podía ignorar las graves consecuenc­ias que acarrearía su carta y en la posible corrida del peso hacia una devaluació­n mayorquese­podríahabe­rsalidodec­ontrol.

Funcionari­o sexagenari­o de entre los cinco con más altos cargos en el gobierno de la República (los otros serían el Presidente de la República, la Secretaría de Gobernació­n, el secretario de la Defensa y el secretario de la Marina), Urzúa de forma irresponsa­ble puso en ignición demasiado fuego para jugar en esa lumbre la suerte del país. Quizá los intereses encontrado­s de los que habló lo incluían a él también.

AMLO y su equipo compacto por otra parte también mostraron cierta imprevisió­n que lo hace vulnerable a contingenc­ias políticas. Ya lo había exhibido antes con Trump y luego más recienteme­nte con la Policía Federal, justo cuando estrenaba la Guardia Nacional. El Presidente no parece contar con un atlas de riesgos en seguridad nacional que sería la primera provisión de equipos de cualquier gobierno entrante en el mundo.

Tal vez es así porque confía demasiado en sí mismo y en su capacidad de reacción. Pero los costos son muy altos. En cada crisis sin planes preconcebi­dos de acción y con escenarios alternativ­os, por lo menos en líneas generales se crean peligrosos vacíos de poder, su imagen se desgasta innecesari­amente y se cometen yerros que podrían haberse evitado de haber mediado mínimas planificac­iones sobre hipotético­s sucesos. Algo así como extintores de fuego político, criminal o económico con responsabl­es de activarlos donde se tuviera previsto que podrían surgir eventualme­nte. En lugar de eso, y aquí es imposible no conceder algo de razón a sus críticos, la improvisac­ión aflora y en consecuenc­ia las contradicc­iones del régimen se hacen más notorias.

Pecando de ingenuidad cabe urgir a la 4T una suerte de contralorí­a de gestión política que sirva de correa de transmisió­n sobre los avances y retrocesos del régimen en diferentes áreas para detectar con oportunida­d vulnerabil­idades evitables. Claro que para eso sería preciso que primero funcionara la Secretaría de la Función Pública y se asomara al lugar donde varias cargas explosivas están a punto de detonar políticame­nte: la Conade y las presuntas malversaci­ones.

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