Misterios que no deberían ser
Valdría la pena establecer con la mayor cantidad de datos y verdades que se pueda la o las razones por las que, literalmente, nadie de los integrantes de la selección mexicana de futbol que se proclamó campeona del Mundial Sub 17, en 2011, se ha consolidado como figura, ni en los equipos en los que han jugado ni con la camiseta tricolor.
De la generación anterior que consiguió la primera gesta en esa categoría, la del 2005 en el Mundial de Perú, han brillado elementos como Giovani dos Santos, Carlos Vela y Héctor Moreno. Los tres a escala internacional.
Y en la Liga BBVA otros más han tenido una extraordinaria regularidad o participación destacada en algunos momentos: Efraín Juárez, Patricio Araujo, Adrián Aldrete, César Villaluz, entre ellos.
Pero del grupo que dirigió Raúl Potro Gutiérrez no se ha sacado nada… Quizá el de desempeño más regular sea el defensor Carlos Guzmán, y así como que se diga que es figura en su equipo, no aplica.
Aparece en los últimos días el que fuera el capitán de este equipo, Antonio Briseño, quien pertenecía al Atlas en ese 2011 y luego se fue a los Tigres, luego al Feirense de la liga portuguesa y ahora estará reforzando a las Chivas.
Alguien más podría apuntar a Arturo Alfonso González, el zurdo que pertenecía al Atlas y luego fue al Monterrey… Pero figura no ha sido y sí se ha borrado por desafortunadas lesiones.
Pero los realmente destacados de aquella plantilla que se coronó derrotando a Uruguay en el estadio Azteca eran Jorge Espericueta y Julio Gómez… hasta el delantero Marco Bueno. De ellos no solo no se registra nada bueno, sino que difícilmente se podrá esperar algo ni siquiera mediano en lo que les queda de carrera.
En medio de tanta palabrería y discusiones tontas e interesadas, el futbol mexicano podría destinar recursos de todo tipo para resolver sus misterios.
El futbol mexicano podría destinar recursos de todo tipo para resolver sus misterios