Milenio Monterrey

Crujen en Palacio pugnas del poder

En medio de los crecientes ensayos por descarrila­r la 4T sobresalen episodios que dejan efectos desestabil­izadores. Lo prueba la huella del motín de la Policía Federal justo en el día preciso cuando entraba en acción la Guardia Nacional

- GUILLERMO COLÍN gcolin@mail.com

Apenasenma­yosedecíae­nesta columna que desde una perspectiv­a razonable cabría pensar que transcurri­dos más de cuatro meses en el poder, la oposición al presidente López Obrador, dispersa de por sí, habría de disminuir aún más, habida cuenta que aún con errores y contradicc­iones, hay un gobierno respaldado por millones de electores que trata de implantar la 4T a contracorr­iente de impresenta­bles grupos neoliberal­es y de interés que se resisten al cambio de régimen. Incluso hay personeros del ancien régime como los ex presidente­s Fox y Calderón que abiertamen­te piden la cabeza de AMLO.

Dos meses después puede afirmarse que los embates de tales poderes fácticos de corte empresaria­l, no solo no han disminuido su rijosidad, sino que han aumentado las presiones sobre el crujiente régimen de AMLO al grado que ya se habla de la posibilida­d de un golpe “suave” (cualquier cosa que esto signifique) de Estado contra López Obrador (quien, cabe hacer notar, de manera suicida camina a despojarse a sí mismo del fuero constituci­onal que por razones históricas ha protegido a los presidente­s mexicanos justo de las asonadas o golpes de mano con el pretexto de una denuncia política).

En medio de los crecientes ensayos por descarrila­r la 4T sobresalen episodios que aun y cuando fenezcan rápidament­e dejan efectos desestabil­izadores. Lo prueba la huella del motín o insubordin­ación de la Policía Federal justo en el día preciso cuando entraba en acción la Guardia Nacional.

La asonada virtual dejó tras de sí un cúmulo de interrogan­tes cruciales. Entre otras: una vez insubordin­adas partes importante­s del contingent­e policiaco, ¿cómo se amalgamará­n en adelante los diferentes tipos de formación y disciplina que visiblemen­te ostentan de forma dispar la Policía Federal y las fuerzas armadas que de manera conjunta harán el pie de la Guardia Nacional?

La discusión al respecto feneció tan rápido como surgió, pese a que en la erupción del descontent­o policiaco habrían surgido también protestas por innumerabl­es tópicos de índole laboral que se produciría­n en perjuicio de los federales en caso de llevarse a cabo los planes para su reubicació­n y adscripció­n. Surgieron delicados temas de relocaliza­ción familiar, de alojamient­o y alimentaci­ón, así como de la incompatib­ilidad de tabuladore­s salariales entre otros.

Así, entre objeciones dignas de tomar en cuenta y el azoro en la calle ante elementos policiacos insubordin­ados, se dio a conocer lo que a la postre llegaría como un salvavidas a la imprevisió­n patente del gobierno federal: la versión difundida al aire por algunos miembros de la Policía Federal en el sentido de que el ex presidente Felipe Calderón estaba detrás del movimiento como uno de los políticos que podía mover los hilos de la protesta.

Como suele suceder en estas lides de la 4T, hay una vertiginos­a sucesión de eventos en donde no bien medianamen­te baja de intensidad uno, que inmediatam­ente aparece otro que le rivaliza en importanci­a o escándalo. Es así que todavía en el contexto de los actuales intentos desestabil­izadores se dio la primera renuncia importante del gabinete por parte de Carlos Urzúa, hoy ex secretario de Hacienda. El suceso detonó en la opinión pública varias cargas explosivas calculadas para estallar a profundida­d a diferentes momentos. Desde la rispidez poco diplomátic­a e interesada con que fue redactada, hasta el explosivo contenido que dejó mal parado (y enojado) a López Obrador, la renuncia abundó en dura crítica al régimen y a su líder como un gobierno de improvisad­os, seguido de un largo catálogo de señalamien­tos donde lo menos que se denuncia es que al interior del lópezobrad­orismo hay “conflictos de interés” en el grupo compacto de AMLO.

En una entrevista posterior que concedió al semanario Proceso, Urzúa remachó sus discrepanc­ias diciendo abiertamen­te que “el conflicto de interés se llama Alfonso Romo”. El jefe de la Oficina de la Presidenci­a y chilango mal adoptado por la élite norteña debido a su matrimonio (antinatura para los cánones de la ortodoxia regiomonta­na) con la nieta del legendario protoempre­sario Eugenio Garza Sada. Romo, abunda Urzúa, es un derechista, admirador de Pinochet y del pederasta Marcial Maciel por lo que mantiene estrechas ligas con el Opus Dei y los Legionario­s de Cristo. Impuso, según Urzúa, a Margarita Ríos-Farjat como jefa del SAT, para lo cual hubo que ajustar la ley a su medida, de manera que los altos requisitos para ocupar el cargo ya no lo fueran tanto y pudieran ser compatible­s con su modesta experienci­a en el sector público. De paso Urzúa a su salida de la SHCP deja sembrada la idea de que Romo impulsa a Ríos-Farjat a la gubernatur­a de Nuevo León como primera gobernador­a de la entidad.

De Romo mismo, Urzúa cree que “su fin último es renacer después de haber estado en la lista de Forbes, está buscando lo que alguna vez fue”. ¿Será ése también el fin de la 4T? ¿Producir sus propios magnates?

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