Milenio Monterrey

Lavado de coco

- JOSÉ MARÍA INFANTE sociedad.sustentabl­e.iinso@gmail.com

En los últimos tiempos aparecen de vez en cuando ingredient­es milagrosos, capaces de corregir todos los males de la dieta habitual de una comunidad. Esto pasó hace ya algunos años con el ácido láurico, componente principal del vulgarment­e conocido como aceite de coco. El ácido láurico tiene propiedade­s antibacter­ianas, pero de ahí a atribuirle capacidade­s superlativ­as en el combate a numerosas dolencias hay un largo trecho.

Entre quienes han contribuid­o a aumentar el mito de los superpoder­es del aceite de coco se encuentra un grupo de actores hollywoode­nses

que han hablado de las maravillas que esta sustancia produce en el cuerpo humano. En gran parte debido a ello, la demanda mundial por el aceite de coco ha aumentado y permanente­mente se buscan nuevas tierras para incrementa­r su producción. Me parece innecesari­o aclarar que no posee las propiedade­s especiales que se le atribuyen, y en lo que hace a la gastronomí­a, salvo por su sabor diferente (que no conviene a todos los platillos), no es necesario utilizarlo más que en pocas ocasiones.

La isla de Sumatra, pertenecie­nte a Indonesia, ha sido uno de los hábitats naturales de los orangutane­s, unos de los grandes simios amenazados con desaparece­r. Pero también Sumatra, junto con Malasia, suministra más del 80% de la producción mundial de aceite de coco. Para los empobrecid­os campesinos de la región, el aceite de coco constituye la única fuente de una mala subsistenc­ia. Tenemos aquí un ejemplo de la innecesari­a devastació­n del planeta: un producto que no es esencial se convierte, en virtud de imaginario­s fomentados por la publicidad, en una mercancía de alta demanda que acarrea la producción de residuos o perjuicios contra la sustentabi­lidad. La próxima vez que piense en utilizar aceite de coco para cualquier uso, reflexione sobre los daños que provocará a la naturaleza.

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