Lavado de coco
En los últimos tiempos aparecen de vez en cuando ingredientes milagrosos, capaces de corregir todos los males de la dieta habitual de una comunidad. Esto pasó hace ya algunos años con el ácido láurico, componente principal del vulgarmente conocido como aceite de coco. El ácido láurico tiene propiedades antibacterianas, pero de ahí a atribuirle capacidades superlativas en el combate a numerosas dolencias hay un largo trecho.
Entre quienes han contribuido a aumentar el mito de los superpoderes del aceite de coco se encuentra un grupo de actores hollywoodenses
que han hablado de las maravillas que esta sustancia produce en el cuerpo humano. En gran parte debido a ello, la demanda mundial por el aceite de coco ha aumentado y permanentemente se buscan nuevas tierras para incrementar su producción. Me parece innecesario aclarar que no posee las propiedades especiales que se le atribuyen, y en lo que hace a la gastronomía, salvo por su sabor diferente (que no conviene a todos los platillos), no es necesario utilizarlo más que en pocas ocasiones.
La isla de Sumatra, perteneciente a Indonesia, ha sido uno de los hábitats naturales de los orangutanes, unos de los grandes simios amenazados con desaparecer. Pero también Sumatra, junto con Malasia, suministra más del 80% de la producción mundial de aceite de coco. Para los empobrecidos campesinos de la región, el aceite de coco constituye la única fuente de una mala subsistencia. Tenemos aquí un ejemplo de la innecesaria devastación del planeta: un producto que no es esencial se convierte, en virtud de imaginarios fomentados por la publicidad, en una mercancía de alta demanda que acarrea la producción de residuos o perjuicios contra la sustentabilidad. La próxima vez que piense en utilizar aceite de coco para cualquier uso, reflexione sobre los daños que provocará a la naturaleza.